Carolina Jaimes Branger 04 de junio de 2020
@cjaimesb
Que
el régimen haya tenido que negociar con Guaidó la entrada de la ayuda
humanitaria, luego de que el año pasado hizo todo para que no entrara, es una
muestra de debilidad de ellos, no nuestra
o
que más ha dañado a quienes nos oponemos al régimen chavista madurista en
Venezuela, han sido los egos sobredimensionados de algunos de nuestros líderes.
El régimen, bien asesorado por el G2 cubano –que no en balde lleva 62 años
instalado en el poder- ha logrado aprovecharse de esa situación para romper
nuestra unidad de todas las maneras posibles. Ellos saben que la unidad los
perjudica, pero nosotros, pareciera que no. Y han logrado destruirla, a punta de
comprar gente, crear campañas de desinformación, mentiras, amenazando,
apresando, torturando, asesinando.
La
campaña en contra del presidente Guaidó ha sido implacable. Han tratado de
destruirlo como sea. Le han construido cientos de historias falsas, que
insólitamente mucha gente cree. Yo digo como Héctor Manrique: “al régimen no le
creo nada”. Pero por desgracia les ha resultado y han tenido coro dentro de la
oposición. Guaidó ha ido decreciendo en popularidad, a medida que Maduro gana
tiempo, que es lo que necesita. Guaidó, sin que me quede duda, es un héroe.
Posee las gónadas que muchos no tienen. Han detenido a sus colaboradores más
cercanos, hasta con sus familias. Detuvieron a su tío. No sabe cuándo decidirán
echarle el guante –no se han atrevido, pero eso no significa que no se vayan a
atrever- y sigue ahí, cumpliendo el compromiso que adquirió con Venezuela el 23
de enero del año pasado. Su familia entera está en riesgo. Hasta su propia
vida. Y sigue.
Claro
que se han cometido errores. Todos lo hacemos. Pero los errores de Guaidó, para
muchos opositores venezolanos, parecen imperdonables. No así los de Maduro. No
sé si será que para decirle a Maduro las cosas de frente no tienen el guáramo,
pero a Guaidó sí le dicen hasta del mal que se va a morir. Le critican todo, no
le perdonan nada. Sin menospreciar el derecho que todos tenemos de opinar,
antes de volver a criticarlo deberían preguntarse qué han hecho ellos para y
por la libertad de Venezuela.
Yo
les pregunto: ¿qué hacemos sin Guaidó?… ¿quién lo va a sustituir, que lo
reconozca y lo apoye la comunidad internacional? Probablemente habrá unos
cuantos cuyos egos les indiquen que ellos son los ungidos. Pero la cosa no es
tan simple. Porque manejar imprevistos es lo más difícil de toda esta historia.
Cuando
Guaidó ofreció que la ayuda humanitaria entraría “porque sí”, tal vez no se
imaginó que el régimen sería capaz de detenerla a punta de tanques y metralla.
Ni él, ni sus colaboradores, ni quienes de otros países enviaron containers
llenos de todo lo que el pueblo venezolano necesitaba. A ninguno le pasó por la
cabeza que el régimen sería tan miserable que impediría por todas las formas
posibles que la ayuda entrara. Mientras Guaidó y su grupo estaban pensando en
la gente, al régimen sólo le importaba salvar su pellejo y demostrar que era el
dueño de la fuerza bruta. Ya sobradas muestras nos han dado de que no sienten
ni tienen piedad por nadie. Si tienen que inmolar a sus madres, lo harán para
salvarse ellos. Allí también hubo otra circunstancia sobrevenida, la aparición
de los corruptos que hicieron negocio con parte de la ayuda que logró entrar.
Creo que Guaidó ha debido ser más firme señalándolos, pero eso no es razón para
dejar de confiar en él.
Hay
otro factor a tomar en cuenta y es que en el régimen son muy malos. Y no
solamente malos por hacer las cosas mal, sino que, además, casi todo lo que es
en esencia malo, les sale bien. Son malos de maldad. Son capaces de cualquier
cosa. Mucho más ahora que las salidas se les van cerrando. Tienen que asirse
del poder con todas las herramientas que poseen. Ya vimos una pequeña muestra,
cuando una jueza del horror dictó auto de detención contra un discapacitado que
ni siquiera estaba protestando, hace dos semanas en El Tocuyo, Estado Lara. Ése
es un mensaje subliminal, pero efectivo: “si me atrevo a poner presa a una
persona indefensa, a ti que estás bien te vuelvo trizas”.
