Julio César Arreaza B. 14 de abril de 2019
El
crimen de Chávez y su logia militar fue haber desarticulado y acabado con el
Estado, mediante la destrucción de sus instituciones democráticas y los pilares
morales que soportaban el tejido y el relacionamiento de la sociedad entre sí.
El
difunto resentido con la democracia insertada en el ADN de los venezolanos se
planteó y ciertamente decidió, bajo un éxtasis de personalismo autoritario,
implantar aquí la Revolución cubana, empobrecedora y negadora de la dignidad
humana, y para ello apuró como un trago seguidillas de acciones tipificadas en
crímenes de lesa humanidad. El militarismo subversivo subvirtió el orden
democrático. Ante la historia quedará la logia para siempre señalada de tamaña
ignominia.
Venezuela
es hoy un campamento militar en el que los usurpadores dictan órdenes y obligan
a cumplirlas asentados en el poder de las armas, contraviniendo la
Constitución. El régimen encarna una cleptocracia de corte totalitario, nunca
habíamos pasado por algo así, en términos de sufrimiento humano atroz.
Perdió
la capacidad para responder a los ciudadanos, de darle solución a sus
necesidades básicas. Hemos retrocedido 50 años en el sistema de salud. Se viola
el derecho humano al agua potable. Disuelto el Estado, entramos en una
situación en el que las mafias criminales actuando por sus fueros atacan la
población civil y la priva de sus derechos. Armó los colectivos contra la
población.
Ya son
20 años de mentiras. No estamos dispuestos a seguir viviendo de esta forma. La
incertidumbre es la norma. Una Venezuela secuestrada y convertida vilmente en
un laboratorio de manipulación. Un país paralizado sin educación, sin salud ni
servicios básicos. Todavía la banda que se hizo del poder no ha demostrado de
lo que son capaces. Gana tiempo y lo pierde el venezolano secuestrado. Está más
que comprobado que el costo de salida, para ellos, es infinito y su costo de
represión nulo, así lo asumen sus capitostes quienes están sumergidos en algo
diabólico, una especie de pulsión enajenante de asesinar al país.
De
otro lado, el mundo democrático no reconoce el mandato del usurpador, vinculado
a las FARC, Hezbolá y Hamas. Un régimen que emite pasaportes a terroristas y
cede territorio al narcotráfico, terminó convirtiéndose en una amenaza enorme
para el hemisferio, que concuerda como única solución el cambio político.
Los
venezolanos tenemos el derecho natural a la legítima defensa y por eso
solicitamos activar ya el 187, en medio de una catástrofe humanitaria y
sanitaria. Resulta patético el padecimiento de la gente.
Seremos
incontenibles, si tenemos confianza en nosotros mismos como pueblo. Presionamos
por la aceleración de los tiempos de la comunidad internacional. Estamos a
punto de que las Naciones Unidas lidere la ayuda humanitaria.
¡No
más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados
Julio
César Arreaza B.
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