Carlos Raúl Hernández 06 de julio de 2015
@CarlosRaulHer
Lo que se requiere en la AN es diálogo
de poderes y el debate sobre cómo superar errores
El gobierno se mete punzones en el
cerebro para ver si salta la idea que induzca una derrota electoral a sus
adversarios. Pese a que las encuestas evidencian un posible triunfo de estos,
como decía aquél inolvidable catcher de los Yanquis de NY, el juego no se
termina hasta que no se acaba. Puede percibirse una intención de voto que
supere al adversario. Pero no existen mayorías mentales, sino las que están
contadas y empapeladas. Es comprensible que muchos digan que la victoria “está
ahí”, que “ya tenemos mayoría”, pero no es cierto. Primero hay que lograr que
los adherentes concurran a votar, luego sumar más votos y defenderlos en las
mesas, y para ello se requiere una impecable campaña, una estrategia de acero y
una maquinaria logística y de testigos. Lo demás son ilusiones,
potencialidades, autoalivios que terminan en dolientes “si hubiéramos… “. Dicen
que “hubiera” es el tiempo verbal de los tontos.Si se carece de eso, el verdor
perecerá, a menos que se cuente con el apoyo deAguanile dominador del universo
y haya un milagro. Sin echar pelos a la leche, hay muchas dificultades para
concretar ese objetivo. Argucias, dakasos, emociones nacionalistas contra
Colombia y Guyana oportunamente administradas y unos diez mil millones de
dólares para todo tipo de trapicheos. Pero el problema más grave es la fractura
que el fatídico 2014 dejó en la emocionalidad opositora, cuando sobre los que
no creen en pajaritos grávidos llovió la acusación de traidores porque
afirmaban que el gobierno se reiría de los que pretendían derrotarlo con
adolescentes en las calles y vecinos asfixiados. La palabra traición retumbaba
ante lo que hoy es saber común: que la única posibilidad estaba en prepararse
para las elecciones parlamentarias. Por desventura esa herida no se cierra aún.
Ruptura
afectiva
La mantiene abierta un comando SWAT de
insensatos en Twitter, amateurs en la política, que asumieron la faena de
repetir las badulaquerías que el gobierno hace brotar, como ventrílocuo, de la
boca de palo de las marionetas. Que dictadura no sale con votos, que “negociar
con tiranos es traición”, que las máquinas de votación están intervenidas, que
hackers desde La Habana y Shangai alteran los resultados. Que la oposición ganó
todas las elecciones y se las quitaron, porque son una manada de cobardes. Que
la Unidad tiene negocios oscuros con el gobierno. Esa ruptura afectiva
dificulta un debate racional sobre el elemento básico que permitiría convertir
descontentos en mayoría política: que la alternativa democrática se presente
ante los electores como una fuerza positiva, dispuesta a negociar para resolver
los conflictos y no profundizarlos, como se ha dicho pero no suficiente, que
sea esperanza y no amenaza.
En vez de eso empuñan vaciedades
peligrosas “constituyentes”, “transiciones”, “revocatorios”, días oscuros, la
Guerra de las Galaxias. Ante esas retóricas de zozobra, los decepcionados
pudieran preferir lo malo conocido a la incertidumbre. Eso es lo que habría que
borrar del vocabulario para que los sectores populares capten la posibilidad de
futuro que les brinda la oposición que por primera vez en 17 años arranca un
proceso electoral con ventaja. A veces parece que preferirían perder antes que
un triunfo compartido con los que advirtieron sus errores a tiempo. Presentarse
en la campaña como jinetes del Apocalipsis, brazo de hierro del bíblico día de
la ira, podría desvanecer el sueño húmedo de “somos mayoría”. Salvo pequeños
grupos de zelotes, nadie quiere votar por la discordia, persecuciones,
correteos, confutatis maledictis. Lo indica la experiencia de los procesos de
cambio desde regímenes autoritarios a democráticos
Pilotos
de Fórmula Uno
Los pusieron en peligro (o los
frustraron) radicales que ensayan la V de venganza, que siempre fracasan y
arrastran los países a la inestabilidad. Al contrario Chamorro, Yeltzin, Lagos
y muchos otros entendieron que había que fundar la paz, la convivencia y el
entendimiento con los adversarios, enseñarles e imponerles la práctica de la
libertad y la democracia Todos los factores que pueden contribuir a que el
deseo de cambio deje de ser un amor sin esperanza, la ONU, Unasur, el
Parlamento Europeo, los expresidentes iberoamericanos, quieren que sea para
contribuir a la normalización de la vida del país. ¿Será que no se entiende la
sonrisa de Shannon, tan sugerente como la de Mona Lisa? Y eso solo será posible
si los opositores no lucen como una horda desgaritada que reclama sangre. En
vez de confrontación de poderes, lo que se requiere en la Asamblea Nacional es
diálogo de poderes y el debate sobre cómo superar errores en beneficio de la
gente.
Más que una campaña conflictivista, que
martille en la ciudadanía los problemas que no necesita que le recuerden,
habría que sembrar que el país si es recuperable y lo que hay que hacer para
lograrlo. Que hay una fuerza tranquila y decidida que encarna un mejor futuro.
A los que quieran esparcir su testosterona por el universo y no pueden vivir
sin alardes de machismo, debe recomendárseles que se hagan pilotos de Fórmula
Uno, toreros o trapecistas y dejen la política a quienes tienen la cabeza y la
bioquímica en su sitio y no pongan en peligro el destino de todos. La política
no es meter la cabeza entre fauces de cocodrilos y tener carácter no es tener
mal carácter.
Tomado de: http://barometropolitico.com/2015/07/06/v-de-venganza-por-carlos-raul-hernandez-carlosraulher/
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