Por Carolina Gómez-Ávila
La antipolítica es un enemigo
atroz de la República porque atenta contra el sistema de partidos múltiples,
imprescindible para regresarnos a la tan ansiada alternancia democrática.
Lidera un movimiento antiético destinado a sacar provecho de lo más débil que
tienen los políticos: su reputación. Así confunden al común que opina de un
partido político lo mismo que opina de su representante más visible, medrando
de lo fútil porque no pueden hacerlo de la institución (a efectos de la democracia,
los partidos políticos son instituciones).
Para influir en la opinión
pública, la antipolítica dispone de muchas más cajas de billetes de las que
seamos capaces de ver en cualquier camioneta, destinados a lograr que un
outsider se haga del poder -como en 1998- y tratar de que, esta vez, sí
permanezca bajo el control de los dueños de las cajas.
Desde ese año los venezolanos
devinimos en víctimas pero no asumimos ese rol hasta que el hambre, la
enfermedad y la muerte nos convirtieron en tales. Como pueblo, creo que no
tenemos vocación de víctimas. Lo digo con orgullo porque, durante 4 meses y a
pesar del miedo, salíamos 3 ó 4 veces por semana a protestar a pesar de la
posibilidad real de resultar lesionados, heridos o muertos. Quienes se asumen víctimas
quedan baldados y son incapaces de eso.
Pero el rol de víctima ofrece
algunas retribuciones temporales: como la culpa es ajena, la víctima suele ser
compensada con el endoso de una dosis extra de pureza; además, a partir de los
hechos, la víctima goza de atención adicional y trato preferencial; finalmente,
a la víctima no se le exige que cambie su conducta a pesar de que
necesariamente haya accionado y reaccionado influyendo en su propio
sufrimiento. En resumen, la víctima acrisola su imagen ante sí misma y ante los
demás, como dije antes, temporalmente.
Un claro ejemplo de víctimas
son nuestros diputados MUD. Hace más de un año que no reciben remuneración; a
pesar de ello (y si fue también por ello, los apoyo) participaron activamente
en las protestas de calle, donde su investidura fue irrespetada y resultaron
lesionados o heridos. A pesar de la majestad de su cargo, fueron reprimidos
como cualquiera de nosotros y vilipendiados por todos. He visto con estupor
cómo lo han hecho compatriotas relevantes y he sentido vergüenza y dolor en mi
añoranza republicana.
Yo no les llamaré apáticos por
no haberse batido en el patio central del Capitolio, porque no mido su aporte a
la República por la cantidad de sangre que derramen en esa fuente o estampen en
los troncos de esos chaguaramos. Yo no pretenderé que alcen barricadas en el
perímetro del Palacio Federal Legislativo porque no se trata de un fortín y
ellos no son soldados, sino que se trata del asiento del Poder Legislativo y
ellos, los diputados. Yo no los considero cobardes ni sus métodos son un
baldón, porque de los parlamentarios no cabe esperar acción física. Voté por
ellos para legislar en el marco de la República democrática o, en su ausencia,
para encarnar la resistencia de las luces ante la dictadura. Aunque nuestra
sociedad haya retrocedido dos siglos, de los diputados no quiero fuerza bruta
sino su ejemplo de ilustración, inteligencia, estrategia y trabajo.
Dije trabajo. En sus curules,
puntuales, denunciando los hechos que nos conturban, exponiéndolos y
proponiendo; mostrando a Venezuela y al mundo que ustedes siguen allí y
seguirán a toda costa -eso es resistencia- a pesar de su hambre y enfermedad si
también la tuvieran, porque no son distintos al pueblo en su sufrimiento.
Y si en estos tiempos de excepción
es estrategia política unitaria que sean ustedes mismos, los más reconocibles,
quienes se postulen a las elecciones regionales, sea. Pero sin faltar a su
deber, que para ello cuentan con los recursos de sus toldas a fin de costear lo
imprescindible, porque el Parlamento necesita hombres y mujeres del tamaño de
las circunstancias.
Los republicanos no exigimos
más, ¡tampoco menos! Cada uno de ustedes está obligado a ser distinto de la
escoria que nos mantiene secuestrados, demostrándolo con hechos. Y en ninguno
de estos hechos cabe el rol de víctima.
02-09-17
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