Por José Rafael López Padrino
Los abstencionistas no cesan
en urdir nuevas fantasías. Oscurecida por la niebla del fracaso de la reunión
en Lima ahora los abstencionistas cifran sus irreales esperanzas en la nueva
reunión del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA)
para el 4/30/18, en el antejuicio de mérito al iletrado de Miraflores y al no
reconocimiento del resultado de la elección presidencial del próximo 5/20/18
por parte de la comunidad internacional. Todo ello a sabiendas que no contamos
con los votos suficientes en la OEA (24 votos) para la aprobación de la Carta
Democrática en contra de la dictadura de Maduro y su logia
cívico-militar, pues solo 16 países aprobaron la declaración en favor de
Venezuela en la pasada Cumbre de las Américas.
Es necesario concientizar que
el antejuicio de mérito no pasa de ser un hecho político-simbólico pues la
Fuerza Armada es una entelequia que se encuentra muy lejos de poder cumplir con
su rol constitucional, al estar carcomida por la corrupción y el narcotráfico.
En relación a los gobiernos que han declarado que no reconocerán el resultado
del próximo proceso electoral, es un hecho que está por verse. No existe base
jurídica en el Derecho Internacional que sustente tal postura; la misma
contradice uno de los principios fundamentales del Derecho Internacional en lo
correspondiente al respeto a la soberanía y la no intervención en los asuntos
internos de los Estados (Artículo 15, Carta de la OEA). Ello sin mencionar
aquellos que alimentan sus ilusorias expectativas con invasiones extranjeras o
dictaduras militares humanistas en el futuro próximo. Los abstencionistas
en su discurso anti-electoral propalan imaginarios derroteros para salir de
Maduro sin decir el ¿Cómo?
Sorpresivamente muchos de
quienes hoy afirman que la vía electoral está agotada, son los mismos que no
hace mucho tiempo afirmaban que “La ruta para sacar a Maduro será la
electoral; lo vamos a sacar con votos”. Inexplicablemente hoy hacen causa común
con sectores obstinadamente defensores de la abstención, responsables de
dolorosos errores en el pasado. Constituyen esa oposición entrampada en su
laberinto estratégico carente de un discurso coherente y que hoy le rinden
culto a las impensadas prácticas simbólicas y efectistas.
Lamentablemente llamar a la
abstención favorece a Maduro en sus pretensiones continuistas. La
estrategia del régimen consiste, más que en ganar las elecciones, es lograr que
la oposición las pierda. Para ello el oficialismo hace el mayor de sus
esfuerzos por fomentar y exacerbar la tendencia abstencionista en el seno de la
oposición. Los estrategas del régimen sueñan con lograr que la gran mayoría de
los venezolanos abandonemos el voto como instrumento de lucha. Estamos
presenciando un escenario electoral muy similar al de las pasadas elecciones
regionales (15/10/17) donde el abstencionismo fue incapaz de entender que una
victoria electoral opositora reforzaría la capacidad organizativa y de
movilización de la disidencia en esos estados y generaría una mayor disposición
para seguir luchando. Lamentable la tozudez del abstencionismo permitió que la
mayoría de las gobernaciones quedaran en manos del facho-chavismo-madurismo
(17) a cambio de nada.
Los voceros del
abstencionismo, en medio de sus sueños fantasmales, no han logrado entender que
el régimen busca a toda costa desmovilizar a los ciudadanos a fin de que no
sean un obstáculo insalvable a sus ambiciones de eternizarse en el poder. Se
empeñan en calificar la lucha electoral como inútil, que no hay nada que hacer
pues el régimen ya tiene garantizada la victoria para el 20 de mayo.
Promocionan la invencibilidad del régimen a pesar de que los estudios de
opinión reflejan una desaprobación del 80% de los electores. Dar por
pérdida una contienda electoral (siendo mayoría) es una táctica suicida, que
solo genera frustración y desmoralización en las masas.
No hay sombra de duda que la
elección presidencial se dará con un Consejo Nacional Electoral (CNE) al
servicio del régimen, unas Fuerzas Armadas que actúan como cuerpo pretoriano
del inquilino de Miraflores, donde el chantaje y la coacción serán parte del
“acarreo electoral” del oficialismo y el uso impúdico de los recursos del
Estado será la normativa de la campaña. Hay que recordar que en tiempos de
dictadura nunca habrá condiciones electorales equitativas, ni elecciones
transparentes
Sin embargo, no por ello
debemos renunciar a la ruta electoral y proponer improvisados atajos que no
responden a una estrategia política realista y viable. Lo del posible triunfo
de la camarilla gubernamental habrá que verlo el 20/5/18, pero antes es
imperativo aprovechar el proceso electoral para organizar a esa gran mayoría
descontenta y comprometerla con el cambio que está exigiendo.
Este es el mejor momento
histórico –por su debilidad– para confrontar electoralmente al
social-fascismo-bolivariano. No hay muchas opciones para escoger en los días
por venir: o salimos a votar masivamente y abrimos los senderos para un cambio
democrático o nos abstenemos y con ello permitimos que se afiance el monstruo
facho-bolivariano dispuesto a devorarlo todo, inclusive a sí
mismo. Cometen un gravísimo error quienes niegan la ruta electoral como
opción estratégica y en su lugar proponen alucinantes y providenciales
“derroteros”.
03-05-18
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