Por Luis Vicente León
Esto que la mayoría de la
gente percibe como el clímax de la crisis es apenas el inicio. La
hiperinflación es un fenómeno exponencial. Sin atacar la raíz del problema, el
crecimiento de precios se amplifica convirtiéndose en un huracán.
Comenzamos a experimentar la
hiperinflación en noviembre y los cambios de un trimestre a otro son
impresionantes. El crecimiento de los precios ha sido dramático y el problema
es que todo apunta a que en tres meses recordaremos a este trimestre casi con
cariño.
De eso se trata de la
hiperinflación. Comienza con un crecimiento mensual de precios del 50% que, de
mantenerse en el mismo nivel, alcanza al final del año un 12.000%. Pero no es
un crecimiento lineal. Un bien que arranca costando un millón de bolívares,
termina costando al mes siguiente un millón y medio y al siguiente dos millones
doscientos cincuenta mil y al siguiente tres millones cuatrocientos mil y al siguiente
cinco millones y luego siete millones, once millones, dieciocho millones,
veintiséis millones, treinta y ocho millones, cincuenta y ocho millones,
ochenta y seis millones, ciento veintinueve millones y
siga exponenciandopor ahí. Pero, si además ocurre el fenómeno clásico de
que ese porcentaje mensual crece, la cosa se complica. Con un 65% mensual la
inflación anual llegaría a 166.000%, un número que queda pálido si llegamos al
100% mensual, algo que, en muchos rubros, está pasando.
Esto no es un juego. El
impacto sobre la vida de la población es demoledor. Los asalariados llevan la
peor parte, pues es imposible que sus sueldos acompañen este crecimiento a la
velocidad de la hiperinflación y una semana de desfase significa que el sueldo
que inicia cubriendo media cesta de bienes puede terminar no cubriendo ni el
autobús para comprarla.
Los aumentos de sueldo por
decreto no son más que intentos desesperados de colocar un torniquete
rudimentario en una pierna amputada. La relación entre la inflación desbordada
y la devaluación del tipo de cambio es directa. Es imposible mantener estable
el tipo de cambio paralelo mientras los precios internos se desbordan. Es muy
simple, si los bienes siguen creciendo y el tipo de cambio no, el único bien
barato sería el dólar y la gente lo demandaría furibundamente, con lo cual su
precio se dispararía exponencialmente y las barreras artificiales para que eso
ocurra sólo sirven para encarecer aún más la operación negra.
La teoría y la historia son
muy claras: más controles, cierres de empresas y negocios, amenazas, presos y
persecuciones sólo empeoran dramáticamente la situación y hace mil veces más
difícil resolverla. Cierras panaderías y no hay pan. Apresas carniceros y no
hay carne. Expropias centrales azucareros y no hay azúcar. Y el precio de los
bienes que no hay… es infinito.
La ruta para atender el
problema es harto conocida y probada en el mundo entero. Una vez desatada la
hiperinflación, no hay más remedio que enseriarse. Los intentos de mantener el
error inicial de los controles, echándole la culpa a otros, fallan
estrambóticamente y hacen insostenible el país. La presión de cambio es brutal
y, entonces, ocurre lo que en todos los casos de hiperinflación en el mundo
terminó pasando. O el gobierno cambia el modelo que lo llevó ahí, abre la
economía, libera las operaciones cambiarias, busca y permite el flujo de
recurso externos, negocia con el sector privado y restablece equilibrios
políticos que permitan recuperar confianza o cambia el gobierno y el nuevo hace
lo que el otro tenía que hacer. Hay experiencias de las dos cosas, pero no hay
ni una sola distinta a esas dos opciones. Y algo está clarísimo. No hay
hiperinflación infinita y no se sale de ella sin un modelo racional. Saque
usted sus conclusiones.
13-05-18
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