Por Gioconda San Blas
Son 17 años sufriendo la
destrucción progresiva de nuestro país en un vergonzoso plan de la patria
preconcebido para no dejar piedra sobre piedra. Con él hemos visto demoler
instituciones, confiscar fincas y empresas, despojar al bolívar de su valor
monetario en medio de una corrupción rampante, impulsar la inflación más alta
del mundo, llevar a la pobreza a tres cuartas partes de la población mientras
el hambre y las enfermedades arrasan sin piedad, convertir al país en refugio
de delincuentes de la droga, espantar a otros destinos a los mejor formados,
despreciar los valores meritorios del conocimiento, silenciar medios de
comunicación, apresar al disidente, violar los derechos humanos, políticos y
civiles de la población. Tanto que hoy Venezuela es observada con estupor desde
el exterior, sin explicación posible a tanta ruina, luego de un festín
multimillonario en dólares.
“Venezuela se está
muriendo”, anuncian en medios internacionales de comunicación. “El lamentable
fin de la democracia en Venezuela, la terminación del estado de derecho”
califica Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados
Americanos, a la prisión de Leopoldo López y de tantos otros presos políticos,
mientras BanKimoon, secretario general de las Naciones Unidas, protesta la
crisis humanitaria y la inestabilidad política que agobian a los venezolanos.
No es fácil mantenerse
optimista ante este cuadro de deterioro continuado por 17 años. A partir de
técnicas ampliamente usadas por los nazis, los soviéticos, los cubanos y otros
regímenes totalitarios, se induce la desesperanza para desmoralizar, debilitar
las ansias de luchar por un mejor futuro o destruir la fe en lograr metas hacia
ese fin. Una política de estado, pues, ésta de sembrar desesperanza en la
población y asegurarse así la perpetuación en el poder. Algo que el régimen
local está aplicando sin rubor, como discípulo aplicado del cubano.
¿Cómo luchar contra esta
desesperanza aprendida? Nada mejor que con un optimismo aprendido. Tenemos
razones para ello. Veamos: en 2015 nos dijeron que no habría elecciones para
elegir una nueva asamblea nacional, las hubo; que de haberlas, no ganaríamos o
de ganarlas, el régimen no las reconocería; las ganamos por paliza y los nuevos
diputados se juramentaron. Hoy más del 80% de la población estamos inconformes
con el estado de cosas que nos fatiga, aquí estamos los opositores de la
primera hora, siempre firmes en nuestro rechazo al régimen, más los
desencantados de ahora, que se han ido sumando porque “amor con hambre no
dura”.
Somos una sólida mayoría y
debemos portarnos como tales. Por lo tanto, fuera el desaliento, que motivos
sobran para hacer de la esperanza nuestra bandera. No puede ser una esperanza
pasiva, pensando que serán los demás quienes harán nuestro trabajo; tendrá que
ser una esperanza muy activa, cada quien poniendo su grano de arena en lo mejor
que pueda o sepa hacer, para contribuir con entusiasmo al llamado de la Mesa de
la Unidad Democrática.
Por los momentos, el
compromiso se centra en el 1º de septiembre. La toma pacífica de Caracas es esa
actividad que asumiremos para demostrarnos y demostrar al mundo esa mayoría que
somos, para insistir en nuestro derecho a reconquistar la esperanza en un
futuro luminoso, dando al traste con la política destructiva del régimen, para
defender nuestro derecho constitucional al referendo revocatorio, para pensar
en un país distinto en paz y democracia, donde las garantías por una mejor
calidad de vida se satisfagan para todos.
¿Imposible? A Napoleón se le
adjudica la frase: “Lo imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de
los cobardes”. Si algo hemos demostrado desde la creciente oposición es que no
somos ni uno ni otro. Salgamos, pues, con entusiasmo el 1º de septiembre,
encontrémonos gozosos en la calle, en esa actividad que nos unirá en el empeño
por una patria, la nuestra, en busca de un mejor destino.
TUITEANDO
Ha sido aprobado en primera
discusión en la Asamblea Nacional el proyecto de reforma de la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (LOCTI).
Habrá que estar atentos a las fechas en que se llevarán a efecto las reuniones
de consulta pública previas a la segunda y definitiva discusión.
25-08-16
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