Por Piero Trepiccione
Hace tan solo unos siglos
atrás, los gobernantes justificaban su autoridad y su poder en el derecho
“divino” que argumentaba que Dios estaba detrás de los mandatarios de
“sangre azul” cuyo destino era el de gobernar permanentemente a los hombres a
través de su linaje. Mucha sangre tuvo que correr gracias a la guillotina y
otros instrumentos de guerra para desmontar esta tesis y dar paso a mecanismos
más democráticos y humanos para poder fundamentar el ejercicio del gobierno.
Hoy en día las luchas
por el poder lamentablemente siguen siendo noticia en muchas partes del mundo
Hoy en día las luchas por el
poder lamentablemente siguen siendo noticia en muchas partes del
mundo debido a que a algunos líderes les cuesta dar el paso a otros en lo
que se refiere a los privilegios. La justificación divina de antaño ha sido
sustituida por un uso abusivo y exacerbado del “pueblo”. En nombre de éste
se justifica la reelección indefinida, malas políticas públicas, la utilización
de familiares cercanos o el llamado “nepotismo” en cargos claves de la
administración pública.
En nombre del “pueblo” se han
lanzado candidaturas presidenciales de esposas, hijos, sobrinos, favoritos,
entre otros inventos absolutamente justificados para mantener “el coroto” o la
silla que identifica el poder en una sociedad. Todo es válido cuando de
mantener el control del poder se refiere. Inclusive, cuando una sociedad se ve
afectada grandemente por severas crisis económicas producidas por la
mala gerencia pública de quienes ostentan el gobierno, antes que renunciar o
facilitar procesos de transición política que redunden en cambios
significativos para la población en general, los gobernantes prefieren cerrar
cualquier válvula de escape que pueda poner en riesgo su control.
En la Venezuela del presente,
estamos viendo un claro ejemplo de lo que significa “aferrarse al poder”. El
presidente Maduro gobierna en medio de una baja de popularidad sin
precedentes en la historia política del país al menos en los últimos 15 años.
Esto no sería suficiente para “justificar” su salida del poder; pero lo que si
agrava su situación particular y la de millones de venezolanos es la
“parálisis” del gobierno que preside para tomar decisiones racionales en
materia económica que permitan al menos detener, la espantosa ola
inflacionaria que afecta el bolsillo y el estómago de las familias
venezolanas. “Aferrarse al poder” significa no reconocer las victorias de tus
adversarios en gobernaciones, alcaldías, Asamblea Nacional y en otros
niveles donde creas órganos paralelos para evitar someterte al escrutinio de la
voluntad general que se manifiesta en procesos electorales. Ejemplos de ello
tenemos muchos. Antonio Ledezma gana la alcaldía mayor de Caracas e
inmediatamente se le quita la mayoría de su presupuesto y competencias con una
entelequia denominada “gobierno del Distrito Capital” que ni siquiera es
producto de una elección popular sino de una designación. Gobernaciones como la
de Miranda, Lara, Amazonas, entre otras, que reciben menos presupuesto que es
transferido a “corporaciones regionales” cuyos titulares no son electos sino
designados para hacer “contrapeso” político a mandatarios de oposición.
El caso más emblemático
es el de la Asamblea Nacional electa en 2015 y ganada mayoritariamente por los
factores de oposición
El caso más emblemático es el
de la Asamblea Nacional electa en 2015 y ganada mayoritariamente por los
factores de oposición que ha sido diezmada por el Tribunal Supremo de
Justicia, pública y notoriamente controlado por jueces ligados al partido
de gobierno. En fin, el trasfondo del juego cerrado que nos está
caracterizando actualmente tiene que ver con el cierre de todas las vías que
faciliten las válvulas de escape constitucionales que procesen las diferencias
del liderazgo del país ceñido a la voluntad general del pueblo.
Pareciera que hemos
involucionado en materia de la política como mecanismo de resolución de
conflictos en una sociedad. San Agustín nos decía, al final del
primer milenio de la era cristiana, que “la política era el oficio más noble al
que se podía dedicar el ser humano” en tanto y cuanto sirviera al bien
común y al servicio público. Hoy estamos alejados de estos preceptos porque “algunos”
están entendiendo que la política es para fines particulares y no en función
del bienestar general. Venezuela vive una prueba dura en estos momentos. El
poder hasta ahora ha sido el protagonista. ¿Cuándo será protagonista el pueblo,
de verdad, no por invocación?
08-04-17
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