Por Froilan
Barrios, 02/07/2015
La tragedia que
sacude a cada familia en nuestro país la representa, la indefensión ante el
abuso de las “nuevas leyes del mercado”, que transcurre entre un Gobierno
Nacional quien a cada segundo publicita precios justos como conquista
revolucionaria, la guerra económica antipatriótica y una economía informal que
aprovecha el desabastecimiento y la escasez para imponer los precios de la
canasta alimentaria.
Mientras las más
importantes economías del continente evalúan el desarrollo de los dos acuerdos
más influyentes, tras 20 años de aplicación y su influencia en las condiciones
de vida, como son el Tratado de Libre Comercio de EEUU, México y Canadá y el
MERCOSUR donde Venezuela acaba de incorporarse por la puerta trasera, nosotros
sufrimos una suerte de canibalismo en la vida diaria para poder accesar a todo
producto elemental de la dieta alimentaria.
Incluso cuando
observamos entre otros, acuerdos bilaterales entre Perú y Bolivia para el
impulso del intercambio económico o la participación y afianzamiento de Chile
con la Unión Europea y el Comercio con el mercado del Pacifico, resalta la
gigantesca irresponsabilidad de nuestros gobernantes al haber abandonado con
argumentos ideológicos la Comunidad Andina de Naciones y el G-3, donde nuestro
país ejercía un liderazgo que aportaba beneficios a nuestra economía, empleos y
diversidad de productos en los anaqueles del mercado.
¿Cuál apocalipsis
estamos viviendo ahora? ¿Será esta hecatombe el fin de la historia? Cuando
presenciamos cada noche en las cercanías de los supermercados de pueblos y
ciudades de Venezuela, pobladas acampando en chinchorros y colchonetas para
alcanzar el mejor puesto de la fila en la madrugada, donde mujeres, ancianos e
infantes se abaten en los portones con la GN para no ser atropellados, todo por
un objetivo comprar a precios subsidiados y rematarlos luego a precios
siderales en los barrios, campos, en los mercados ante la mirada cómplice
gubernamental.
Ese comercio
informal expresado en el bachaqueo es una ganga que incorpora a una red
impresionante, desde el transporte que traslada los nómadas visitantes de cada
establecimiento, la comida rápida que alimenta la cola que sufre jornadas
extenuantes de 8 y 10 horas, con un pago final por jornada que quintuplica al
salario mínimo diario actual de 248 Bs.
Entre tanto el
trabajador formal sufre un efecto de pinzas, atrapado por un Gobierno incapaz
de frenar la inflación, y la escasez y el desabastecimiento que deteriora hasta
niveles de precariedad a la familia, obligado a pagarle al bachaquero por un
pote de leche hasta 2.000 Bs., casi 8 veces el valor real del producto.
El bachaqueo ha
impactado tanto el mercado formal que trabajadores públicos y privados,
complementan sus ingresos utilizando su capital las prestaciones sociales para
adquirir productos de la dieta diaria y ofertarlos a sus propios compañeros de
trabajo, impedidos de hacer las denigrantes colas. Como vemos el fraude
populista del Socialismo del siglo XXI ignoró hasta la Seguridad Alimentaria de
la CRBV.
Movimiento
Laborista
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