Margarita López Maya
Durante la
era chavista-madurista se ha ido arraigando el desprecio por ciertos valores,
que dificulta salir con bien y democracia de esta atroz crisis.
Uno de los
arraigados es la desconfianza o rechazo hacia la formación profesional para
asumir cargos de responsabilidad pública. La lealtad incondicional y conexiones
de amigos o familiares son hoy condiciones para ejercer altos cargos.
Cancilleres y demás ministros, que nunca se prepararon para tales
responsabilidades, explican por qué estamos como estamos.
Además de
esta piratería, está la falta de convicciones democráticas en gran parte del
chavismo, pero a veces poco claras en fuerzas opositoras. Si bien en discursos
se ofrece construir un Estado que obedecerá las leyes y garantizará derechos
fundamentales a todos, hay comportamientos que desdicen estas promesas.
Pugnas
inter y entre partidos, competencia feroz entre líderes, levantan dudas sobre
la sincera disposición de partidos y dirigentes de anteponer el bien común a
sus intereses parciales.
Hechos
recientes revelan prácticas autoritarias y oportunistas. Que la Presidenta de
AD, por ejemplo, crea que intereses feministas están por encima del Estado de
Derecho o que el presidente de Copei imponga su candidatura en Caracas sin
consulta a bases y dirigentes, levanta dudas sobre si en verdad estos partidos
han aprendido algo de sus equivocaciones.
La AD de
Lusinchi rechazó en los años ochenta las reformas políticas que demandaba la
sociedad, temeroso de perder posiciones de poder. Pérez impuso sin consulta al
Congreso ni a su partido, un paquete económico neoliberal, que precipitó el
Caracazo. En las elecciones de 1998, y ante el ascenso electoral de Chávez en
las encuestas, los partidos se confabularon para adelantar las regionales,
alterando las reglas del juego, tratando inútilmente de parar el triunfo
chavista. El CSE se subordinó a ellos.
Motivos
hay para desconfiar de partidos y dirigentes opositores. Aunque aseguran buscar
una transición hacia la democracia, y queremos creerles, alarman arrogancias y
actitudes de algunos, que parecen mostrar inconciencia sobre la gravedad de la
situación, poca preparación para las tareas que se vienen y escasa convicción
en procedimientos democráticos.
15-07-2015
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