Por Leonardo Morales P.
La deriva terminó en el
arribo. Ya no hay insinúo sino hechos. Lo que muchos sospechaban se hizo
realidad para insatisfacción de los venezolanos. Maduro y su gobierno han
optado por anunciarles al mundo y al país el fin de su deriva, su atraco
definitivo al muelle anhelado: a la dictadura.
Con las dos últimas sentencias
del TSJ en las cuales el gobierno queda investido para actuar con poderes
cuasi-extraordinarios ha quedado instaurado en Venezuela una dictadura. Nadie
duda de la sujeción de los poderes establecidos a los designios del poder
ejecutivo; desde hace bastante tiempo el TSJ viene cumpliendo estrictamente los
dictados del gobierno y el CNE se permitió violar la Constitución no convocando
las elecciones de gobernadores en el 2016. Todos bailan y cantan, los máximos
exponentes de la jerarquía roja, al ritmo de la Katyusha para rendir culto al
gran inspirador: Iósif Stalin.
Tailor made
Muchas páginas como letras han
ocupado espació advirtiendo las circunstancias que ahora se revelan con
meridiana claridad. Concepto y definiciones diversas se arguyeron para
caracterizar el sistema político venezolano y al gobierno mismo. Lo único
cierto es que el chavismo fue dando pasos y contrapasos tejiendo camufladamente
un régimen no democrático. Hubiera querido el gobierno una oposición que le
permitiera la instauración de un régimen autoritario competitivo, pero no fue
así. Sí de algo no se puede acusar a la oposición venezolana es la de haber
sido sumisa.
Muchas aproximaciones se han
desarrollado, pero no ha habido consenso para caracterizar el régimen
venezolano. Ya en el 2001 Larry Diamond caracterizaba el régimen político
venezolano junto otros más como ambiguo, algo democrático y mucho de
autocrático, añadimos desde aquí. Lo cierto, es que el chavismo ha ido
elaborando su ropaje de acuerdo a las circunstancias, pero nunca hacia la
construcción de una democracia que de acuerdo a sus normas y procedimientos
colocará en peligro su permanencia en el poder.
El fracaso del modelo
económico que ha conducido a la severa crisis económica que vive el país, junto
a la derrota electoral del 2015, han acelerado la deriva autoritaria del
gobierno: la escasa recuperación de los precios del crudo, la imposibilidad de realizar
las importaciones de bienes esenciales, alimentos y medicinas, para satisfacer
las exigencias sociales, la altísima inflación que dificulta el acceso a los
productos por los sectores más vulnerables y a otros no tanto, colocan al
gobierno en circunstancias de precaria legitimidad.
To be or not to be
“Ser o no ser, ese es el
punto…Morir es dormir.” Entre la duda y la indecisión el gobierno ha
optado, aun sin saber las consecuencias, en dejar de lado los grises y colorear
según su gusto. Dormir es perder, es dejar el poder y eso último no está en el
libreto del gobierno así tengan que optar por la cartilla bolchevique de
Stalin. Sí éste dejó morir a su hijo Yakof en manos de los nazis y decenas de
millones murieron durante su dictadura, que importa que en aras del poder aquí
unos cuantos sigan muriendo a manos del hampa, otros pasando hambre y
escarbando bolsas de basura para sobrevivir. Lo que importa es la revolución,
es el poder de quienes lo detentan.
La democracia venezolana fue
emboscada y languidece lentamente. El TSJ cumpliendo órdenes, que de todas
maneras no excusan sus responsabilidades, le asestó, cual Pedro Navaja, una
puñalada sensible, se arroga derechos que no le corresponden, que nadie les
otorgó y usurpa la voluntad popular.
La democracia herida se
recuperará en manos de los demócratas y siguiendo con Lavoe tocará tararear:
“La vida te da sorpresas/ Sorpresas te da la vida, ay dios…”
31-03-17
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