Por Carolina Gómez-Ávila
La incompetencia de la
oposición para unirse en un método republicano y democrático sólo le ha servido
para autodestruirse mientras apuntala a la dictadura en el poder.
Parecía imposible pero lo
lograron: ya no lideran a nadie. Por más que intentan agitar las calles, por
más que se atribuyan el número de protestas que se dan diariamente en el país,
la exigua afluencia les grita que en Venezuela también se agotó la carne de
cañón.
Para quienes quieren hacer
política con sangre y con presos, parece que aún no está claro que quienes nos
quedamos en el suelo patrio consideramos que resistir es permanecer vivos y
fuera de las mazmorras. No admiten que, por eso, su discurso no encuentra el
vigoroso eco que quisieran.
Es decepcionante pero, peor
que la decepción, es evidenciar que estamos sin liderazgo opositor. Unos
huyeron con el rabo entre las piernas y quienes se quedaron si dicen algo sensato,
resulta insuficiente.
¿Qué nos queda? Pienso que
no confundir supervivencia con indignidad y comprender que, si bien el país es
de todos los venezolanos, los compatriotas que contemplan nuestro problema
desde tierras prósperas nunca lo verán igual que quienes nos quedamos en el
terruño.
Los partidos, los proscritos
y los que se suicidaron, no ofrecen opciones así que nuestro deber es hacer lo
que tengamos que hacer para sobrevivir mientras intentamos recomponer el
maltrecho tejido social.
Para hacerlo no hay que
sacrificar convicciones pero es posible que experimentemos algunas
transformaciones. Además, la autoexclusión -que siempre consideré un error- lo
es más aún en este escenario sin lineamientos.
Quizás (¡por fin!) sea el
momento para integrarse y transformar desde adentro lo que no pudieron vencer
desde afuera los políticos ni los antipolíticos
No importa cómo se llame el
mecanismo de control social, aquí no hay una palabra a favor de la dictadura.
Comparto el destino de quienes nos quedamos en Venezuela y nuestra prioridad es
resistir. De lo contrario, nada podremos hacer para rescatar el orden
republicano y restaurar la democracia.
Sin sentir vergüenza ni
considerarnos humillados hagamos lo necesario para sobrevivir porque no se
avizora un cambio a corto plazo. Ninguna utilidad tiene esa “dignidad” que
muchos confunden con soberbia, si está a tres metros bajo tierra. Si es verdad
que la gloria está en ser útiles, más nos vale no practicar la dignidad del
camposanto.
01-09-18
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