Editorial
El País 12 de julio de 2019
Acierta
Guaidó al elegir un comportamiento sereno sin renunciar a los principios por
los que fue aclamado presidente encargado de Venezuela
La
voluntad del presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó de tratar de
encontrar una salida a la crisis institucional del país sudamericano
restableciendo algún mecanismo de encuentro con el régimen de Nicolás Maduro,
constituye un ejercicio de realismo político en un momento en el que lo que más
urge es evitar la parálisis en la que está sumido el país entero.
Guaidó
arriesga incluso la crítica de parte de la misma oposición al dar ese paso,
pero lo cierto es que lo ha hecho sin renunciar a los principios básicos por
los que fue elegido presidente encargado de Venezuela por la Asamblea Nacional:
la liberación de los presos políticos, la convocatoria inmediata de elecciones
libres y transparentes y, en resumen, el retorno de Venezuela a la democracia.
Y en acuerdo con las líneas básicas de la ronda de conversaciones celebrada por
los representantes de la oposición en Barbados. Una línea, además, respaldada
por la comunidad internacional.
La
aceptación del eventual diálogo —necesario para evitar el choque directo en las
calles y para intentar aliviar el sufrimiento de la población— no implica
ignorar que se están acumulando las acusaciones de organismos internacionales
contra el régimen de Maduro por violaciones de los derechos humanos y tortura.
Entre
esas denuncias figura la realizada esta semana en una entrevista con EL PAÍS
por una prominente figura chavista, el exdirector de los servicios de
inteligencia, Cristopher Figuera. Este, exiliado ahora en Estados Unidos,
asegura que las torturas por parte del régimen son sistemáticas y revela un
entramado que incluye medios electrónicos y persecuciones sobre el terreno,
para vigilar a los opositores.
Figuera,
que fue decisivo en la liberación del opositor Leopoldo López, es un testigo
clave sobre el proceder violento del chavismo como estrategia de Estado y no
como la actuación individual de elementos descontrolados, como a veces se ha
intentado explicar. Una buena muestra de esta estrategia es lo que está
sucediendo en torno a la muerte del capitán de corbeta Rafael Acosta, fallecido
mientras permanecía detenido por los servicios secretos y cuya autopsia ha
revelado politraumatismos e indicios de electrocución. A la familia no se le ha
permitido reconocer el cuerpo hasta pasadas casi dos semanas, y el entierro ha
tenido lugar bajo estrictas restricciones de asistencia, circunstancias ambas
impropias de cualquier sistema mínimamente democrático.
Mientras
la oposición, liderada por Juan Guaidó, intenta mantener abierto el diálogo a
pesar del hostigamiento, Maduro sigue hostigando a los opositores a pesar del
diálogo.
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