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miércoles, 10 de febrero de 2016

Los miserables de Hugo (y no es Víctor), por @yilales



Miguel Yilales 10 de febrero de 2016
@yilales

Definitivamente el dicho popular de que hay personas que pasan por la universidad pero la universidad nunca pasa por ellos, nunca había tenido más ejemplos que los que nos ha correspondido vivir en esta lóbrega hora revolucionaria. A sus desalmados líderes y paladines de la ignominia les encantan disimular su amplia cultura citando a autores que nunca han leído y que si acaso habrán ojeado.


Esta semana la flamante abogada e implacable perseguidora de la injusticia en Venezuela, Luisa Ortega Díaz, le correspondió dirigirse ante la Asamblea Nacional para presentar la memoria y cuenta, que por mandato constitucional debe hacer cada año. Sin entrar en consideraciones de cuanto maquilló las cifras de desapariciones, secuestros, asesinatos, celeridad procesal o la gigantesca impunidad, lo que destacó, y todo el mundo recordará, es el que ella confundiera, quien sabe si adrede, el lugar de origen de Víctor Hugo, autor de la novela “Los Miserables”.

Por supuesto que enseguida reventaron las redes sociales, insisto, no por un mensaje tan miserable e irresponsable, sino porque quien le preparó el discurso colocó a Víctor Hugo como nicaragüense, lo cual se corresponde con su entender de que sí no importa si un personajillo nació en Cúcuta o Caracas, cuanto menos un personaje universal como el literato francés.

No sean tan miserables

Si usted quiere saber de política o economía debe comenzar, no por el Manifiesto Comunista o la Riqueza de las Naciones, sino por El Principito, Nuestra Señora de París, 20 mil leguas de viaje submarino o las Aventuras de Gulliver que era la forma de criticar al sistema imperante en medio de las restricciones de la época.

Tanto a Chávez como a Maduro y a otros jerarcas de la cleptocracia que nos desgobierna, y a las cifras de Transparencia Internacional me remito, les encanta decirles a los demás que hagan lo que ellos serían incapaces de hacer consigo mismo o con sus familiares: a las personas le indican que lean mientras ellos navegan en las aguas de la ignorancia, que el imperio todo es malevolencia aunque ellos se encasquetan un sombrero de Mickey Mouse a penas lo ven o lo que es peor les piden sacrificios por la grave crisis pero envían a sus hijos a estudiar a las más selectas escuelas del mundo.

Desde hace más de un año cientos de miles de estudiantes venezolanos no han podido continuar sus carreras en el exterior porque no reciben las divisas que les permitan cancelar las matrículas correspondientes. Las historias contadas por ellos mismos dan cuenta de cómo les ha tocado dedicarse a cualquier oficio para cumplir los compromisos adquiridos con sus casas de estudio.

La escusa con la que este régimen forajido justifica tamaña irresponsabilidad es que “las carreras que estudian no son necesarias para el país”. Atrás quedó el programa de becas Ayacucho, de acceso para todos. No hay dinero para que jóvenes venezolanos estudien, a menos que por sus venas fluya la sangre real del feudo de Sabaneta de Barinas, lo cual les da patente de corso (piratas al fin) para disfrutar y dilapidar el dinero que por la gracia les corresponde.

Estamos en una encrucijada en la que se hace obligante que quienes se dedican a la administración de lo público sean transparentes y honestos con su vida privada, para que no terminen despreciados como los miserables del Hugo venezolano, que nada tiene que ver con los del francés Hugo.

Llueve… pero escampa

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