Por José Guerra,
05/07/2015
En mi artículo
anterior comentaba que el escenario petrolero es tal que pareciera inevitable
que este gobierno entre en default el próximo año y nos preguntábamos qué
sentido tiene entonces cumplir con los compromisos de deuda externa en lo que
resta de 2015. Ciertamente “default” es una mala palabra en círculos
financieros y es comprensible que cualquier gobierno responsable trate de
evitar semejante raya, pero aquí no tenemos la opción razonable de pagar hoy y
mantener abiertas las líneas de crédito mañana. No, esa no es la disyuntiva en
que se encuentra el país actualmente. Estos bárbaros nos han llevado al extremo
donde debemos escoger entre un escenario malo, donde no pagamos hoy y se nos
cierran las líneas de crédito mañana, y un escenario peor, donde pagamos hoy e
igualito se nos cierran las líneas de crédito mañana. En ambos casos quedamos
como un país maula, pero en el segundo quemamos hoy unas divisas escazas sin
beneficio aparente, ni siquiera en la percepción de riesgo del país.
Ya lo advertía
recientemente el ministro Menéndez, quien en una entrevista a su regreso de
Ginebra se quejaba amargamente: “Cuando se paga el servicio de la deuda y ese
mismo día sube el riesgo país, evidentemente es una conducta irracional.” En
esas cándidas declaraciones, que recuerdan aquel “la banca me engañó” de
Lusinchi, el ministro obvia que los acreedores evalúan no solo nuestra voluntad
de pagar sino, más importante aún, muestra capacidad de pagar. Ciertamente, con
cada pago de deuda nos ganamos un punto en buena conducta, pero al mismo tiempo
nos quedamos con menos reservas para enfrentar futuros pagos y, dado el
estancamiento económico del país, ver subir la prima de riesgo país es lo
esperable. Es por ello que mientras a Perú, por poner un ejemplo, le pueden
cobran 5% de interés en una emisión de deuda, a nosotros nos cargan intereses
por encima del 20%, nada más por el riesgo que implica prestarle hoy a
Venezuela.
Vuelvo entonces a
mi pregunta inicial: ¿Qué sentido tiene rebanar aún más las importaciones para
cumplir con los compromisos externos este año si ya se avizora que, paguemos o
no paguemos en 2015, es casi inevitable un default de deuda en 2016? ¿No
resultaría más cónsono con la retórica oficialista despotricar de Wall Street y
desviar esos 6 mil millones de dólares para aliviar un poco las penurias del
pueblo en vísperas de elecciones?
Para entender esta
paradoja de política hay que remitirse a la lógica misma de la toma de
decisiones en el madurismo: aquí la economía va en piloto automático y no se
cambia nada que pueda afectar la tajada de alguna de las poderosas mafias que
apuntalan el régimen, sin importar lo impopular o contraproducente que pueda
resultar. Que si proponen la simplificación cambiaria, salta la mafia de la
sobrefacturación y mata la iniciativa. Que si proponen ajustar el precio de la
gasolina, salta la mafia del contrabando de extracción y mata la iniciativa. Y
así sucesivamente con los puertos, las cabillas, el cemento y cuanto negocio
fraudulento se ha podido redondear la nomenclatura del régimen.
En el caso de la
deuda externa, son dos los agentes (uno externo y otro interno) que presionan
para que los pagos se hagan puntualmente a trocha y mocha. Por un lado está el
gobierno cubano, que conserva una calificación de crédito un peldaño por encima
de la nuestra, pero que claramente se vería arrastrado por un default
venezolano, algo que no se pueden permitir precisamente ahora que entran en la
recta final de su normalización de relaciones con los grandes centros financieros
del mundo. Por otra parte, tenemos una boliburguesía forrada en bonos de la
deuda externa y que será la primera en acusar el golpe cuando este gobierno,
tarde o temprano, se declare en moratoria. Esa boliburguesía, que no se
encuentra con semejante portafolio precisamente por habérselo ganado con el
sudor de la frente, presiona inclementemente bajo la consigna de agarrando
aunque sea fallo. Así se completa ese ciclo financiero perverso que permitió
transformar dineros públicos en fortunas privadas a una escala sin precedentes.
Precisamente para eso amigo lector es que nos apretamos el cinturón, para eso
es que hacemos cola, para eso es que pagamos. Aquí uno describe los hechos, no
lo que uno desea que ocurra.
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