Por Saúl Jiménez
En Venezuela hay un señor de
nombre Iván Joaquín que al ver a sus hijos casados y que ya venían los niños
decidió que era mejor mudarse más cerca de ellos y tener una casa grande donde
pudieran llegar los nietos a jugar con plena libertad y que además se pudiera
reunir toda la familia en espacios amplios que con toda comodidad pudieran
celebrar sus encuentros y conversaciones, sus comelonas y sus sinsabores que no
faltan, así mismo fuera sitio de encuentro de los demás familiares y amigos
donde pudieran tocar música, cantar, celebrar en un país con una situación
económica que, aunque difícil, estaba enmarcado dentro de las normas de la
convivencia ciudadana.
Así iban pasando los años de
Iván Joaquín con su familia en su nueva casa rodeado de hijos y nieto cocinando
sancochos, carnes asadas, pizzas y en fin cualquier fecha era propicia para
reunirse, celebrar y compartir pero igual sus nietos venían los días que
quisieran a jugar, desordenar y ordenar la casa, realizar maldades de niños con
total libertad y más allá de lo que en sus propias casas le permiten.
Por otro lado desde el
inicio del gobierno de Chávez por allá por el año 2000 los venezolanos
iniciaron un proceso de migración, si se quiere selectiva, donde las personas
más pudientes empezaron a organizar la mudanza desde su país para países del
primer mundo señalando que no estaban de acuerdo con el gobierno o que si el
gobierno iba hacia un comunismo y ellos no querían eso para sus hijos situación
algo extraña porque los venezolanos no somos de mentalidad migratoria pero
bueno son decisiones válidas dentro de su status económico.
Esa situación de los
migrantes era parte de las tertulias en la casa de Iván Joaquín como algo
lejano para ellos, siempre pensaban que eran decisiones muy personales de esas
familias y que lo llevaban a cabo porque lo podían hacer, paralelo a ello el
gobierno expropiaba fábricas, fincas, fundos, comercios y se hacía propietario
de diferentes medios de producción que de la noche a la mañana se hicieron
improductivos, así vemos en la autopista Caracas Valencia grandes extensiones
de tierra donde antiguamente habían sembradíos de caña, cambur, auyama o cría
de ganado que ahora lo ocupan grandes galpones hidropónicos, que deben haber
costado un realero, abandonados allí no se ve nadie trabajando y por el
contrario la maleza ya traspasó el techo de material plástico, galpones llenos
de equipos agrícolas que nadie toca.
Desde hace 6 años la
situación empezó a deteriorarse más agresivamente cuando se iniciaron las
carencias de algunos rubros alimenticios, algunas medicinas, algunos materiales
de oficina uno que otro material de construcción y desde el 2013 donde el
petróleo empezó a bajar de precio cada día la situación se empezó a hacerse más
difícil, se vivía pero con algunas carencias que progresivamente se vienen
agravando.
Cada vez que baja el precio
del barril del petróleo y baja la producción lo siente desde el banquero hasta
Juan Primito que vive en el Barrio José Leonardo Chirinos en el Sur Sur de
Valencia o Pedro Pérez en el barrio Bella Vista haya en San Felix, todos
por igual lo sufrimos menos toda la burocracia del gobierno que mientras
el común de la gente va enflaqueciendo ellos van engordando.
Esta realidad ha conllevado
a producir esa gran diáspora en el pueblo venezolano donde después de los
acomodados se inició la de los profesionales de clase media exitosos sobre todo
los petroleros que son muy bien cotizados, luego los trabajadores
especializados y la gran sorpresa fue saber que jóvenes productores del campo
de La Azulita en el Edo. Mérida o de Mantecal en el Edo. Apure ya habían
iniciado sus viajes para países distantes de sur América por vía terrestre.
Un buen día le tocó a Iván
Joaquín oír en su casa que su hija estaba preparando viaje al exterior con su
familia y que sería cuestión de 5 meses que saldrían del país, pero luego fue
el otro hijo el que le vino con la noticia que había vendido su carro en
dólares porque se iba en 3 semanas del país y así los fue oyendo uno a uno de
sus hijos preparando sus viajes para un nuevo destino con nuevas oportunidades
que su país y su gobierno no les garantizan, que la salud y educación de sus
hijos es lo primero y ellos harán todo por lograrlo, desde esa noticia la casa
se hizo inmensa, ya se pregunta para qué es la casa grande si no hay a
nadie a quien tener allí, con quien compartir, con quien jugar, reír o llorar,
esta es la tristeza y el dolor que estamos viviendo las familias venezolanas y
debemos como sociedad civil ponernos los pantalones para organizarnos y buscar
la reversión de esta realidad y traer a nuestros hijos a casa por afecto y para
que contribuyan a la reconstrucción del País, no nos queda otra.
02-03-18
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