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domingo, 11 de mayo de 2014

LA DOCTRINA PUTIN



Fernando Mires 09 de mayo de 2014

Conviene diferenciar: Una doctrina en política internacional no es un programa. Es más bien una guía destinada a orientar la acción de un estado de acuerdo al lugar que ese estado considera debe corresponderle en el mundo. Un programa en cambio tiene que ver con las tareas que ese estado se plantea para implementar su doctrina.

En el caso de la Rusia de Putin la doctrina dice que Rusia es una potencia mundial y para conservar ese sitial no puede dejar jamás de ser una potencia regional.

Rusia se considera, efectivamente, eje de la unión euroasiática heredada de dos imperios, el zarista y el soviético. Solo así se explica la brutalidad que ha mostrado Putin al defender piezas geopolíticas que corresponden a lo que él imagina es el “espacio vital” ruso. Brutalmente actuó en Chechenia, en Georgia y hoy lo hace, valiéndose del –por el Kremlim dirigido- “movimiento separatista” de Ucrania. Naturalmente, Putin, político experimentado, realiza de vez en cuando “concesiones”. Una de esas fue su aprobación a las elecciones del 25 de Mayo en Ucrania.

Pero nadie debe engañarse: la anexión de Crimea, y después los apoderamientos de las regiones de Donetsk y Lugansk, son pasos destinados a practicar la política del “salami” (Joschka Fischer) es decir, a cortar en rebanadas (cantonizar) a Ucrania  para después apoderarse del país y erigir un gobierno al gusto de Moscú.

En más de algún punto la actual política de Rusia es similar a la que practicaban los EE UU en América Latina durante la Guerra Fría. Imaginemos a modo de ejemplo que en México y no en Cuba hubiese triunfado una revolución pro-soviética. Y bien, México, por su tamaño y al limitar con los EE UU, habría sido un equivalente a lo que hoy es Ucrania para Rusia y los EE UU habrían actuado del mismo modo como hoy procede Rusia frente a Ucrania.

Mas, la Guerra Fría era guerra y en diversas regiones, muy caliente. El problema es que esa guerra ha terminado para todos menos para Rusia, es decir, mientras los EE UU, la EU y China intentan ser potencias globales, Rusia continúa en su decimonónico propósito de ser una potencia territorial.

No hay ninguna duda de que el gran derrotado de la Guerra Fría fue Rusia. No solo perdió a las antiguas repúblicas soviéticas. La mayoría de las naciones de la ex Europa comunista pasó a formar parte del bloque militar occidental: Hungría, Polonia, La República Checa, fueron las primeras en ingresar a la NATO (1999). Las siguieron Bulgaria, Rumania, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia y Lituania (2004). Finalmente lo hicieron Croacia y Albania (2009). Ucrania, ante el espanto de Putin, solicitó ingresar en 2008 ingreso que –quizás gracias a Dios- le fue negado por la EU. En el Sudeste Asiático, Rusia perdió sus posiciones político-militares: Vietnam, Laos y Camboya se alinearon en torno a China. En el Oriente Medio, otro de sus antiguos bastiones, solo le queda Siria a la que Rusia, al armar hasta los dientes, colaboró a destruir. Sus más incondicionales aliados, Husein y Gadafi se fueron al otro mundo dejando dos naciones hechas pedazos. En Egipto los generales golpistas son fieles aliados de los EE UU. Los monjes de Irán, a su vez, se dieron cuenta de que Putin podía servirles como socio por un muy limitado periodo, pero a la hora de modernizar la economía miran hacia China y a los EE UU. No olvidemos que el conflicto de Rusia con Azerbaiyán sigue latente y Putin sabe que llegado el momento de elegir, los shiíes de Irán apoyarán a los de Azerbaiyán. En suma: Rusia está muy aislada. Y no hay nada más peligroso para la paz que una Rusia aislada.

Quizás entendiendo a Putin, la mayoría de las naciones europeas (la EU ya subvenciona a muchas economías nacionales en ruinas) y los EE UU, estarían, bajo determinadas condiciones, dispuestos a abandonar a Ucrania a su suerte. No obstante, hay problemas que lo impiden.

Uno reside en el hecho de que la mayoría de la ciudadanía ucraniana no desea seguir sometida al imperio ruso. Eso quiere decir que bajo una dominación rusa las tensiones políticas no solo continuarán en Ucrania; además serán agudizadas. Tampoco podemos olvidar que en caso de una entrega de Ucrania a Rusia (es lo que habría hecho Kissinger) algunas naciones europeas se sentirán muy amenazadas. Los países bálticos y Polonia tienen motivos suficientes para desconfiar de Putin. Europa, en ese caso, no podría dejar de ser solidaria con sus propias naciones.

Putin tampoco colabora mucho para bajar el nivel de las tensiones. Todo lo contrario. En el último periodo cultiva una ideología que ya no pertenece a la modernidad, como fue incluso la del socialismo en el siglo XX.  En ese sentido Rusia experimenta una regresión. Pues de acuerdo a la nueva-antigua ideología, Putin aparece hoy como representante de tres principios tradicionales enraizados en “el alma rusa”: el nacionalismo pan-eslavista, la religión ortodoxa y el militarismo.

Visto desde esa perspectiva, la Serbia de Milocevic –la que  aún bajo Yelzin contó siempre con el apoyo de Rusia- no habría sido un simple accidente, sino un fenómeno precursor del putinismo. Como Milocevic ayer, Putin cree en una comunidad histórica eslava. A ello agrega Putin el re- descubrimiento de la religión. Hoy por ejemplo vemos desde la TV al ex ateo persignarse con profunda devoción. Razón para temer pues en la iglesia ortodoxa rusa se encuentran los elementos más reaccionarios de la cristiandad mundial. La persecución a los homosexuales y las amenazas a la población musulmana (Putin textual: “Rusia no necesita del Islam”) caben perfectamente dentro de la visión étnica-eslavófila y religiosa-ortodoxa que alienta el régimen. Para completar el cuadro, Putin se encuentra rodeado de generales que sueñan con antiguas glorias, cuando el ejército ruso, así creen ellos, era el mejor dotado del mundo.

Si se piensa que en 1914 estalló una guerra mundial como consecuencia de la irracionalidad de diversos gobernantes, entre ellos la del zar Nicolás ll, no hay ninguna razón en el 2014 para sentirse demasiado seguro frente al zar Vladímir.

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