Por Ángel Oropeza
“Uno a uno, todos somos
mortales. Juntos, somos eternos”. Apuleyo
Venezuela está en ebullición.
Todos los días hay decenas de protestas ciudadanas y expresiones populares de
descontento frente a la grave crisis que padecemos. El Observatorio Venezolano
de Conflictividad Social registró en su último reporte 2.414 protestas de enero
a marzo de 2018, lo que equivale a un promedio de 26 protestas diarias. Esta
cifra representa un incremento de 93% en comparación con el mismo período del
año pasado.
Frente a esta situación, los
culpables de la tragedia que provocan estas protestas no solo niegan que ella
exista, sino que se proponen además agravarla y eternizarla mediante su
perpetuación fraudulenta en el poder. Por ello, necesitan acallar las voces e
invisibilizar el legítimo descontento de la gente. Nuestro deber como
venezolanos, por el contrario, es visibilizarlo y multiplicar su impacto. Porque
lo que está en juego es la vida, y Venezuela merece vivir.
Pero la mayoría de estas
manifestaciones de indignación popular siguen siendo todavía desarticuladas e
inconexas. No trascienden de lo local porque no hay ningún elemento hilador de
las mismas. Y es precisamente allí donde hay que concentrar el esfuerzo.
Uno de los objetivos del
Frente Amplio es vincular entre sí a los distintos sectores sociales y
políticos del país y a sus respectivas actividades, y establecer una gran red
de comunicación entre ellos, elaborar una auténtica “telaraña” que enlace y
relacione las expresiones de protesta y descontento de la población, para
potenciar su efecto político transformador. Y cuando hablamos de efecto
político, nos referimos principalmente a dos.
Por una parte, lograr que la
población establezca la necesaria asociación entre los problemas que sufre y el
responsable de generar esos problemas. No es posible la activación de un
movimiento popular poderoso de cambio si la gente no sabe muy bien quién es el
culpable de lo que quiere cambiar. Y en esto todavía queda mucho trabajo por
hacer. En un artículo reciente mencioné cómo en el estudio sobre actitudes
políticas Ratio-UCAB de febrero de este año, al preguntar, por ejemplo, quién
es el responsable del desabastecimiento, solo 39% afirma que es Maduro y su
gobierno, 6% señala a la oposición, 6% a los militares, 7% a la crisis
económica mundial y un alarmante 30% al invento oficialista de la “guerra
económica”, mientras 12% no sabe o no responde. Que la gente sufra es una
tragedia. Pero una miseria mayor es sufrir sin saber quién es el responsable de
ese sufrimiento. Enlazar las manifestaciones populares de descontento y
vincularlas en un hilo comunicador, permite desarrollar una necesaria tarea de
educación política para que muchos de nuestros compatriotas comprendan la
asociación entre su penuria y quienes se benefician de ella. De nuevo, la única
forma de superar nuestra actual tragedia es por medio de un cambio político,
para lo cual la correcta identificación de las causas y sus responsables es una
condición fundamental.
El segundo efecto político que
se busca al vincular entre sí a los distintos sectores del país, es pasar de
las protestas y manifestaciones de descontento concebidas solo como catarsis,
como drenaje de la rabia contenida o de la legítima molestia, a entenderlas y
asumirlas como un mecanismo imprescindible para provocar los cambios
necesarios. Es convertir el rechazo en el germen irremisible de la exigencia de
algo distinto. Es enviar constantemente el mensaje de rebeldía y no sumisión a
quienes se enriquecen empobreciendo a los demás. Es la protesta que impide la
calma que necesitan los explotadores para perpetuar su dominio. Es el grito
que, al rechazar el presente, lo hace en demanda de un futuro distinto.
Ninguno de esos dos efectos es
alcanzable si nos mantenemos desagregados e inconexos. Revertir esto solo es
posible desde la unidad de los diversos. Y esta tarea es difícil, pero
ineludible e imprescindible si queremos que Venezuela no se nos muera.
30-04-18
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