Por Piero Trepiccione
Estos últimos días se han
caracterizado por una semana mayor plena de acontecimientos en Venezuela. Las
presiones desde la polarización y la severa crisis económica que atravesamos
han resultado en un reavivamiento de la violencia en el frente político-social.
No existe duda que estamos en una especie de momento-cumbre donde el destino
del país está en juego y de acuerdo al enfoque que se maneje desde el liderazgo
las consecuencias pueden impactar las expectativas de la gente a corto, mediano
y largo plazo. Venezuela es el centro de atención continental y más allá. Hay
un desgaste importante de la gestión presidencial hacia donde apuntan las
mayores responsabilidades que la sociedad venezolana está calificando en estas
circunstancias. Este fenómeno en particular debe ser visto con mucha
profundidad para facilitar y viabilizar cualquier proceso político que pretenda
intentar solucionar la actual coyuntura.
Existen dos maneras claras de
abordar el juego político. La primera tiene que ver con el ajedrez. Una suma de
movimientos estratégicos y tácticos desarrollados por el liderazgo político que
va estableciendo las condiciones apropiadas usando todos los mecanismos
constitucionales y legales. Desde esta perspectiva se buscan los parámetros más
cercanos al concepto ganar-ganar. Puede que las jugadas impliquen algún
sacrificio (incluyendo al rey) para facilitar transiciones que satisfagan
plenamente a la sociedad y desmonten escenarios de violencia. La perspectiva
ajedrecística ha sido aplicada en múltiples casos, inclusive, entre aparentes
adversarios irreconciliables en la historia (Henry Kissinger con China en los
setenta, la extinta URSS con Estados Unidos por más de cuarenta años de “guerra
fría”, entre muchos casos más). Cabe destacar que en la Venezuela actual este
modo de resolver los conflictos con los últimos acontecimientos y las
declaraciones de los actores políticos protagonistas luce un poco complicado de
llevar adelante. La segunda manera tiene que ver con el conocidísimo juego de
“bolas criollas” practicado en todos los rincones del país y cuyo principal
movimiento valorado por quienes lo practican y lo ven es el típico “boche
clavao” que significa un golpe contundente a la bola mejor ubicada del
adversario. Un boche “certero” que desplaza a quien tiene el liderazgo de la
bola más cerca del “mingo” o “posición de poder” en el juego. Es un modo
práctico de proceder, pero aplicado a la política puede ser extremadamente
grave y sus consecuencias pueden perdurar por décadas y generaciones enteras de
inestabilidad institucional.
Desde mi humilde visión, las
condiciones graves por las que está atravesando Venezuela deben ser proclives
para razonar ajedrecísticamente y promover un sacrificio certero de un actor
fundamental para poder encausar una solución de alto nivel que desmonte
rápidamente los escenarios de violencia. Este actor obviamente debe ser aquél
que más repudio tenga de la sociedad venezolana, aquel que concentra el mayor
cúmulo de asociatividad en el imaginario colectivo con la crisis que impacta la
cotidianidad de la gente en una forma muy dura y sin precedentes históricos. Un
movimiento de esta naturaleza facilitaría pasar a un estadio de negociación
política que generaría amplia credibilidad, reacomodos institucionales y
políticos cercanos a un ganar-ganar. Se reactivaría la confrontación por medios
políticos-electorales y se oxigenaría la democracia venezolana. Es claro que
esta visión aparece muy difícil de concebir en el escenario actual – inclusive
peca de ser ingenua- sobretodo cuando determinados intereses y actores están
jugando justamente a la manera de las bolas criollas y el “boche clavao”. Pero
si no se aborda con sentido común, especialmente desde el Psuv y sus factores
internos, las consecuencias pudieran ser mucho más dramáticas que las
condiciones económicas que estamos padeciendo en la actualidad.
Lo cortés no quita lo
valiente… el liderazgo político venezolano tiene una enorme responsabilidad en
este momento-cumbre. No intentar actuar apegados a la “voluntad general” tal
como lo señalaba Rousseau, es una conducta suicida con implicaciones para toda
la sociedad. El restablecimiento de la confianza debe ser el norte de actuación
en esta hora crucial. Hay muchos “managers de tribuna” que están poniendo el
caldo “morao” empujando hacia una dirección netamente guerrerista. Los actores
de la prudencia deben actuar inmediatamente aún en las condiciones más duras de
ataques de la opinión pública vía redes sociales. La historia, no en el lejano
plazo sino en lo inmediato, les va a premiar esa conducta ajedrecística y
racional contraria a una caimanera sin dirección ejecutiva.
19-04-17
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