Fernando Mires 07 de abril de 2017
El
concepto de Zeitgeist (espíritu del tiempo) proviene de la pluma de Hegel.
Comunmente es utilizado para señalizar las formas hegemónicas de pensamiento
que priman durante un tiempo en un país, región o incluso, en el mundo.
Debido
a su índole metafísica el concepto de Zeitgeist ha sido cuestionado por
filósofos de inclinación materialista. Pero haciendo una revisión de los más
recientes periodos, es indudable que, por lo menos en el campo de la política,
posee cierta validez. Podemos así hablar del espíritu rebelde de los años
sesenta, del espíritu anti-totalitario y anti-dictatorial de los ochenta y
noventa, del espíritu populista en los comienzos del siglo XXl.
Hoy, a
juzgar por acontecimientos que tienen lugar en diversos países de Europa y
América Latina, es posible pensar en el renacimiento de un cierto espíritu
democrático. Lo comprueban dos hechos.
El
primero es europeo: se trata de los retrocesos experimentados recientemente por
los partidos fóbicos o neofascistas (mal llamados “populismos de derecha”) en
países como Austria y Holanda. Las encuestas alemanas y francesas, además,
delatan una creciente preferencia por los partidos de centro representados en
figuras como Angela Merkel y Emmanuel Macron.
Interesante
es constatar que las personalidades centristas de nuestro tiempo no solo
bloquean a los extremistas del neofascismo sino, además, a la alternativa que
en el pasado reciente representó el socialismo democrático. El declive de este
último, en Austria, España, Holanda, Alemania, Francia e Italia, ha facilitado
el aparecimiento del neo-fascismo, pero también la emergencia de un centro
democrático vigoroso en condiciones de emprender la defensa de la UE. Sin duda
una institución que, pese a sus deformaciones burocráticas ocupa un significado
importante al nivel de lo simbólico, a saber, la representación de una
cooperación internacional basada en los principios heredados de los tiempos de
la Ilustración.
A
pesar del Brexit, a pesar de la aparición de los partidos y movimientos
neo-fascistas, o quizas gracias a eso, Europa ha sacado fuerzas de flaqueza y
mostrado su disposición a continuar la ruta trazada por los acuerdos de Roma,
hace ya sesenta años.
El
segundo hecho democrático es latinoamericano. Estamos asistiendo al ocaso del
también mal llamado socialismo del siglo XXl y al desplazamiento de la política
a posiciones centristas. Las derrota electoral del peronismo kirchnerista o
cristinismo en la Argentina, la salida constitucional del post-lulismo de
Rousseff en Brasil, la desintegración del bacheletismo en Chile, la derrota
plebiscitaria sufrida por Morales en Bolivia y la perdida de fuerzas del
correísmo en Ecuador, son signos suficientes para afirmar que la política
regional está hoy caracterizada por un viraje que va desde la izquierda hacia
el centro (centro-derecha o centro-izquierda).
Las
declaraciones conjuntas de la OEA mediante las cuales la mayoría de sus países
se pronunciaron en contra de los desmanes golpistas del régimen de Maduro
sientan un caso precedente. Significan un evidente compromiso con la democracia
continental. Una democracia que ya no solo será entendida por sus orígenes
electorales sino por el cumplimiento de normas como son la separación de los
poderes públicos, la vigencia del principio constitucional, las elecciones
libres y secretas y, no por último, el respeto a los derechos humanos. En fin,
todo lo que Maduro y su pandilla ha violado en Venezuela.
Sí, el
Zeitgeist no fue solo una ocurrencia hegeliana. Existe.
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