Por María Victoria Fermín
Luisa Pernalete, coordinadora
del programa Educación para la Paz de Fe y Alegría, considera que es prioridad
mejorar la convivencia en los centros educativos y combatir desde allí los
males de la sociedad
Luisa Pernalete es educadora
desde hace más de 40 años, así como activista por los derechos de los niños,
niñas y adolescentes. Es una figura destacada en el movimiento Fe y Alegría en
Venezuela, que tiene 170 escuelas subvencionadas en el país. De hecho, ha sido
fundadora y directora de centros educativos situados en los lugares más
alejados del territorio. Actualmente coordina el programa de Educación para la
Paz de Fe y Alegría.
—Recientemente escribió en su
Twitter que este año escolar se va a necesitar mucha “sensatez pedagógica” para
aprender. ¿A qué se refiere?
La sensatez pedagógica es
recordar lo importante: que los chamos vengan a la escuela. Si yo fuese
autoridad les diría que asistan como sea. Después se resolverá lo de los
cuadernos, lápices y el uniforme. También implica que los maestros no envíen
tareas que no se puedan hacer, si no hay computadora dígale al muchacho que lo
traiga a mano, que use los cuadernos del año pasado que aún tengan hojas en
blanco. Que si el niño falta a clase le pregunten el por qué no ha ido, en
lugar de hacerle reproches. Maestros y directores no pueden seguir actuando
como si aquí no estuviera pasando nada. La inflación se come la educación, ¿se
va a comer también a los niños? No puede ser.
—¿Considera que actualmente se
vulnera el derecho a la educación en Venezuela? ¿Cumple el gobierno con lo que
dice la legislación en la materia?
A mí me preocupa la cobertura
escolar. Si bien es cierto que en los primeros años de este gobierno hubo un
crecimiento, ahora se ha estancado. No veo que hayan creado nuevas escuelas o
preescolares. Mientras más tiempo pase un niño lejos de la escuela, más difícil
será captarlo luego. Eso vulnera el derecho a la educación. Ocurre lo mismo al
no tener datos públicos. Sin información no se puede saber dónde es que se
necesita construir un plantel. Creo que no hay políticas públicas para la
protección integral de los niños, niñas y adolescentes. Si se vulnera la
alimentación de un niño, este no podrá aprender porque simplemente la letra con
hambre no entra. El año pasado las inasistencias fueron por comida y este año
parece que la situación será la misma. Tampoco se puede pretender que el
derecho a la participación política de los ciudadanos esté por encima del de
los niños y jóvenes de recibir clases. No se está haciendo mantenimiento de los
centros educativos, hay escuelas públicas que dan vergüenza y eso no ayuda a
garantizar una educación de calidad, como establece la Constitución. Nosotros
decimos en Fe y Alegría que el ambiente también educa.
—El año escolar pasado 2.000
alumnos se retiraron de las escuelas de Fe y Alegría. ¿Le preocupa que algunos
hayan dejado el sistema escolar?
Es posible que este nuevo año
escolar esos 2.000 cupos que no tuvimos el período pasado se llenen porque
muchas familias han tenido que migrar desde las escuelas privadas no
subvencionadas. Lo que nos preocupa son esos alumnos que nunca vinieron a
solicitar sus papeles, porque significa que desertaron. Conozco muchachos que
se han retirado de la escuela porque no tienen cómo llegar, así como jóvenes
que salen para comenzar a trabajar. Por eso hemos revisado los centros de
capacitación laboral de Fe y Alegría y reducido los tiempos de los cursos.
También damos formación de lenguaje y matemática. Les proponemos que sigan el
bachillerato por nuestro sistema semipresencial. Tenemos que generar programas
para esos muchachos en situación de riesgo, los que se fueron o están a punto
de irse, las embarazadas, los repitientes.
—¿El modelo educativo responde
a los intereses y necesidades de las nuevas generaciones? ¿Es la escuela hoy un
recurso de ascenso social?
El currículo de bachillerato
está en deuda con los muchachos. Creo que el nuevo plan de estudios debe ser un
marco, pero con cierta flexibilidad. Está bien querer partir de la realidad
concreta, pero no se pueden quedar ahí. Se tiene que abrir la ventana hacia el
mundo para que los estudiantes desarrollen sus potencialidades. Todo esto
supone que tengamos el país que ofrezca posibilidades para que estudiar vuelva
a ser visto como un recurso de ascenso social. Hay chamos en las escuelas de la
frontera que nos dicen: “Yo gano más siendo pimpinero”. No se puede pensar la
educación por sí sola, sino en conjunto con una sociedad que avance en
oportunidades para todos. Esto implica atacar la corrupción y la impunidad. La
impunidad modela.
—¿Cuál es la función del
maestro en ese caso? ¿Tiene que adaptarse a nuevas dinámicas?
Los educadores no estamos
aislados y podemos reducir la impunidad desde el salón de clase. Si un alumno
irrespetó a una compañera debe ser sancionado. Es un trabajo difícil, pero nos
tenemos que convertir en una sociedad que sancione a tiempo y adecuadamente, de
acuerdo con la falta. El maestro no puede quedarse esperando que las cosas se
arreglen solas, tiene que actuar. No puede mirar para el otro lado. Necesita
tener anclaje comunicacional, entender al estudiante para que ambos puedan
entenderse. Hay que conversar con los alumnos sobre qué les pasó el fin de
semana.
—¿Qué tan grave es que se
estén cerrando centros para la formación docente por la falta de interés de los
jóvenes en estudiar esa profesión?
Formar a un buen docente no es
fácil y al que tenga 5, 6, 10 años de experiencia hay que valorarlo. Creo que
vamos a tener otra vez a bachilleres dando clases. Así era cuando yo me inicié
hace 44 años: la carrera docente se estudiaba en normales, el título era
bachiller docente. Luego lo cambió la ley de 1980 y todo profesional docente
tenía que ser graduado universitario. ¿Vamos otra vez para atrás? Aquí tenemos
que hacer un trabajo fuerte para que la dignificación del docente no sea solo
un asunto de mejorar el salario, porque además ningún salario aguanta esta
inflación. Tenemos que recuperar el prestigio diciendo que cada día vale. Si a
un beisbolista no le gusta que le suspendan un juego, a mí no me gusta que me
suspendan clase porque ese es mi trabajo y me gusta lo que hago. La carrera
debe tener algunas variaciones para que el educador estudie la interioridad, la
inteligencia emocional, eso tiene que ser trabajado en el pregrado. Que el
maestro salga diciendo que tiene la capacidad de relacionarse bien con sus
alumnos, de resolver los problemas por vía pacífica.
—¿Qué cree que el Ministerio
de Educación debe resolver primero entre los problemas enumerados?
Enseñar a convivir con toda la
complejidad que eso supone. Ojo, convivir no significa estar todo el día
jugando, sino que a través del desarrollo de las distintas materias tener ese
objetivo como norte. Hay que reinstitucionalizar el país y eso exige
reinstitucionalizar la escuela mediante el fortalecimiento de una cultura de
derechos humanos, de respeto, de aprender a manejar las emociones y las
habilidades sociales.
Fuente:
http://www.el-nacional.com/noticias/sociedad/sin-alimentacion-nino-aprendera-porque-letra-con-hambre-entra_202964
12-09-17
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