Luis Manuel Esculpí 23 de agosto de 2016
@lmesculpi
Ya se
habían escapado Pompeyo, Teodoro y Guillermo del cuartel San Carlos a través de
un túnel. Se adelantaban lo preparativos para la realización del VIII pleno del
Comité Central. Debe haber sido en marzo del año 67. Lo recuerdo perfectamente
la fuga fue en febrero y el pleno en abril. Uno de mis enlaces de la CEN de la
juventud me fija un contacto con alguien del aparato de seguridad del partido.
Se requería ser sumamente puntual, la espera no debía pasar de cinco minutos.
Debo llevar una revista selecciones, la otra persona llevará una revista Life
en español. Intercambiaríamos contraseñas y a partir de allí comenzaríamos a
realizar algunas tareas.
El
lugar del encuentro para mí era desconocido. No había cumplido 19 años mi vida
y mi militancia, se había desarrollado en el Departamento Libertador -en la
actualidad municipio del mismo nombre- no conocía el este de la ciudad. La cita
sería en Chacao, en una calle transversal dónde tendría como referencia un
edificio de oficinas, nos encontraríamos en la puerta, me dispuse ha localizar
antes el lugar, para así poder cumplir con las exigencia del contacto.
Llego
el día previsto para el encuentro y en el sitio convenido había una persona
alta vestida con un traje gris, en sus manos tenía la revista acordada,
respondió la contraseña y caminamos por un par de calles laterales ,
conversamos sobre la realización de un curso y establecimos un mecanismo para
nuestro próximo contacto.
La
siguiente reunión sería para recibir el curso de seguridad y normas para la
vida clandestina, improvisamos un “aula” en un apartamento que ubiqué en Las
Acacias para tal fin y en donde en varias sesiones recibiríamos las clases.
Nuestro instructor solo tendría dos alumnos, junto conmigo estaría “Piña”,
seudónimo del encargado de esas lides en uno de los organismos donde
militábamos.
Me
impresionó el dominio y la cultura que aquel hombre poseía sobre las técnicas
del trabajo secreto, intuí que nuestro maestro debía poseer una vasta
experiencia, que estábamos frente a alguien fogueado en la acción, luego pude
corroborar que mi apreciación se ajustaba plenamente a la realidad.
En ese
lapso nació una amistad que perduró hasta ahora. En aquella época conversamos
mucho sobre la política del partido, fue un fervoroso partidario del repliegue
y de la participación electoral -sin descuidar la dedicación a sus delicadas
funciones- convencido de la necesidad de apoyar a través de un instrumento
legal, la candidatura de Luis Beltrán Prieto.
Nuestra
amistad en ese tiempo tenía una característica muy particular, hasta la
legalización como partido nunca conocimos nuestros nombres verdaderos, tampoco
tenía detalles de su militancia, ni de su existencia.
El
camarada era sumamente reservado con todo lo relacionado a su trabajo y a su
vida. Hoy decidí relatar algunos aspectos que pude conocer en la medida que se
estrechó la amistad. Este personaje recibió el curso de la KGB ( en su época)
en la Unión Soviética su entrenamiento lo efectuó en las zonas donde la represión
zarista fue más brutal. En China y Vietnam su adiestramiento fue en zonas
similares, para culminar su formación en Cuba donde perfeccionó los
conocimientos adquiridos en Europa y Asia.
En
Colombia dirigió un aparato clandestino, donde se preparaba el ingreso o salida
de los dirigentes. Teodoro en el libro de entrevistas escrito por Alonso
Moleiro titulado: Solo los estúpidos no cambian de opinión; relata una anécdota
de su salida y entrada subrepticia al país por Maicao ; allí señala que el
aparato “funcionaba perfectamente”. Fue enlace entre los miembros del Buró
Político, en particular con Pompeyo Márquez cuando ejerció la Secretaría
General, participó en el Porteñazo y realizó miles de peripecias para no ser
detenido, ni identificado, así pudo incorporase nuevamente a sus labores
habituales.
Coincidimos
en una época de cambios, de ruptura con viejos dogmas, deslinde de los
recetarios y fórmulas preconcebidas de la vieja izquierda – a las que
permanecen firmemente aferrados los principales protagonistas del régimen- de
rectificaciones históricas; preámbulo en la búsqueda de nuevos paradigmas ;
donde la lucha por la justicia social se consustanciará con la libertad y la
democracia.
Su modestia
no era falsa, acepto de muy buen grado pertenecer a un equipo que me
correspondió dirigir. En la legalidad y en su militancia en el MAS nunca hizo
valer sus glorias del pasado, no optó a ningún cargo de dirección permaneció
leal y solidario con sus compañeros de siempre. Aunque en los debates internos
teníamos posiciones distintas y divergentes, jamás se afectó nuestra hermandad.
Hablo
de José Rafael Bello Ugueto, dirigente deportivo, arquitecto (fue director de
planeamiento urbano en Valencia) fanático del jazz y de los Yankis de New York
-estas aficiones solo las conocí cuando lo visite en su residencia- donde pude
apreciar la fabulosa colección de discos de ese género musical estadounidense y
los originales -de lo que gracias a la perseverancia de Freddy Núñez- sería el
primer libro editado en español sobre la historia de los Mulos de Manhatan.
Bellito
como le decíamos sus compañeros era natural de Río Caribe, paisano de su
entrañable camarada German Lairet que junto a Rodrigo Mora conformaban un trio
inseparable. A quienes acompañó hasta el final de sus días.
Recuerdo
que Bellito me comentó que le había relatado a Germán que estábamos trabajando
juntos – en las postrimerías de la clandestinidad- en un grupo que me
correspondió coordinar y la respuesta de Lairet fue “cuídense porque lo más
seguro es que caigan presos”; afortunadamente German se equivocó.
En los
últimos años José Rafael vio disminuida sensiblemente su salud, afectado por
varias y complicadas enfermedades, su ánimo no disminuyó, siempre dispuesto a
conversar sobre diversos temas. Su fortaleza corporal se volvió enjuta. Freddy
Núñez – quien le proporcionó la alegría de realizar su sueño- promovió una
visita juntos recientemente durante su convalecencia, acompañamos la tertulia
con presas de pollo en brasas y unos pocos tragos de whisky que el editor del
libro proveyó. Se le notaba regocijado y muy contento por ese nuevo encuentro .
Allí le propuse que escribiéramos su biografía , ya no tenía sentido guardar
secretos importantes del pasado en su memoria, su apasiónate vida era
desconocida incluso por sus propios compañeros. Quedé comprometido a llevar un
grabador e iniciar la tarea.
Quedó
como asignatura pendiente, el tiempo y su salud nos impidieron cumplir. Bellito
se nos fue recientemente. Estas líneas constituyen un homenaje póstumo al
compañero y al camarada de casi cinco décadas, que seleccionó la opción de ser
un militante sumamente útil, escogiendo a su vez la figura del anonimato.
También significa un tributo al compromiso, a la existencia y la amistad.
@lmesculpi
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