Por Edward Rodríguez
La fórmula de la aniquilación del bolsillo de
los
venezolanos: transferencia, efectivo e hiperinflación. Estos
tres elementos hoy en día la mayoría los domina con dolor, pero a la perfección
en un país como Venezuela, reconocida por su riqueza petrolera, por su
desarrollo, por su empuje enamorica Latina. Nos metieron en el fango y
ahora pobres y ricos sufren por igual.
Vivimos en un país de
“transferencias”, pero aún con una pizca de confianza; resulta que si usted va
comprar algo en un supermercado en un restaurante o en una tienda de repuestos,
la operación dependerá de si el punto electrónicofunciona, o de si no se
han robado los cables de Cantv para que haya Internet, o de si
al que baja el suiche en Corpoelec no se le ha olvidado subirlo para
que haya electricidad en donde usted esté haciendo su compra. Si alguno falla,
olvídese que podrá pagar; sin embargo, si corre con la bendición de tener un
teléfono inteligente o mejor, un familiar o amigo en casa o en la oficina que
tenga luz e Internet, tiene la opción de cancelar vía “transferencia”, a la que
se le debe hacer foto para enseñarla al encargado del sitio donde esté
adquiriendo un producto o servicio.
La semana pasada estuve en
el golfo de Cariaco, exactamente en la península de Araya, en el
oriente de Venezuela, allí hasta el servicio de tostones con
queso debe cancelarlo con transferencia, si no tiene un teléfono
inteligente y la confianza del vendedor olvídese que puede comerse o ingerir lo
que desea. Aquellos heladeros de playa o vendedores de mazorcas que negociaban
en efectivo quedaron en el recuerdo. Hoy en día pagas en transferencia o no hay
producto.
El otro drama antes de llegar
a la “política económica de la transferencia”, es la falta de efectivo,
aunque tuviera todos los bolívares en billete en su poder no le
alcanzaría para pagar una cuenta de supermercado; así que
el dinero en efectivo sólo se usa para echar gasolina o pagar
el transporte público. Mientras que los chinos hoy pagan todo
con chip o por el teléfono nosotros estamos en un atraso
inimaginable que se vive en carne propia.
Debo confesar que pensé que la
falta del efectivo y el negocio que las mafias, a las que no
combate el Gobierno valga la acotación, era sólo en el Zulia pero ya veo que es
toda Venezuela.
La compra de dinero en
efectivo cuesta 300%; para tener un billete de 100 bolívares, tiene
que pagarles a los mafiosos 300 bolívares; en total debe transferirle 400
bolívares. Esto es una locura ambulante, los únicos que no se dan cuenta porque
miran para el otro lado, son los inquilinos de Miraflores y los que votaron
por Nicolás en el circo electoral del 20 de mayo.
Cuando va
un mercado y compra en efectivo el producto le cuesta tres veces
menos, por ejemplo un cartón de huevos por punto o transferencia
cuesta 5.000.000 millones de bolívares; pero en efectivo cuesta un millón de
bolívares; y así pasa con cada producto de la cesta básica. No soy economista
ni pretendo serlo, pero sí soy un venezolano que vive en carne propia lo que en
este artículo de opinión planteo sin mucho tecnicismo y que hasta los abuelitos
dominan a la perfección: la hiperinflación
Es tan galopante
la hiperinflación que hoy puede pagar por una compota 400.000
bolívares y mañana 1.200.000 bolívares, un paquete de harina PAN en 2.000.000
millones de bolívares, un refresco en 3.000.000 millones, una margarina en
2.500.000 bolívares, un libro para el colegio de tus hijos en 20.000.000
millones de bolívares, o una copia en 100.000 bolívares; ya ni con ni con guías
o libros fotocopiados se puede estudiar.
Lo peor de todo esto es que si
hoy no compra lo que necesita, mañana corre el riesgo que el producto aumente
de manera sorprendente, según The Spectator Index Venezuela está en
el primer lugar en el 2018 con una inflación que alcanzará el 12.615%; Turquía
12%, Alemania 1,8%, Francia 1,9%, Italia 1,2% y Japón 1%; con estos números se
ratifica que vamos por el peor camino. El economista y diputado José
Guerra hace referencia a que este año la inflación llegará a 100.000%, la
acumulada ya va por 46.000%.
Con razón la gente no está
pendiente de protestar, sino de seguir sobreviviendo sin efectivo, con
transferencia e hiperinflación. Qué tragedia la que vivimos.
Lo que falta es que
el ministro de Economía tome como medida hacer misas todos los meses
para pedirle a Dios que baje la inflación; así como hizo el ministro
de petróleo para pedir que aumente la producción petrolera.
10-07-18
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