Francisco Fernández-Carvajal 16 de julio de
2019
@hablarcondios
— El amor a la Virgen y el escapulario del Carmen.
— Especial ayuda y gracias de Nuestra Madre en el
momento de la muerte.
— El escapulario, símbolo del vestido de bodas.
I. El culto y la
devoción a la Virgen del Carmen se remonta a los orígenes de la Orden
carmelitana, cuya tradición más antigua la relaciona con aquella pequeña
nube como la palma de la mano de un hombre, que subía desde el mar1 y
que se divisaba desde la cumbre del Monte Carmelo, mientras el profeta Elías
suplicaba al Señor que pusiese fin a una larga sequía. La nube cubrió
rápidamente el cielo y trajo lluvia abundante a la tierra sedienta durante
tanto tiempo. En esta nube cargada de bienes se ha visto una figura de la
Virgen María2, quien, dando el Salvador al mundo, fue portadora del agua
vivificante de la que estaba sedienta toda la humanidad. Ella nos trae
continuamente bienes incontables.
El 16 de julio de 1251 se apareció la Virgen Santísima
a San Simón Stock, General de la Orden de los Carmelitas, y prometió unas
gracias y bendiciones especiales para aquellos que llevaran el escapulario.
Esta devoción «ha hecho correr sobre el mundo un río caudaloso de gracias
espirituales y temporales»3.
La Iglesia la ha aprobado repetidamente con numerosos privilegios espirituales.
Durante siglos, los cristianos se han acogido a esa protección de Nuestra
Señora. «Lleva sobre tu pecho el santo escapulario del Carmen. Pocas devociones
hay muchas y muy buenas devociones marianas tienen tanto arraigo entre los
fieles, y tantas bendiciones de los Pontífices. Además, ¡es tan maternal ese
privilegio sabatino!»4.
La Virgen prometió, a quienes viviesen y muriesen con
el escapulario o la medalla bendecida con el Sagrado Corazón y la Virgen del
Carmen, que hace sus veces la gracia para obtener la perseverancia
final5; es decir, una ayuda particular para que, quienes no estén en
gracia, se arrepientan en los últimos momentos de su vida. A esta promesa hay
que añadir el llamado privilegio sabatino, que consiste en la
liberación del Purgatorio al sábado siguiente a la muerte6,
y otras muchas gracias e indulgencias. Verdaderamente, «María, con su amor
materno, se cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se hallan
en peligros y en ansiedad hasta que sean conducidos a la patria
bienaventurada...»7.
No dejemos de acudir, cada día, muchas veces, a Ella, para que nos ayude y
proteja. El mismo escapulario nos puede recordar frecuentemente que
pertenecemos a Nuestra Madre del Cielo y que Ella nos pertenece, pues somos sus
hijos, que tanto le hemos costado.
II. Expresamos en
esta devoción una especial dedicación a Nuestra Señora de nosotros mismos y de
todo lo nuestro, pues «en la aparición de la Santísima Virgen entregando el escapulario
a San Simón Stock, se manifiesta la Madre de Dios como Señora de la gracia; y
también como Madre amantísima, que protege a sus hijos en la vida y en la
muerte.
»El pueblo cristiano ha venerado a la Virgen del
Carmen particularmente por medio del santo escapulario como a la Madre de Dios
y nuestra, que se nos presenta con estas credenciales: “En la vida, protejo; en
la muerte, ayudo; y, después de la muerte, salvo”»8.
Ella es vida, dulzura y esperanza nuestra, como le hemos repetido
tantas veces en el rezo de la Salve.
La devoción al santo escapulario del Carmen manifiesta
nuestra seguridad en el auxilio materno de la Virgen. Del mismo modo que se
utilizan trofeos y medallas para significar relaciones de amistad, de recuerdo
o de triunfo, nosotros damos un sentido entrañable al escapulario para
acordarnos muy frecuentemente de nuestro amor a la Virgen y de su bendita
protección. Ella nos toma de la mano y, todos los días de nuestra vida aquí en
la tierra, nos lleva por un camino seguro, nos ayuda a superar
dificultades y tentaciones: jamás nos abandona, «porque es su costumbre
favorecer a los que de Ella se quieren amparar»9.
Un día nos llegará la hora de nuestro encuentro
definitivo con el Señor. Entonces necesitaremos más que nunca su protección y
ayuda. La devoción a la Virgen del Carmen y a su santo escapulario es prenda de
esperanza en el Cielo, pues la Virgen Santísima prolonga su maternal protección
más allá de la muerte. Esta prerrogativa nos llena de consuelo. «María nos guía
hacia ese futuro eterno; nos lo hace ansiar y descubrir; nos da su esperanza,
su certeza, su deseo. Animados por tan esplendorosa realidad, con alegría
indecible, nuestra humilde y fatigosa peregrinación terrena, iluminada por
María, se transforma en camino seguro iter para tutum hacia el
Paraíso»10. Allí, con la gracia divina, la veremos a Ella.
Cuando en 1605 fue elegido Papa el Cardenal De
Médicis, que tomaría el nombre de León XI, y mientras le revestían con los
hábitos papales, le quisieron quitar un gran escapulario del Carmen que llevaba
entre la ropa. Entonces, el Papa dijo a quienes le ayudaban a revestirse: «Dejadme
a María, para que María no me deje». Tampoco nosotros queremos dejarla, pues es
mucho lo que la necesitamos. Por eso, llevamos siempre su escapulario. Y le
decimos ahora que cuando llegue ese momento último nos abandonaremos en su
brazos. ¡Tantas veces le hemos pedido que ruegue por nosotros ahora y
en la hora de nuestra muerte, que Ella no se olvidará!