Otro
aspecto es que toda estrategia inicial debe irse ajustando en el camino, dependiendo
de los resultados que se vayan obteniendo. Como en un juego de ajedrez, donde
se puede tener una idea de qué se va a hacer, pero la siguiente jugada siempre
dependerá de lo que haga el contrincante. Pero la gente le sigue exigiendo a
Guaidó que se atenga a la promesa inicial de “cese de la usurpación, gobierno
de transición y elecciones libres”. Ésa en sí misma no es una estrategia. Es
una especie de mantra, que incluso, puede darse en otro orden. Y cuando algo no
funciona, hay que cambiar de estrategia. Y si la estrategia incluye negociar
¡hay que negociar! John Magdaleno tiene un estudio completo de las transiciones
a la democracia en muchos países del mundo, y la mayoría se han dado por
negociaciones. Pero hablar de negociación en Venezuela es anatema. Es que lo
tilden a uno de vendido al madurismo. Y yo insisto: si esta gente no encuentra
una circunstancia que a ellos les parezca que les permitirá estar mejor de como
están ahora, nunca van a salir. La idea consiste en otorgarles lo menos que nos
cueste, a cambio de que, al hacer el otorgamiento, ellos piensen “no es lo que
yo quería, pero es mejor que continuar con esta lucha de seguir aferrados al
poder”. No son concesiones, sino situaciones de hecho.
Intuyo
que éste sería el mejor momento, porque el precio que puso los Estados Unidos
por la captura de varios de los altos jerarcas, no es tontería. Y eso podría
ser parte ya de una negociación. Ellos, aunque lo disimulen, deben estar
desesperados. Maduro ya no debe dormir “como un bebé”. Lo imagino como Chávez
en sus últimos días, lleno de químicos para dormirlo, para despertarlo, para
tranquilizarlo, para activarlo. Pero hay grupos dentro de la oposición que
insisten en la invasión, como si Guaidó fuera el jefe de los ejércitos
extranjeros. Tampoco les consta que no lo haya pedido y que le hayan respondido
que antes se buscaran otras soluciones menos violentas y traumáticas, aunque,
como se ha dicho, “todas las opciones sigan sobre la mesa”. Y “todas” son
“todas”. Otros insisten en que invoque el TIAR. Cuando Guaidó invoque el TIAR,
será porque está seguro de que los países miembros van a responder. Esas
decisiones pasan por los congresos de los gobiernos. Si Guaidó invocara el TIAR
y no pasara nada, sería tremendo fiasco. El coronavirus empeora las cosas en
estos momentos. Venezuela no es primera, ni segunda, ni tercera opción para
ningún país y de eso se aprovecha el madurismo.
Sin
embargo, las sanciones están surtiendo efecto, aunque no lo parezca. Que el
régimen haya tenido que negociar con Guaidó la entrada de la ayuda humanitaria,
luego de que el año pasado hizo todo para que no entrara, es una muestra de
debilidad de ellos, no nuestra. Es un reconocimiento a Guaidó como interlocutor
válido. Pero no, aquí hay opositores que acusan a Guaidó de entreguista. Me
gustaría verlos en su pellejo. De hecho, creo que el que se haya ordenado la
casa por cárcel para su tío es una estrategia para que la gente piense que
Guaidó negoció eso, a cambio de dejar entrar la ayuda humanitaria. “Se vendió”,
ya están diciendo. Injusto de toda injusticia.
La
sinceración –exagerada, abrupta, improvisada, desordenada- de los precios de la
gasolina, es otra muestra de debilidad del régimen y también es producto de las
sanciones. Maduro no tuvo otra alternativa y tendrá que sufrir las
consecuencias de haber quebrado PDVSA, de haber culminado con “éxito” la
destrucción del país que inició Chávez. Ahora la gente no protesta tanto
–aunque sigue habiendo protestas- porque el coronavirus le cayó
providencialmente al régimen. Pero el coronavirus no va a durar toda la vida y
aquí la crisis tiene dimensiones ciclópeas. La historia de ellos es que todo es
culpa de las sanciones. Todavía hay quienes se lo creen, pero la realidad les
caerá encima más temprano que tarde. Y tendrán que reconocer que la destrucción
sistematizada del aparato productivo del país es obra única y exclusiva del
chavismo.
Yo
sigo creyendo y apoyando a Juan Guaidó, no sólo porque pienso que es nuestra
única posibilidad real de salir de esto, sino porque ha dado sobradas muestras
de ser coherente, valiente y está resteado con lo que se ha propuesto. Nunca en
Venezuela hemos visto a un político tan valiente e ingenioso, que haya tomado
iniciativas y haya diseñado y ejecutado tan exitosamente acciones en las
narices del régimen. Todo lo demás son fantasías, suposiciones, deseos, ideas…
y malasangre.
Recuerden
el fiasco de abril de 2002. Habíamos salido de Chávez a un costo relativamente
bajo y los egos y las pésimas decisiones de un grupete lo trajeron de vuelta.
¿Aprenderemos algún día?…
Carolina
Jaimes Branger
@cjaimesb
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