Por Claudio Nazoa
Al firmar un contrato,
llevamos todas las de perder, a menos que el contrato lo redactemos nosotros.
El otro día me invitaron a un
programa de entrevistas en un canal de cable. Antes de grabar, una bella
muchacha de producción, con un papel en la mano y con voz inocente, me dijo:
—Sr. Claudio, firme aquí. Y no
se preocupe, es la autorización…
Menos mal que leí el papel que
con tanto cariño me traía. Sentí ganas de salir corriendo al percatarme del contenido
de aquella diabólica autorización.
De firmar, no solo me habría
convertido en esclavo de la productora, sino que, además, habría perdido todo
para siempre: familia, ideas, libros, casas, mujeres, mi título nobiliario de
barón de Maratea, todas las fotografías que tomé alguna vez en mi vida. ¡Toda
vaina!
De firmar, habría sido inútil
huir no solo de Venezuela, sino del mundo e incluso, hasta de otros planetas.
Ya sabrán por qué.
De firmar aquel decreto de
esclavitud eterna, estoy seguro de que jamás, de ninguna forma y por toda la
eternidad, me liberaría.
Sudaba. Mis manos temblaban.
Todo lo escuchaba en cámara lenta. Las antes bellas productoras, en mi mente
atemorizada, se convirtieron en personajes del bar de la Guerra de
las Galaxias. El pánico se apoderó de mí. Sentí que estaba a punto de ser
secuestrado por alienígenas disfrazadas de humanos que me tendieron una trampa
que se activaría al firmar tan amañado documento.
Logré engañarlas. Les dije que
al terminar de grabar firmaría. En un descuido, les arranqué el papel y salí
huyendo. Corrí a lo largo de la urbanización La Castellana (ay, ya dije dónde
es sin querer), hasta que me sentí a salvo. Atrás de mí, escuchaba a las
productoras gritando: Firme… firme.
¿No me creen? ¿Piensan que
exagero? Lean estos extractos: “…El productor y sus afiliados designados,
sucesores, licenciatarios y cesionarios podrán utilizar los derechos de autor,
usar y re-usar, copiar, publicar, distribuir, editar, resumir, exhibir y de
otra forma, utilizar a discreción mi nombre (verdadero o ficticio), mi
apariencia, persona, actuación, voz, fotos, información biográfica,
identificación y declaraciones, por todos y cualesquiera métodos y en todas y
cualesquiera maneras, ahora conocidas o que en el futuro se desarrollen, para la
producción o cualquier otro programa a través del universo a perpetuidad.
Otorgo todos los derechos, títulos e intereses de cualquier índole y
naturaleza, a perpetuidad en todo el universo…”.
Increíble, pero cierto.
08-02-16
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