Por José Domingo
Blanco, 03/07/2015
¿Dónde quedará ese
país que describió Luisa Ortega Díaz ante el Comité de Derechos Humanos de la
ONU? Porque ella habló de una Venezuela que no se parece en nada a esta donde
yo vivo. Esta, donde muchos, al igual que yo, lamentan las condiciones deplorables
en las que se encuentra. Esta Venezuela irreconocible donde, gracias a este
desgobierno, se han acentuado los más retorcidos vicios y perversiones. Esta
donde matar, encarcelar, violar, torturar está reservado para el ciudadano
decente que se atreve a discrepar de las actuaciones del régimen. Esta
Venezuela, donde al empleado público se le obliga a votar por el partido del
gobierno so amenaza de ser despedido.
Mi país, nuestro
país, el que coquetea con la violencia y se acostumbra a ver cadáveres regados
por las calles. Donde la ley la imponen hampones, los colectivos, los pranes y
delincuentes a quienes no se les puede reprimir porque tu gobierno, ese que te
eligió como Fiscal General, inventó un esperpento llamado Zonas de Paz. No,
Luisa Ortega, tu país, no es el mismo que el mío y ni el de muchos venezolanos
que vimos con estupefacción tu desfachatez ante la ONU. ¿Acaso no te da
vergüenza mentir? Por allí dice el sabio refranero popular que “más rápido cae
un mentiroso que un cojo”. Y tus datos, tus cifras, tu verdad y la de tu
régimen, son insostenibles.
Esta perdición de
las instituciones no es nueva ni reciente; pero, sí es evidente que, en los 16
años que llevan ustedes manejando el Estado a su antojo, el malandraje
institucional se ha impuesto, haciendo que todo hieda a putrefacción y
prostitución. Por más que me afané en buscar alguna actuación tuya que no
estuviera apegada a la voluntad de Maduro –o de Chávez-, o a la del Psuv, no la
encontré. Con lo que sí me topé, una y otra vez, fueron las evidencias de la
descomposición, la falta de ética, moral, decencia y valores, como requisitos
indispensables para ostentar altos cargos públicos. Por eso, es más que lógico
y justificado que el Estado Venezolano quede aplazado ante un jurado de
expertos como el que te interrogó en la ONU. Las verdades del gobierno se
desmontan solitas. Una vueltica rápida de los funcionarios de la ONU por las
morgues del país, por la Cota 905, por las cárceles y todo quedará aclarado.
Por esto te saliste
de tus casillas y perdiste la compostura: porque pensaste que a esos señores
tan serios de la ONU podrías tratarlos como tratas a tus subordinados. Con la
soberbia, arrogancia, sarcasmo e ira que, imagino, les enseñan en los cursos de
inducción que, quizá, les dan a los altos funcionarios públicos antes de asumir
sus cargos. Porque, a pesar de que garantizaste que responderías todas las
preguntas, no llevaste suficientes testimonios falsos como para refutar cada
una de las denuncias que te presentaron. Es más, tuviste el atrevimiento de
mandar a cerrar la boca a uno de los miembros del comité. No una vez, sino dos
veces. Con ese comportamiento, remedaste mucho el estilo del presidente de la
Asamblea Nacional. Supongo que olvidaste por un momento que estabas en Suiza,
ante expertos de las Naciones Unidas, gente seria que sabe conducirse con
respeto, profesionalismo y apego a las pautas que dictan las normas de la
institución. Entiendo que no debe haber sido fácil para ti el bombardeo de
preguntas, y no disponer de tantas mentiras para sustentar las actuaciones de
tu régimen. Por eso tu respuesta tan irrespetuosa y grosera, por eso los
mandaste a cerrar la boca; así como has querido acallar a cada uno de los
valientes venezolanos que se han atrevido a protestar contra este desgobierno.
Pretendiste
desmentir las cifras del Observatorio Venezolano de la Violencia que calculó
una tasa de 82 muertes violentas por cada 100 mil ciudadanos en 2014. Dijiste
que la tasa no era esa: la situaste en 62 por cada 100 mil venezolanos. ¿De
verdad crees que ese número es más alentador? ¿En serio, pensaste que con esa
cifra abandonaríamos los primeros lugares que ocupamos en el ranking de la
violencia mundial? Aseguraste que Leopoldo y Ceballos reciben en sus recintos
penitenciarios tratos como el que podrían estar disfrutando en un Spa. Hablaste
de las cárceles venezolanas como lugares idílicos donde se desconoce lo que es
hacinamiento, armas y drogas. Pero tu momento crucial fue cuando dijiste que
tenías una carta firmada por la jueza Afiuni, en la que aseguraba que jamás
había sido víctima de violaciones, tratos crueles e inhumanos. ¡Por Dios, Luisa
Ortega! ¡Te excediste! Ante todo, antes que Fiscal General, eres mujer. Era tu
oportunidad de demostrar dignidad.
Ay Luisa Ortega,
quién te viera en Suiza. Seguro, pasando el sinsabor de tu vergonzosa
intervención ante la ONU haciendo “shopping” en las tiendas de Ginebra, como en
su momento te vieron hacerlas en las de Nueva York. Porque, parece, que eso sí
sabes hacerlo bien. Y mientras tu paseas y compras con los dólares que
necesitan las industrias de nuestro país; mujeres como Araminta González, o
Inesita o los muchos presos políticos -a quienes sin compasión se les violan
sus Derechos Humanos- quedan en el olvido por el efecto soporífero y
alucinógeno que provocan tus abyectas mentiras.
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