Por Karla Franceschi C.
“Ciudad de Panamá es como
Maracaibo”, dice por teléfono Carlos Cruz-Diez entre risas. “Hace mucho calor,
pero también mucho frío por la cantidad de aires acondicionados que hay en
todos los lugares en los que entras”, se apresura en agregar. Por momentos baja
el ritmo, pero nunca su entusiasmo ni su afecto.
Es justo en Panamá donde
inauguró recientemente la Cromoestructura Kenex, en el edificio Kenex Plaza,
obra en la que plasma su preocupación por integrar el arte y la arquitectura.
O, más bien, el arte y la ciudad.
En ese sentido, a Caracas le
regalaría alegría, pero no más arte. “Es una de las ciudades con más obras en
el mundo. Están allí pero no se informa a la gente. Al caraqueño hay que
hacerle tomar conciencia. Ahí está la Ciudad Universitaria, hay piezas de
Alejandro Otero, de Jesús Soto y de otros artistas importantes”, señala.
A Venezuela la pintaría con los
colores de la esperanza, aunque en los últimos años el país se ha teñido con
los de su Cromointerferencia de color aditivo, el piso del aeropuerto de
Maiquetía.
Sin proponérselo, en 1974
diseñó la pieza que se convirtió en el símbolo de la diáspora venezolana. Es un
espacio para el tránsito que puede ser de ida, pero también de vuelta.
“Yo jamás imaginé que una de
mis obras iba a adquirir ese significado. Pero dentro de lo dramático que puede
ser para un país la partida de sus habitantes, ese piso también puede ser el
símbolo del retorno. Sin embargo, y a pesar de lo que ahora representa, es muy
bonito que una obra de arte se convierta en símbolo de un país. Son muy pocos
los casos, como el de El grito de Edvard Munch, que es un símbolo de Noruega.
Para mí es conmovedor”, expresa.
Mientras tanto, no se atreve
a opinar de la actualidad del país. “Tengo muchos años fuera de Venezuela.
Desde fuera se ve extremadamente complejo”, se excusa. Asegura que no entiende
lo que sucede. “Lo que señala la prensa, la gente, es terrible. La crisis es
complicada. Marcos Pérez Jiménez y Carlos Andrés Pérez salieron del poder por
una situación menos delicada de la que hay ahora. Pero hay quienes dicen que el
modelo funciona. Entonces hay algo que yo no entiendo. Por menos de lo que se
ve ahora llegaron al poder los adecos y los copeyanos luego de la dictadura”,
afirma.
Sobre las instituciones.
Carlos Cruz-Diez ve con buenos ojos la gestión del museo que lleva su nombre,
que en 2016 cumple 18 años y en donde se inauguró en diciembre la muestra
Atrapando el color, que incluye piezas –las Duchas cromáticas– cedidas por él
en 2013. Asegura que la institución ha tenido una actividad positiva y que el
equipo que allí trabaja tiene vocación, voluntad y entusiasmo.
Sin embargo, es consciente
de otra realidad: importantes exponentes del arte contemporáneo se han quedado
fuera de las colecciones de la Fundación Museos Nacionales porque su obra es
crítica, contestataria.
“Lo que sucede es que el
marxismo no permite la rebelión y el artista es rebelde en su lenguaje, en su
discurso”, opina. Indica también que esta ideología es un mecanismo estático y
que un artista no está dentro de los parámetros de ese pensamiento porque
quiere cambiar todo.
“El arte comprometido
políticamente limita la creación, las alternativas y hasta su concepto porque
el arte es invención, es libertad, y no puede estar sometido a un discurso ni a
una doctrina política”, añade.
Afirma que en el país se ha
desarrollado una gran actividad cultural en los últimos años. “Es en los
momentos de crisis cuando se desarrolla el arte. Eso es algo muy positivo. El
arte es un refugio a los problemas cotidianos”.
A los 92 años de edad
considera que le falta mucho por hacer. Quiere seguir trabajando en su
discurso, en darle densidad a su lenguaje. Cree que ese debe ser siempre el
objetivo de todos los artistas. También es consciente de que el arte y los
creadores están cambiando.
“El artista, como lo
conocemos, no será el mismo porque las posibilidades de soporte que se le han
presentado para decir, para trabajar, son inmensas. Todo lo que vivimos supone
un soporte maravilloso para la construcción de nuevos discursos plásticos. Hay
creadores que han abierto un camino para otro tipo de arte y hay jóvenes que
han dado respuesta novedosas a cuestiones plásticas”.
Aunque tiene una extensa y
reconocida carrera, a Cruz-Diez le interesa más que lo recuerden solo como un
ser humano. “Me gustaría permanecer en la memoria de la gente como un hombre
emotivo, cariñoso, que trató de brindar alegría, información a los otros, desde
el afecto y desde el color”.
Arte e integración
La preocupación de Carlos
Cruz-Diez por llevar el arte a la gente ha marcado gran parte de su carrera. Ha
intervenido importantes espacios como el edificio Covington & Burling, en
Washington, y las caminerías del Marlins Park, en Miami.
“He buscado llevar mi obra a
la calle para el disfrute masivo. El soporte calle es el más importante. Las
ciudades se han vuelto inhumanas, agresivas en sus códigos. Esa ha sido mi
insistencia desde hace décadas. Esto da alegría, optimismo, placer, asombro”.
Recientemente, el artista inauguró el Faena House en Miami y el Kenex Plaza en
Panamá.
Además, en Espace Expression
en Miami, Cruz-Diez muestra su obra gráfica. “Es la base de mi investigación,
que al principio era el color fuera del soporte, hacia el espacio. Y una de las
posibilidades que me ha dado la gráfica es desarrollar ese concepto”.
31-01-16
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