Luis Manuel Esculpi 09 de enero de 2018
@lmesculpi
Glorificaron
la fecha, construyeron una imagen épica para justificar sus dos golpes de
estado. Esos dramáticos sucesos los convirtieron en supuestos antecedentes de
su actuación militar. Solo les sirvió de pretexto para reescribir la historia.
Uno de los juramentados en el Samán de Güere se presentó como voluntario
-cuando no estaba de servicio- para acompañar la acción represiva, en la que
lamentablemente falleció.
Cayó
lunes aquel 27 de febrero, ese día marcó el inicio de la explosión social que
se denominó ” El Caracazo”, comenzó en Guarenas, y se expandió a toda Caracas
prolongándose hasta los primeros días de marzo del 89. En esa oportunidad la
“chispa que incendió la pradera” fue el aumento del pasaje interurbano, como
consecuencia del alza del precio de la gasolina y de las medidas anunciadas por
Carlos Andrés Pérez a los pocos días de iniciar su segundo mandato.
Hay
serios indicativos que esas manifestaciones obedecían a un profundo malestar
acumulado desde hacía tiempo en los sectores más desposeídos de la sociedad,
del rechazó al incumplimiento de promesas y a la insatisfacción de esperanzas
que se venían generando y los primeros anuncios del gobierno lucían
contradictorios con tales expectativas.
Ahora
casi treinta años después, vivimos en hiperinflación, fenómeno antes
desconocido en el país y la crisis más severa de toda la era contemporánea, los
días finales del año pasado y los comienzos del nuevo se han producido
protestas en los sectores populares por el hambre. Una lectura equivocada de
las manifestaciones de diciembre las reduciría al reclamo por oun pernil, en
esta oportunidad esa exigencia solo fue la gota rebosante, de un malestar que
también viene acumulándose desde hace tiempo en el entramado de los estratos
sociales menos favorecidos.
La
continuación de las protestas después de ese incumplimiento demuestra el mar de
fondo que ellas expresan y posiblemente se seguirá manifestando. Esa lectura
errónea circuló intensamente en las redes sociales, acompañada de calificativos
insultantes porque la protesta no incluía entre sus manifestaciones la lucha
por la libertad y la democracia.
No hay
que olvidar que en la historia grandes convulsiones se produjeron inicialmente
por la lucha por el pan y por la situación social que se vivía; tal es el caso
de la revolución francesa y también el de la rusa. Irónicamente en las
“batallas del teclado” luego a quienes recriminaron a los protagonistas de las
protestas populares por su contenido, otros le reprocharon que se volcaron a
comprar en las cadenas de supermercados a los que la SUNDEE, obligó
arbitrariamente a rebajar los precios marcados para el 15 de diciembre.
El
escenario de alcanzar el cambio político como consecuencia de una “explosión
social” parecida a la de 1989 (nunca la historia se repite de manera idéntica)
acompañado de hechos indeseables que terminan perjudicando a todos como los
saqueos, se le asignaba muy poca probabilidad. Lamentablemente las medidas que
adopta el gobierno no apuntan a la solución de controlar la inflación, es más
ni siquiera pueden considerarse paliativos, los aumentos, los bonos y rebajas
compulsiva de precios tiende a agravar cada vez más la situación.
El
gobierno se ha cuidado de no reprimir de manera salvaje estas manifestaciones,
tal como hizo con la protestas políticas, teme que ellas se continúen
expandiendo y se produzcan simultáneamente. Es verdaderamente deplorable su conducta
al no tomar decisiones acordes con la dimensión de la crisis, junto a la
pretensión de ignorar su magnitud, lo que acentuará la gravedad y hará aún más
insoportable nuestras condiciones de vida.
Por
ser este mi primer artículo del año, a pesar de lo dramático de la situación y
conociendo todos los pronósticos, expreso mis deseos para que el 2018 sea el
mejor posible, porque avancemos unitariamente en la lucha por alcanzar el
cambio, para conquistar la libertad, la democracia y para lograr que el país
progrese en paz.
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