En su visita a Santiago de Compostela, el Papa Juan
Pablo II deseaba a todos: «Que la Virgen del Carmen... os acompañe siempre, Sea
Ella la Estrella que os guíe, la que nunca desaparezca de vuestro horizonte. La
que os conduzca a Dios, al puerto seguro»11.
De su mano llegaremos a presencia de su Hijo. Y si nos quedara algo por
purificar, Ella adelantará el momento en que, limpios del todo, podamos ver a
Dios.
Antiguamente se representaba a la Virgen del Carmen
con un grupo a sus pies formado por almas en llamas en el Purgatorio, para
señalar su especial intercesión en este lugar de purificación12.
«La Virgen es buena para aquellos que están en el Purgatorio, porque por Ella
obtienen alivio»13,
predicaba con frecuencia San Vicente Ferrer. Su amor nos ayudará a purificarnos
en esta vida para estar con su Hijo inmediatamente después de la muerte.
III. El
escapulario es también imagen del vestido de bodas, la gracia
divina, que ha de vestir siempre el alma.
El Papa Juan Pablo II, hablando a jóvenes en una
parroquia romana dedicada a la Virgen del Carmen, recordaba en confidencia el
especial socorro y amparo que recibió de su devoción a la Virgen del Carmen.
«Debo deciros les comentaba que en mi edad juvenil, cuando era como vosotros,
Ella me ayudó. No podría decir en qué medida, pero creo que en una medida
inmensa. Me ayudó a encontrar la gracia propia de mi edad, de mi vocación». Y
añadía: la misión de la Virgen, la que se halla prefigurada y «toma inicio en
el Monte Carmelo, en Tierra Santa, está ligada a un vestido. Este vestido se
llama santo escapulario. Yo debo mucho, en mis años jóvenes, a este, su
escapulario carmelitano. Que la madre sea siempre solícita, se preocupe de los
vestidos de sus hijos, de que vayan bien vestidos, es algo hermoso». Pero
cuando estos vestidos se rompen, «la madre trata de reparar los vestidos de sus
hijos». «La Virgen del Carmen, Madre del santo escapulario, nos habla de este
cuidado materno, de esta preocupación suya para vestirnos. Vestirnos en sentido
espiritual. Vestirnos con la gracia de Dios, y ayudarnos a mantener siempre
blanco este vestido». El Papa hacía mención del vestido blanco que llevaban los
catecúmenos de los primeros siglos, símbolo de la gracia santificante que
recibían con el Bautismo. Y después de exhortar a conservar siempre limpia el
alma, concluía: «Sed también vosotros solícitos colaborando con la Madre buena,
que se preocupa de vuestros vestidos, y especialmente del vestido de la gracia,
que santifica el alma de sus hijos e hijas»14.
Ese vestido con el que un día nos presentaremos al banquete de bodas.
El escapulario del Carmen Puede ser una ayuda grande
para querer más a Nuestra Madre del Cielo, un especial recordatorio de que le
estamos dedicados y de que en un momento de apuro, en medio de una tentación,
contamos con su ayuda. El tenerla tan cerca nos permitirá ser fuertes. Con
palabras del Gradual para la fiesta de hoy, pedimos a Nuestra
Señora: Recordare Virgo Mater... ut loquaris pro nobis bona.
«Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés en la presencia del Señor, de
decirle cosas buenas de nosotros»15;
también en esos días en que no hayamos sido tan fieles como Dios espera de sus
hijos.
1 1
Rey 18, 44 —
2 Cfr. Profesores
de Salamanca, Biblia Comentada, BAC, Madrid 1961, in
loc., vol. II, p. 450. —
3 Pío
XII, Alocución 6-VIII-1950. —
4 San
Josemaría Escrivá, Camino, Rialp, 30.ª ed., Madrid 1976, n.
500. —
5 Cfr. Inocencio
IV, Bula Ex parte dilectorum. 13-I-1252. —
6 Cfr. Juan
XXII, Bula Sacratissimo uti culmine, 3-III-1322. —
7 Conc. Vat. II, Conts. Lumen
gentium, 62. —
9 Santa
Teresa, Fundaciones, 23, 4. —
10 Pablo
VI, Homilía 15-VIII-1966. —
11 Juan
Pablo II, Alocución 9-XI-1982. —
12 Cfr. M.
Trens. María. Iconografía de la Virgen en el arte español,
Plus Ultra, Madrid 1946, p. 378. —
13 San
Vicente Ferrer, Sobre la Natividad. —
14 Juan
Pablo II, Alocución 15-I-1989. —
15 Graduale Romanum, in loc, p. 580.
*Esta
fiesta, instituida en el año 1726, conmemora el día en el que, según las
tradiciones carmelitas, San Simón Stock, primer General de la Orden, tuvo una
aparición de la Virgen el 16 de julio de 1251. María prometió una bendición
especial para todos los que, en el transcurso de los siglos, llevaran su
escapulario. La Iglesia ha aprobado solemne y repetidamente esta devoción
mariana nacida en Inglaterra, de modo que, a cuantos llevan el escapulario, han
concedido los Papas numerosos privilegios espirituales.
*La
Virgen del Carmen es patrona de los marineros. Ella es
el Puerto seguro donde hemos de refugiarnos en medio de todas las
tormentas de la vida.
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