Por Antonio Ecarri Bolívar
Vladimir Ilich Ulianov, alias
Lenin, fue un prolífico escritor, ideólogo y analista político ruso, quien por
llevar a su minoritario partido socialdemócrata al poder y acometer la primera
revolución marxista del mundo, pasó a la historia de la izquierda radical como
el sumun de la sabiduría política de todos los tiempos. No en balde
siempre se ha sostenido que son los vencedores los que escriben la historia. Esto
último es la razón por la cual, durante al menos cincuenta años, esa misma
izquierda radical le daba la razón a Lenin y no a sus adversarios internos, en
aquel partido político ruso, donde predominaron sus tesis.
Uno de los trabajos, donde
Lenin discute sus tesis e impone su punto de vista revolucionario, sobre los
reformistas, lo tituló ¿Qué Hacer? Escrito entre el otoño de 1901 y febrero de
1902. Allí pulveriza a los reformistas y los descalifica con los remoquetes de
“social-traidores”, “economicistas”, “oportunistas” y demás epítetos
denigrantes. La verdadera historia, la real, ha terminado por darle la razón a
quienes no alcanzaron el poder, a los mencheviques, es decir a los reformistas,
a los socialdemócratas alemanes como Berstein y a los rusos como Kerensky.
Lograron más, en el futuro, por la vía de la reforma y el Estado de Bienestar,
en paz y en democracia, que toda esa mentira continuada tiránica y represiva
que fue la “dictadura del proletariado”.
Lo lamentable de toda esa
historia es que nunca sabremos, cuántos millones de seres humanos hubieran
salvado la vida si el radicalismo leninista no se hubiese impuesto con su más
funesta consecuencia: el stalinismo, sus purgas criminales y sus gulags;
diseñados para los burgueses y terratenientes, pero donde terminaron sus días
tanto mencheviques como bolcheviques que se opusieron a aquella supuesta
dictadura del “proletariado”. Ah, y todo ello ocurrió porque hubo unos
políticos timoratos, con Kerensky a la cabeza, que no los enfrentaron, con
decisión y a tiempo, siendo mayoría en la calle.
En Venezuela debemos
plantearnos hoy ¿qué hacer?, frente a la dispersión de la oposición al régimen
de Maduro, sus diversas posiciones y donde el radicalismo parece ir ganando la
batalla de la opinión, con su desiderátum de ineficacia y estulticia. Allí es
donde nos asalta la mayor de las dudas y de las alarmas: si la política radical
es la que se impone y frente a la dictadura nos dedicamos a la “abstención
militante”, la cual nadie sabe con qué se come, es muy probable que despertemos
el día siguiente a las elecciones presidenciales, igual como amanecimos el 13
de abril del 2002, cuando veíamos, estupefactos, a Chávez retornar triunfante
al palacio de Miraflores. Y todo ello, gracias a la inhibición de una dirigencia
política democrática chantajeada, hasta el paroxismo, por unos radicales que
como dijera Unamuno puede que lleguen a vencer, pero nunca a convencer, porque
no tienen la razón.
¿Qué Hacer y cómo hacerlo?
Sugiero que, para empezar, ese recién constituido Frente Amplio no se quede en
un enunciado poético, sino en un activo buscador de la unidad de todos los que
allí no están. ¿Cómo se puede adelantar una política unitaria, si no se
establece comunicación con el único candidato opositor inscrito para competir
en la elección presidencial, el señor Henry Falcón, así éste haya o no acertado
en su decisión de presentarse aisladamente? Entre otras frioleras, porque no me
parece ver alguien con la capacidad de tirar la primera piedra, de la ausencia
de pecado, en el ejercicio de esta política opositora de bandazos, unos más o
menos que otros. Ah y a la señora María Corina y su grupo, cuya postura tampoco
comparto, pero quien se debe tomar en cuenta por la misma razón que es
obligatorio hacerlo con Falcón. Es que no nos sale tener enemigos de este lado
del espectro político y del otro, tampoco, solo adversarios.
En definitiva, ¿Qué hacer?:
unir a la mayoría para presionar a un gobierno terco, pero arrinconado por la
comunidad internacional para que abra un nuevo diálogo, ahora sí sin
trapisondas, para otorgar las condiciones mínimas que, todos sabemos,
permitiría la participación opositora en bloque, a saber: elecciones a final de
período, libertad de los presos políticos, apertura de canal humanitario, revocatoria
de la inhabilitación de Leopoldo y Capriles y nuevo Consejo Nacional Electoral.
Así iríamos a unas elecciones primarias, para que sea la gente y no un sanedrín
que decida quién sería el candidato único y unitario de la alternativa
democrática. Probablemente lograríamos, de nuevo como el 2015, el entusiasmo
que derrotará la actitud contemplativa de una gente que no quiere votar, con
razón, porque no nos ven unidos a todos por Venezuela.
De tal manera, de lo que se
trata es, ni más ni menos, desalojar a la minoría del poder, tan fácil como
eso. A menos que mi abuelita, que en paz descanse, termine teniendo la razón
cuando exclamaba al ver las continuas equivocaciones de los líderes: ¡Ay
mijito, es que usted no sabe… cuán brutos suelen ser los hombres de talento!
* Vicepresidente de Acción
Democrática
15-03-18
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