Fernando Camino Peñalver 03 de septiembre de 2018
En los
países con economías estables la remuneración del trabajo, depende del aumento
de la productividad que genere más producción en el sector privado y como un
estímulo a la eficiencia en el sector público, por distintas razones ninguna de
las dos cosas existe hoy en Venezuela. Por lo tanto por más que el régimen
intente con un aumento salarial acercar el poder adquisitivo de la población a
la desbocada hiperinflación será imposible, porque ellos van en contravía de lo
que debe hacerse para corregir las distorsiones que han creado a nuestra
economía.
Ni
siquiera un aumento de 3.364% podríamos considerarlo como una indexación
salarial, ya que este no cubre los 295.821.795 bolívares fuertes que fue el
valor de la canasta alimentaria de julio ni la inflación acumulada entre
diciembre de 2017 a julio de 2018 que fue de 10.664%, ni mucho menos la
anualizada (entre julio de 2017 y julio de 2018) que fue de 82.766%. Con esto
no estamos diciendo que el aumento salarial ha debido ser mayor. Reafirmamos
que un aumento salarial debe hacerse cuando exista, por lo menos, una relación
armónica entre la oferta y la demanda de bienes y servicios, disciplina fiscal
y una política cambiaria eficiente y ese no es nuestro caso, por lo tanto
cualquier aumento salarial en estas condiciones se convierte en “sal y agua”.
Ninguna
de las medidas anunciadas junto con el aumento de salario va a tener éxito,
porque el principal problema del régimen es el no reconocer que existe una
grave crisis económica, social e institucional que ellos han creado y que ya
están incapacitados para solucionarla. Además, el gobierno no dispone de los
recursos económicos ni tienen la disciplina necesaria para corregir los
desequilibrios macroeconómicos y han perdido la confianza de nuestra población
y de la comunidad internacional. Por lo tanto, todas las decisiones que
anuncien en materia económica serán inútiles y solo agravarán más nuestra
situación.
Cuando
el régimen anunció el aumento salarial se compraba un dólar americano con seis
millones de bolívares fuertes y un salario mínimo mensual equivaldría a treinta
dólares, hoy sin haber recibido la población laboral el anunciado aumento, un
dólar cuesta nueve millones de bolívares fuertes ya el salario se ha reducido
el equivalente de veinte dólares, una reducción de un 33% en quince días.
Hoy la
demanda de los 25 artículos “convenido” con los productores (antes del anuncio
del aumento salarial) ha aumentado y la oferta de estos sigue igual, lo que ha
traído como consecuencia un aumento de precio superior a su regulación en el
“mercado negro” donde se ofertan y una inflación que estiman los expertos ya se
ha duplicado en relación al mes de julio. La respuesta del régimen a este
comportamiento de la oferta y la demanda ha sido lo que anunció Maduro como el
plan B para hacer “efectivos” sus anuncios económicos: más controles y más
represión contra los productores y los consumidores.
Pongamos
como ejemplo la oferta y la demanda de la carne y sus derivados. En 1998
existía en nuestro país un rebaño de catorce millones de unidades animales de
ganado vacuno (“cabezas de ganado”) y 250 mil unidades de cerdo hembras
(“madres”), para una población de aproximadamente veinte millones de
habitantes. Pero la inseguridad personal y jurídica, el irrespeto a la
propiedad y los mecanismos de control gubernamental a la actividad productiva
fueron diezmando nuestra ganadería.
Nuevamente
y de forma sorprendente, el gobierno vuelve a aplicar la fracasada fórmula:
regulación, control y represión. Esto es evidentemente inviable
Hoy
para una población aproximada de 31 millones de habitantes, nos quedan siete
millones de cabezas de ganado bovino y 45 mil unidades de cerdos madres.
Lógicamente, la caída de la oferta de productos cárnicos ha generado la escasez
y la carestía de esta importante fuente de proteína para la demandante
población, la cual está imposibilitada de adquirirla. Por esta razón el consumo
ha disminuido de veintitrés kilos por persona al año, a seis kilos que es lo
que se come actualmente. No hay carne pa’ tanta gente.
La
solución a esta crisis institucional, humanitaria y económica es que podamos
tener un Estado merecedor de la confianza de nuestra población y de la
comunidad internacional. Con la ayuda de las instituciones financieras
internacionales y nuestra capacidad productiva vamos a corregir los
desequilibrios macroeconómicos, aumentar nuestra producción y ayudar a nuestra
población más vulnerable a superar los niveles de pobreza y de desnutrición
generados por la corrupción, la indolencia y la incapacidad de este régimen.
Los pesimistas dicen que se necesitará mucho tiempo para poner en marcha al
país. Eso no es cierto. Cuando se reestablezca la Democracia, podremos trabajar
con apoyos internacionales, recursos propios y talento nacional con la
capacidad para recuperar a Venezuela, mucho más pronto de lo que se imaginan.
Fernando
Camino Peñalver
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