Luis Manuel Esculpí 30 de agosto de 2016
@lmesculpi
Extraña
mezcla, curiosa coyunda. En apariencia una asociación contranatural aunque no
lo es tanto. Antiguos militantes de la izquierda trasnochada, militares golpistas
y ex dirigentes estudiantiles. Ahora más obligados a coligarse para la
conservación del poder. Esa es su razón de ser. Mantenerse su dominio
constituye un fin en sí mismo. El reducido cogollo gobernante es la síntesis de
tal asociación.
De la
arcaica ultraizquierda provienen Nicolás Maduro, Fernando Soto Rojas, Eduardo
Piñate y Rodulfo Pérez., antiguos militantes de la Liga Socialista. De Bandera
Roja Elias Jaua y Blanca Eekhout.
Entre
los militares destaca Diosdado Cabello quien ha sido su representante más versátil,
ocupando conspicuas y variadas posiciones: Vicepresidente de la República,
Ministro del Interior, de Obras Públicas y Vivienda, de infraestructura,
dirigió CONATEL, Gobernador de Miranda y Presidente de la Asamblea Nacional.
Unos
vienen del llamado “movimiento 80” de la UCV entre ellos Jorge Rodríguez,
Jackeline Farías y Willian Castillo. Otros más recientes de un movimiento
propio de la ULA como Tarek El Aissami. A la postre no resultaron ser tan “come
flores” como se les identificó en el movimiento estudiantil. Cuando eran
dirigentes de ese movimiento despotricaban de los partidos, traspasando la
delgada línea que separa el anti-partidismo de la antipolítica. La fibra
autoritaria estaba camuflada.
No
pareciera casualidad que cada grupo tiene representación en un sexteto que
constituye el súper-cogollo: Nicolás Maduro, Tarek El Aissami, Diosdado
Cabello, Jorge Rodríguez y Elias Jaua quienes junto a Cilia Flores conforman el
núcleo eje de la política gubernamental. Los prebostes actuales.
Alguna
vez defendieron los derechos humanos -allí no estaba Diosdado- ahora se dejaron
de eso, incluso Tarek Willian Sabb. La imagen contestaria se desvaneció. Se
mutaron en representantes de la burocracia que tanto decían combatir. La
frescura se marchito. El ángel desapareció. Los sueños se transformaron en
pesadilla. No fue que el poder los transformó. Posiblemente siempre fueron así.
El discurso era una fachada para cubrir ambiciones recónditas. La lucha contra
la corrupción era una falacia, tal como lo han demostrado en el ejercicio del
gobierno.
Los
presos por los golpes del 4F y 27N del 92 fueron tratados dignamente,
recibieron prerrogativas y beneficios acordes con su condición de presos
políticos. Nada comparable con el trato vejatorio, injurioso e inhumano que
sufren los presos políticos en la actualidad, incluyendo la aplicación de
torturas físicas y psicológicas.
En el
uso de mecanismos represivos confluyen las prácticas stalinistas con las fascistas.
La implacable persecución contra los empleados públicos, que lideran Diosdado
Cabello y Jorge Rodríguez a quienes ejercieron un derecho democrático
contemplado en la Constitución; tiene esas abominables y nefastas
características propias del oscurantismo.
La
república civil tuvo un comportamiento absolutamente distinto con la disidencia
que ahora gobierna, Jorge Rodríguez fue coordinador del programa del pasaje
estudiantil (adscrito al Ministerio de Transporte) durante el segundo gobierno
de Caldera, Diosdado Cabello estuvo en informática en el PAMI dirigido por
Francisco Arias Cárdenas. Allí no sufrieron el acoso, las amenazas, ni la
persecución por las posiciones políticas que asumieron.
Cuando
los regímenes autoritarios pierden respaldo popular, tienden a escalar la
represión mostrando así su verdadera faz. Las recientes medidas adoptadas a
propósito de la jornada del 1 de septiembre, tiene varias facetas: presienten
el éxito de la jornada, sienten temor de su aislamiento, asoman su rostro más
represivo y pretenden evitar que nacional e internacionalmente se conozca -una
vez más- el multitudinario rechazo al régimen de Maduro.
Por
supuesto que el primero de septiembre no será la última jornada, más bien el
inicio de nuevas acciones en la dirección de alcanzar el cambio político, cada
vez es más eminente la necesidad de modificar el rumbo. El país lo reclama,
tenemos necesariamente que colocarnos a la altura de ese desafío.
@lmesculpi
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