Luis Manuel Esculpi 06 de marzo de 2018
@lmesculpi
Han
sido incapaces de adoptar medidas para aliviar la gravedad de la crisis.
Resulta comprensible que sea así, pues ellos han sido los responsables del
desastre. La encuesta Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la Población
Venezolana (ENCOVI) que viene realizando desde hace varios años, la Universidad
Central de Venezuela, la Universidad Simón Bolívar y Universidad Católica
Andrés Bello recientemente dada a conocer a la opinión pública, revela en cada
uno de los aspectos del estudio cifras verdaderamente dramáticas que reflejan
la magnitud de los peligros que acechan a la sociedad venezolana.
En
todo lo relativo a la alimentación, educación, seguridad personal, trabajo,
emigración, salud, seguridad social, vivienda y servicios; se evidencia la
crisis global que se agudiza día a día. Más preocupante aún cuando se conoce el
trabajo de campo fue realizado cuando todavía no habíamos entrado en la
hiperinflación que hoy sufrimos.
Los
aumentos de salarios y los anuncios de diversas bonificaciones no son recibidos
con beneplácito, por el contrario la población ha tomado conciencia que esas
medidas al no estar acompañadas de políticas dirigidas a combatir la inflación,
terminan convirtiéndose en contraproducentes.
Entre
tanto la retórica gubernamental pretende ignorar la situación económica y la
dimensión de sus consecuencias sociales, hablan de progreso, de los supuestos
“logros revolucionarios” mientras el empobrecimiento se generaliza y agobia la
cotidianidad de los venezolanos al tener que dedicarse a idear fórmulas para
adquirir escasamente los alimentos y el sustento diario.
Aumenta
el ausentismo laboral y la deserción escolar, las empresas privadas no pueden
mantener los comedores, a los trabajadores no les resulta pagar transporte y
alimentación para cumplí con la jornada laboral por el menguado sueldo que reciben.
Las
Misiones han modificado sus proyectos originales, junto a los CLAPS y el
“carnet de la patria” se han convertido en instrumentos para el control social,
que a la vez se utilizan para la manipulación electoral; tal como se demostró
en los procesos fraudulentos del año pasado. Allí si han desarrollado
verdaderas destrezas y creatividad, en fin de cuentas son las herramientas que
le permiten -cada vez menos- guardar unas ciertas apariencias de formalidades
democráticas, conservar el “lecho de roca” de su anterior electorado y mantener
su razón de ser, la conservación del poder como un fin en sí mismo.
Los
postulados de la izquierda decimonónica aunque forman parte de su gastada
fraseología, no tienen mucho que ver la su práctica que está signada por el más
rupestre clientelismo. El nacimiento del nuevo partido oficialista,
absolutamente paragubernamental: “Somos Venezuela”, su lanzamiento no fue más
que una demostración protuberante de esa condición. El discurso de Maduro
careció totalmente de planteamientos políticos o doctrinarios, solo anuncios
prolijos en las políticas de bonificaciones como eje central de la puesta en
escena inaugural.
La
crítica al clientelismo del pasado se queda corta ante la realidad del
presente. Tales prácticas se acentúan en los períodos electorales, los más
recientes no son ajenos a la convocatoria adelantada de comicios.
El
régimen que ha gobernado en los últimos años ha superado con creces
orientaciones y prácticas que en la teoría predicaba combatir como la
corrupción, la burocracia, el clientelismo y tantas otras banderas que
levantaron para alcanzar el poder, posteriormente abandonadas por el
pragmatismo, el “realismo político” , el disfrute de las prerrogativas, los
beneficios que supone el poder.
Constituye
un factor exponencial cuando quienes lo ejercen durante un tiempo prolongado,
jamás imaginaron ocupar posiciones como las que alcanzaron como consecuencia de
las casualidades, las sorpresas, las vicisitudes y los avatares de la política.
Luis
Manuel Esculpi
@lmesculpi
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico