Luis Ugalde S.J. 01 de junio de 2020
Los obispos venezolanos cierran el mes de mayo con un
documento muy difícil de rechazar como falsificación de la realidad nacional.
Recomendamos leerlo íntegro. De manera apretada reproducimos en nuestro corto
espacio párrafos claves con subrayados nuestros. La Conferencia Episcopal nos
habla de una “dramática situación de dolor, violencia y sufrimiento que padece
la inmensa mayoría de los venezolanos y que hemos calificado como moralmente
intolerable. La presencia de la pandemia no ha hecho sino poner en evidencia
las múltiples carencias que sufre el pueblo y la incapacidad de dar respuestas
adecuadas”. (2)
Después de reconocer y agradecer a los que trabajan
con riesgo y medios insuficientes en el área de salud y también el gran
comportamiento cívico de la mayoría de los venezolanos acatando la cuarentena,
mostrarse de acuerdo con algunos aspectos de la actuación del gobierno y
apuntar hacia la necesaria y cautelosa reactivación, pasa a lo más grave, que
es anterior con el agravante de la pandemia en nuestro país.
Escuchan “un inmenso clamor que sube al cielo ante el
desamparo de millones de hombres y mujeres sin recursos económicos, sin comida,
sin medicinas, sin trabajo, sin servicios adecuados de electricidad, agua,
transporte, gas doméstico y combustible” (6). “Nuestro pueblo, todo, sin
distinción, está inmerso en una cadena de calamidades” (6). “Económicamente
vemos al país a la deriva, sin planes económicos ante la posibilidad del cierre
de empresas y que muchos trabajadores queden sin empleo; igualmente ocurre con
los trabajadores de la economía informal” (7). “El país está cerca de una
quiebra económica de grandes proporciones” (7). Por lo cual, la Conferencia
Episcopal concluye “es inaceptable que continúe la situación que vivimos” (8).
Urge “una acción moral de gran calado, una sacudida
ética y una convergencia políticosocial que nos encauce hacia el deseo común:
un cambio fundamental” (8). “No es eliminando al que piensa diferente que se
saldrá de esta crisis, sino incluyendo en la búsqueda de soluciones concertadas
a todos los factores políticos y a las distintas instituciones que hacen vida
en el ámbito nacional…” (9). “Venezuela no podrá salir de esta situación, si
todo el pueblo no interpela definitivamente a las autoridades y al conjunto del
liderazgo político, social y cultural y se declara en emergencia nacional. Es
urgente superar la actual exclusión política, social, económica y hasta
espiritual, con la conciencia y voluntad inequívocas de un cambio fundamental
acordado con el máximo de legalidad y legitimidad, sin violencias y en paz.
Para ello, urge lograr la reconciliación y el perdón, construyendo caminos de
justicia y vida. Necesitamos un nuevo clima espiritual y liderazgos renovados
que, superando la corrupción y el fraccionalismo, sean capaces de inspirar y
movilizar los ánimos y el trabajo creativo de todos” (9). “
“Llamamos, pues, escuchando a nuestro pueblo, a un
acuerdo nacional inclusivo de largo alcance que salve a Venezuela de la
gravísima crisis en la que se encuentra sumergida y a iniciar procesos para
rescatar y recuperar el país social, política y económicamente. Dejar el
radicalismo y el favoritismo para pensar en los demás, en los pobres, en los
olvidados de siempre, para que Venezuela vuelva a tener esperanza en la que
todos cabemos sin distingos. La insostenibilidad moral de la situación actual
exige ese cambio radical, ir a la raíz, al fondo, en función de la vida,
libertad, solidaridad, fraternidad, exigidas por el Dios del amor y por la
confesión de fe en la dignidad y fraternidad humanas. El mejor aporte que como
ciudadanos podemos hacerle al país, es que desde nuestras instituciones
sociales acompañemos la búsqueda de una salida, que necesariamente pasa por la
inclusión de todos, el diseño de un nuevo modelo de país y la conformación de
instituciones públicas, con valores democráticos, que sirvan al pueblo y
procuren el desarrollo humano integral y social” (10).
Los obispos, aunque quisieran no pueden decir más.
Ahora hace falta que el régimen reconozca esta dramática realidad que ninguna
propaganda puede ocultar y que se agrava de día en día. Somos el país con menor
salario, mayor hiperinflación, mayor decrecimiento de la producción, más
incremento de la pobreza y mayor huida del país. Reconocerlo es un paso
imprescindible para curar al enfermo grave, sin engañarse diciendo que se trata
de un simple resfriado. Su solución requiere un nuevo gobierno inclusivo y
legítimo, nuevo régimen con apoyo nacional masivo y con relaciones
internacionales con todas las naciones, libre de sanciones de castigo contra el
actual régimen de mal común y con apoyo humanitario a la reconstrucción
democrática del país.
Luis
Ugalde S.J.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico