Por Antonio Pérez Esclarín
Fe y Alegría nació el 5 de
marzo de 1955 en lo que hoy es el 23 de enero en Catia, Caracas, en un rancho
que regalaron el obrero Abrahán Reyes y su esposa Patricia para que los niños y
jóvenes del barrio pudieran tener una escuela. Cien niños sentados sobre el
piso, pues no tenían ni sillas ni pupitres fueron los primeros alumnos. Y dos
muchachas de quince años y sólo sexto grado, las primeras maestras. De
allí, impulsada por la audacia y solidaridad de muchos, saltó a Petare,
Altavista, La Charneca, a los barrios más pobres de la capital. Una vez que se
consolidó en Caracas, se sembró por toda Venezuela en los barrios y caseríos
más olvidados, sin servicios, sin escuelas. Sus lemas “Fe y Alegría comienza
donde termina el asfalto”, “La educación de los pobres no puede ser una pobre
educación”, “Un niño sin escuela es problema de todos”, motivaron a muchas
personas generosas a enrolarse bajo sus banderas de educación integral de
calidad para los más pobres.
Lograr calidad educativa en
contextos de marginalidad y de exclusión, sólo sería posible si la escuela
compensaba las desigualdades de origen y brindaba a los alumnos los medios
necesarios para garantizar su aprendizaje. De ahí que ya en las primeras
escuelas de Fe y Alegría, y a pesar de no contar entonces con ningún apoyo del
Estado, empezaron a funcionar comedores escolares, roperos, dispensarios
médicos, bibliotecas comunitarias…, y las puertas se abrieron a todos los
miembros de la comunidad. Durante el día acudían los niños y los jóvenes, y en
las noches y fines de semana los adultos, con los que se iniciaron cursos de
alfabetización, cooperativismo, capacitación, higiene y salud, ahorro, cuidado
de los hijos. Y por estar muy convencidos de que la pieza más
importante para una educación de calidad son los educadores, Fe y Alegría
empezó a privilegiar ya desde entonces, como lo sigue haciendo, la
formación permanente e integral de sus educadores: formarlos para
que enseñen a aprender, emprender y producir; enseñen a vivir plenamente,
a convivir con el otro diferente y a vivir para los demás, es decir, a trabajar
sin descanso por establecer una sociedad justa y solidaria, que privilegie a
los más débiles, donde todos podamos vivir con dignidad.
Hoy, Fe y Alegría con 63
años de creativa juventud, está presente en todos los rincones de Venezuela con
diversos programas educativos y comunicacionales, y crece pujante en otros 21
países de América Latina, Europa y África.
Muy conscientes de la grave
situación que vivimos en Venezuela, Fe y Alegría se afianza hoy en las raíces
de su identidad que aparece recogida en su nombre y reafirma su Fe en un Dios
Padre de todos, que nos invita a construir un mundo fraternal Fe en Venezuela,
que nos necesita esperanzados y comprometidos en trabajar con entusiasmo para
superar la grave crisis; fe en una educación de calidad, verdaderamente
integral, que forme razón, corazón y espíritu; conocimientos, sentimientos y
valores. Y esta fe, que se vive como servicio solidario, como amor práctico,
que es lo que expresa el corazón de Fe y Alegría, es fuente de alegría
profunda. Por ello, en estos tiempos tan difíciles, mientras multiplicamos las
propuestas de solidaridad efectiva para atender las necesidades más urgentes de
maestros y alumnos, trabajamos con especial tesón por una pedagogía del amor y
la ternura, de modo que en todos los centros se viva un ambiente de ilusión,
acogida y esperanza comprometida con Venezuela.
05-03-18
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