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miércoles, 12 de abril de 2017

UN ALTO PARA PENSAR, por @solmorillob



Soledad Morillo 11 de abril de 2017
@solmorillob

La más elemental sensatez aconseja hacer un alto para pensar. Hagámoslo.

Pensemos en listar la cosas en las que quienes nos oponemos a este régimen (desde siempre o más recientemente) estamos de acuerdo. El régimen con sus ejecutorias de hace meses, semanas y días le dio un golpe al estado, algo que es tanto o más grave que un tradicional golpe de estado, como el de Chávez con tanqueta entrando en Miraflores y demás parafernalias. Esto es más complicado y mucho más sórdido. En este golpe al estado están involucrados y comprometidos el Poder Ejecutivo nacional, casi todo el Poder Ejecutivo Regional y una parte importante del Poder Ejecutivo Municipal, no pocos cuerpos legislativos regionales y municipales, el TSJ en su máxima instancia constitucional, la Defensoría del Pueblo y la Contraloría General de la República, instancias de Defensoría y Contraloría regionales y municipales y también el CNE. Hay concurso y complicidad del estamento militar, del Banco Central de Venezuela, de PDVSA, el Metro, Corpoelec, las hidrológicas, Cantv, etcétera. Es decir, esto es una jugada golpista de muchas instancias del estado contra el estado, una jugarreta procaz contra la Asamblea Nacional, la Fiscalía General, la República, la constitución, la democracia y el pueblo. Una pelusa, pues. Es grave porque confunde, no por nuevo -porque ha pasado en otros países- sino porque al pueblo de a pie no le cabe en la mente la truculencia de todo este asalto a Venezuela.

Los opositores estamos de acuerdo en que somos mayoría y en que el rechazo al régimen ya cruzó la barrera y ahora es repudio abierto y directo. Hasta hace poco menos de dos años, el país estaba dividido. Y la discusión sobre la coloratura política y qué nombre ponerle al engendro era intensa. Hoy no es así. Hoy todo está claro: esto es una dictadura con todas sus letras. Y la mayoría electoral y de apoyo popular lo tiene -y por largo- el portafolio de fuerzas políticas y sociales que conforman la MUD.

También estamos claros en que la situación financiera, económica y social, este colapso que ya se mide en hambruna, enfermedad, muerte, destrucción de los aparatos industriales y comerciales, privados y públicos, la pérdida de calidad en los servicios públicos, la miasma en la que se ha convertido la salud y la educación, la  descapitalización y ruina de millones de ciudadanos decentes y honestos, la diáspora de profesionales venezolanos que no encuentran en su país la más mínima oportunidad, la destrucción de las instituciones del Poder Público, la contaminación de los funcionarios públicos al obligarlos a ejecutar órdenes nocivas para el país, todo eso (y tanto que se me queda en el tintero) es producto de una pésima gestión del régimen, de una corrupción insidiosa y de un manejo sucio y perverso de la política para domesticar al pueblo y usarlo con vileza para que unos pocos se enriquecieran y se apropiaran del más nauseabundo poder. 

 Hay muchos más puntos de acuerdo en la oposición. Pero a efectos de este análisis dejémoslo hasta ahí. Pasemos a listar las cosas en las que hay discrepancias.

Si bien coincidimos en que hay que sacar a Maduro de Miraflores y derrotar al régimen que él preside, hay disentimiento en cuanto al cómo y al cuándo. Algunos piensan que de Maduro no podemos salir sin un golpe de estado tradicional que, por supuesto, incluya la rebelión militar que fuerce al presidente a dimitir de su cargo o a darse a la fuga. Que eso va a ser la consecuencia de la protesta sin retorno en la calle, aunque ello cueste sangre, sudor y lágrimas. La versión criolla de la primavera árabe, pues. Dicen que los militares decentes se le van a alzar a Maduro. Que la comunidad internacional o va a mirar para otro lado o incluso podría aplaudir. Dibujan ese escenario pero la cosa se pone turbia en el después. En su dibujo a mano libre no se entiende bien qué pasa al día siguiente, qué clase de país tendremos y quién gobernará abierta o solapadamente Venezuela. Es un poco una estrategia a lo Eudomar Santos.

Un segundo grupo dice que hay que presionar para conseguir elecciones generales. Es decir, para elegir todo, para darle legalidad y legitimidad a un sistema democrático al que hicieron trizas. Plantean que  eso sólo se puede lograr con presión constante en las calles y en los escenarios gremiales, sindicales, sociales, multilaterales e internacionales. Y que cualquier situación de elecciones picadas significa caer en una trampa del régimen.

Un tercer grupo de pensamiento habla de ganar espacios por segmentos. A saber, elecciones regionales y municipales este año, ganarlas por paliza y usar eso como palanca para presionar para un adelanto de la elección presidencial. Es decir, ganarle al régimen en su propio terreno y hacerlo que se trague a pedazos sus fracasos. Este escenario incluye protestas de calle constantes, pero no una sentada sin retorno. Y supone no darse jamás por satisfecho si no se cumple la totalidad de las exigencias planteadas en varios documentos: elecciones, restablecimiento de todas las competencias y facultades de la AN (con todo lo que ella constitucionalmente puede y debe hacer) libertad de los presos políticos, aprobación de la ayuda humanitaria .

Claro que hay que entender que el régimen tiene que hacer todo lo posible para evitar contarse. Y se la va a jugar completa para salirse de su suerte electoral. Pero eso también es su perdición. Si no acepta el sufragio como punto sine qua non del sistema democrático, su situación financiera se va a poner peor de lo que ya está. La inestabilidad que ha creado el régimen con la cancelación del RR y la no convocatoria de elecciones que están marcadas en la constitución  genera consecuencias tenebrosas: se incrementa su mala fama continental y ya planetaria, el costo de los préstamos aumenta y esa situación ahuyenta inversiones extranjeras y locales.  Es decir, de mal para peor.

A menos que Maduro llame a los que se han hecho mil billonarios en dólares a punta de robar, malversar y desfalcar  a Venezuela para que le aflojen las lechugas verdes que tienen en cuentas secretas con testaferros en bancos internacionales, pagar la deuda que tiene montada en el cogote le va a salir carísimo. Entonces,  para poder pagar y evitar el temido default y dado el estado miserable en que están las finanzas públicas y las reservas internacionales,  tendrá que lanzarse por el zanjón y usar lo poco que queda para pagar deuda  a costa de no tener cómo importar los alimentos y medicinas para la mínima supervivencia. Y Maduro y su combo no han visto nada todavía en lo que se refiere a una poblada espontánea por hambre. 

La situación es compleja.  Y nada tiene garantías. Esto no es una película heroica, aunque haya héroes. No es un ejercicio académico de liderazgo, aunque supone muy avezado liderazgo. Yo me decanto por luchar por todo pero ir comiéndonos el cochino a pedazos. Soy una convencida del poder de la resistencia civil pacífica. Pero también creo que no hay que aflojar en ningún ámbito y tomar todo lo que logremos. Es decir, no es incompatible el gran logro con el alcance de pequeños triunfos que, sumados, hacen montaña.

No se puede construir un nuevo edificio sin imaginarse la obra terminada. Una cosa es crear capacidad de reacción y otra muy distinta la improvisación. Del voluntarismo insensato no queda sino muerte y heridas. Y fracaso triste.

Y por el amor de Dios, las estrategias por diseño deben ser confidenciales. No hay que darle herramientas al régimen. Y no hay que confundir a los nuestros.

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