Por Tulio Hernández
I.
César Miguel Rondón lo ha
bautizado como “la fobia anti-MUD”. Se refiere a uno de los fenómenos de masas
más impactantes de estos amargos tiempos venezolanos. Las torrenteras de odio y
aborrecimiento que suscitan, entre una parte de la población que también
adversa al chavismo, los dirigentes de los partidos políticos que han aceptado
dialogar con el gobierno.
César Miguel, conocedor de
las pulsiones elementales de la psique venezolana, describió en un tuit su
sorpresa al verificar que muchos de “los opositores de Twitter” que padecen
esta fobia tienen más confianza en los voceros oficialistas que en la
oposición. El miércoles 31 en la noche repetían, a su gusto, lo que anunciaba
Jorge Rodríguez sobre los avances de un “preacuerdo” del diálogo, mientras
desconocían los esfuerzos de Julio Borges desmintiéndolos.
En los días de la masacre de
El Junquito, agrego yo, prestaban más oídos al ministro de la Defensa acusando
a dirigentes de la oposición de haber delatado a las víctimas, que al
incansable y valiente trabajo de denuncia que desde el lugar mismo de la
tragedia hacía la diputada Delsa Solórzano, seguidora también de la opción
diálogo.
II.
Así vamos. Se trata de una
pandemia emocional de cuyo origen, crecimiento y consolidación en la opinión
pública debemos ocuparnos seriamente. Porque tiene algo de desahogo histérico
virulento. De anomalía bipolar. De personas que se sienten profundamente adoloridas
y traicionadas en su fuero individual. Y, en consecuencia, son capaces de
escupir en el rostro con desprecio, que pareciera acumulado por siglos, a la
misma persona que hace pocos meses aplaudían con idéntica intensidad y pasión.
Salvando las distancias, les
ocurre como al autor del disparo en la cancha a aquel portero colombiano. Luego
de meses aplaudiéndolo lo ajusticia por, una tarde, permitirse un autogol.
III.
La fobia anti-MUD se
sustenta en un pensamiento dual. Sin matices. Un juego de oposiciones
elementales. Oscar Pérez tiene testículos para regalar. Los de la MUD los
llevan encogidos. Los jóvenes “escuderos” que se enfrentan a la policía en las
calles son sacrificados. Dignos. Los que hacen trabajo político desde la
Asamblea Nacional, cómodos. Comprados. Los que mueren, valientes. Quienes
escapan del país, cobardes. El abstencionista, héroe; el elector, traidor. El
apaleado en la calle, una víctima; el golpeado en el hemiciclo, “tremendo
pendejo”.
Y desde la MUD también se
exhiben grandes dificultades para escuchar al otro y comunicar sus razones.
Para explicarse. En el presente, para dejar claro lo que muchos creemos: que
una cosa es abstenerse y otra –diferente– negarse a participar en elecciones
ilícitas, trucadas, inconstitucionales.
IV.
De alguna manera se trata
del triunfo de la lógica que al comienzo de la debacle era monopolio del
chavismo. La tesis del “Quien no está conmigo, está contra mí”. La gramática de
“Quien no piensa como yo no es mi adversario, es mi enemigo”. El recurso del
desprecio para desconocer las razones del otro. El viejo juego del venezolano
cómodo, descrito por la psicología social de las décadas de los años setenta y
ochenta, que no asume responsabilidades y hace culpable de todas sus
adversidades a un locus externo del cual es solo víctima. Nunca
corresponsable.
El mudofóbico dice: “Te
desprecio porque no has logrado sacar a los rojos del poder, porque colaboras
con ellos, porque les haces el juego”. Luego olvida decir, lo encubre en el
silencio: “Pero me perdono y me celebro a mí mismo, aunque yo tampoco, yo mucho
menos, he logrado siquiera hacerlos titubear. Mis ejércitos libertarios no han
logrado pasar de Chacaíto. Mis operaciones militares de un sobrevuelo por la
capital y un asalto misterioso a un arsenal”.
V.
La mudofobia es un claro
triunfo de la lógica totalitaria. El sentimiento de odio de clases y desprecio
ideológico sobre los que se edificó el chavismo se ha expandido como una ameba
gigante que contamina la afectividad política nacional. No es casual que
quienes inocularon la semilla ahora hayan creado una ley para domesticar la
cosecha. En su libro Contra el odio, la escritora alemana Carolin Emcke
concluye: “Quien enfrenta el odio con odio ya se ha dejado deformar”.
04-02-18
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