miércoles, 31 de agosto de 2016

Inconsecuencias de Jorge y Diosdado, por @lmesculpi



Luis Manuel Esculpí 30 de agosto de 2016
@lmesculpi

Extraña mezcla, curiosa coyunda. En apariencia una asociación contranatural aunque no lo es tanto. Antiguos militantes de la izquierda trasnochada, militares golpistas y ex dirigentes estudiantiles. Ahora más obligados a coligarse para la conservación del poder. Esa es su razón de ser. Mantenerse su dominio constituye un fin en sí mismo. El reducido cogollo gobernante es la síntesis de tal asociación.

De la arcaica ultraizquierda provienen Nicolás Maduro, Fernando Soto Rojas, Eduardo Piñate y Rodulfo Pérez., antiguos militantes de la Liga Socialista. De Bandera Roja Elias Jaua y Blanca Eekhout.

Entre los militares destaca Diosdado Cabello quien ha sido su representante más versátil, ocupando conspicuas y variadas posiciones: Vicepresidente de la República, Ministro del Interior, de Obras Públicas y Vivienda, de infraestructura, dirigió CONATEL, Gobernador de Miranda y Presidente de la Asamblea Nacional.

Unos vienen del llamado “movimiento 80” de la UCV entre ellos Jorge Rodríguez, Jackeline Farías y Willian Castillo. Otros más recientes de un movimiento propio de la ULA como Tarek El Aissami. A la postre no resultaron ser tan “come flores” como se les identificó en el movimiento estudiantil. Cuando eran dirigentes de ese movimiento despotricaban de los partidos, traspasando la delgada línea que separa el anti-partidismo de la antipolítica. La fibra autoritaria estaba camuflada.

No pareciera casualidad que cada grupo tiene representación en un sexteto que constituye el súper-cogollo: Nicolás Maduro, Tarek El Aissami, Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez y Elias Jaua quienes junto a Cilia Flores conforman el núcleo eje de la política gubernamental. Los prebostes actuales.

Alguna vez defendieron los derechos humanos -allí no estaba Diosdado- ahora se dejaron de eso, incluso Tarek Willian Sabb. La imagen contestaria se desvaneció. Se mutaron en representantes de la burocracia que tanto decían combatir. La frescura se marchito. El ángel desapareció. Los sueños se transformaron en pesadilla. No fue que el poder los transformó. Posiblemente siempre fueron así. El discurso era una fachada para cubrir ambiciones recónditas. La lucha contra la corrupción era una falacia, tal como lo han demostrado en el ejercicio del gobierno.

Los presos por los golpes del 4F y 27N del 92 fueron tratados dignamente, recibieron prerrogativas y beneficios acordes con su condición de presos políticos. Nada comparable con el trato vejatorio, injurioso e inhumano que sufren los presos políticos en la actualidad, incluyendo la aplicación de torturas físicas y psicológicas.

En el uso de mecanismos represivos confluyen las prácticas stalinistas con las fascistas. La implacable persecución contra los empleados públicos, que lideran Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez a quienes ejercieron un derecho democrático contemplado en la Constitución; tiene esas abominables y nefastas características propias del oscurantismo.

La república civil tuvo un comportamiento absolutamente distinto con la disidencia que ahora gobierna, Jorge Rodríguez fue coordinador del programa del pasaje estudiantil (adscrito al Ministerio de Transporte) durante el segundo gobierno de Caldera, Diosdado Cabello estuvo en informática en el PAMI dirigido por Francisco Arias Cárdenas. Allí no sufrieron el acoso, las amenazas, ni la persecución por las posiciones políticas que asumieron.

Cuando los regímenes autoritarios pierden respaldo popular, tienden a escalar la represión mostrando así su verdadera faz. Las recientes medidas adoptadas a propósito de la jornada del 1 de septiembre, tiene varias facetas: presienten el éxito de la jornada, sienten temor de su aislamiento, asoman su rostro más represivo y pretenden evitar que nacional e internacionalmente se conozca -una vez más- el multitudinario rechazo al régimen de Maduro.

Por supuesto que el primero de septiembre no será la última jornada, más bien el inicio de nuevas acciones en la dirección de alcanzar el cambio político, cada vez es más eminente la necesidad de modificar el rumbo. El país lo reclama, tenemos necesariamente que colocarnos a la altura de ese desafío.

Luis Manuel Esculpi
@lmesculpi

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