Emilio Nouel 07 de junio de 2019
@ENouelV
De
aquellos polvos vienen estos lodos, reza el refrán castizo. Y traerlo a
colación en estos tiempos de calamidad social grave en nuestro país, resulta lo
más adecuado, sobre todo, cuando pensamos acerca del daño causado a la Nación
por las expropiaciones llevadas a cabo por la tiranía.
Muchas
son las ocasiones en que me he referido a las ideologías demenciales que han
traído consigo hambre y desdichas a granel en los países en que han instaurado
regímenes políticos.
El
socialismo, en general, es una de ellas, con su carga de colectivismo e
intervencionismo estatal, que en los casos más extremos conduce a situaciones
aberrantes, conculcadoras de las libertades, por un lado, y por otro,
destructoras de las bases económicas de la sociedad.
Tales
ideologías son la causa primera de la locura expropiadora que se apodera de los
regímenes socialistas. Los resultados de esta política son nefastos y están a
la vista en los registros históricos.
Se
parte de una idea tan sencilla como letal. La actividad económica debe ser
tomada por el Estado, el cual representaría el interés de la sociedad en su
conjunto, y así se evita que los propietarios privados egoístas se apropien de
una ganancia que debe ser repartida entre todos, y quién mejor que ese ente
para distribuirla en beneficio de todo el cuerpo social.
De
este enfoque colectivista -“la propiedad es un robo”- han padecido muchos
gobernantes, incluso no socialistas marxistas ortodoxos, como algunos gobiernos
socialdemócratas.
En
Venezuela, el chavismo es un ejemplo de esta ideología delirante.
Hugo
Chávez expropió a diestra y siniestra mientras estuvo en el poder. Embriagado
de poder y de dólares petroleros, expropió caprichosamente lo que se le ocurría
(un ejemplo insólito: el Edificio La Francia en la Plaza Bolívar de Caracas,
por cierto, propiedad de la Universidad de Oriente) y re-estatizó sectores que
habían pasado a ser gestionadas más eficientemente por actores privados (SIDOR,
CANTV).
La
lista de empresas y actividades privadas que fueron arrebatadas de manera
absurda a los sectores privados es larga. Van del petróleo, pasando por la
manufactura hasta los servicios agrícolas.
Los
fundamentos de racionalidad económica o de otra naturaleza, si las hubiera, no
se encuentran por ningún lado, en ningún caso de expropiación. La explicación
no es otra que la ideológica.
El
daño causado a esos sectores y empresas es enorme. La acción del Estado
chavista ha sido ruinosa con repercusiones directas en la sociedad en términos
de productividad, inflación, escasez y empleo.
Sin
embargo, peor es aún el daño patrimonial a la Nación que se deriva de los
juicios entablados por los expropiados. Porque si bien quebrar unas empresas es
una cosa de por sí perjudicial, otra secuela más grave es haber generado
demandas mil millonarias, en las que el país ha salido con las tablas en la
cabeza, porque no hay forma de defender en juicio, con argumentos jurídicos
sólidos, evidentes arbitrariedades.
Nunca
Venezuela había sido demandada ante entes jurisdiccionales y de arbitraje como
lo ha sido en los últimos tiempos. Alrededor de 38 veces en el Centro de
Arbitraje del Banco Mundial. Los costos de esos juicios son enormes, sin
mencionar los mil millonarios montos de las condenas. Se dice que nada más en
honorarios de abogados en el caso de Conoco Phillips, Venezuela ha debido pagar
más de 40 millones de dólares, sin contar todas las expensas causadas por el
proceso.
Activos
internacionales valiosos de la República hoy están en riesgo cierto de perderse
por una conducta irresponsable e injustificada de un régimen embriagado de
poder e infectado con una ideología tóxica, que ha conducido a Venezuela a la
crisis sin precedentes que vivimos.
Los
causantes de este inconmensurable perjuicio al patrimonio de todos los
venezolanos deberán pagar por ello. Y ese es sólo una parte del legado
exterminador que dejó Hugo Chávez Frías.
Emilio
Nouel
@ENouelV
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