JUAN J. MORENO A. 20 de agosto de 2016
La
acentuación de las erradas políticas económicas adoptadas desde los inicios de
esa gran farsa que llaman los chavistas revolución, sumada al despilfarro y corruptelas,
insensatas decisiones adoptadas de manera arbitraria frente a exigencias de
cada momento y la ruptura del orden constitucional de la república, constituyen
la principal artillería de esa especie
de guerra de exterminio en distintos frentes que ejecuta el régimen madurista
contra la cada vez más indefensa población venezolana.
A esta
conclusión arribamos al reflexionar sobre hechos aparentemente simples, pero de
importante significación, como fueron los recientes pronunciamientos sobre la
crisis humanitarias que viven los venezolanos; por una parte del secretario
general de la ONU, Ban-Ki Moon, y por la
otra, el pronunciamiento de la Alianza Global de Institutos Nacionales de
Derechos Humanos (Ganhi, por sus siglas en inglés), que recomendó cambiar la
categoría de acreditación (De A a B), a la Defensoría de Derechos Humanos de
Venezuela por su deficiente labor.
Muy
diligente ha lucido el “Defensor” para negar especialmente los señalamientos
sobre la crisis humanitaria que ya están percibiendo desde fuera del país
instituciones y personalidades de reconocido prestigio, ante situaciones que
está padeciendo la población venezolana y que a estas alturas resultan
escandalosamente inocultables. Con su característica vehemencia para tratar de
demostrar la “exageración” de las acusaciones en esta materia y los
señalamientos sobre las deficiencias de su Despacho, Tarek William, no ha
perdido tiempo para refutar lo que hoy todo el mundo contempla como una
verdadera guerra de exterminio contra la población y la cual se expresa, entre
otras, en los siguientes frentes de combate (para hacer uso de términos de los
que gustan los integrantes de ese auténtico ejército de ocupación que nos
gobierna):
El
primer frente es fácilmente perceptible para quien se tome la molestia de
levantarse antes de las cinco de la mañana y
pasearse por el frente de cualquier supermercado o farmacia, para
entender que no se puede llamar de otra manera, que de inhumana, la situación que sufre la inmensa mayoría de
las familias venezolanas en busca de alimentos y medicinas, por efecto de las
erradas políticas económicas del régimen y cuya responsabilidad achacan al
único sector, el empresarial privado, que se esfuerza por producir esos bienes
de consumo masivo y que, pese a ello, lejos de recibir las facilidades del
gobierno, solo son objeto de insultos, descalificaciones y la negativa de ayuda.
Que le pregunten a cualquiera de los cientos de
miles de trasnochados si es o no
inhumano verse sometido a tan largas horas de cola para comprar un paquete de
harina o un medicamento que requieren con urgencia. Miremos hacia las fronteras
con los vecinos países, Colombia y Brasil, y preguntémosle a la masa de
venezolanos que corren generalmente a pié a través de la zona divisoria si se
sienten o no respetados en sus derechos humanos cuando se les coloca en tan
deplorable situación. Asomémonos también a las escuelas que atienden a la
inmensa población de educandos, para comprobar el estado de desnutrición que
sufren nuestros niños, por las deficiencias alimenticias impuestas por la grave
situación de desabastecimiento y altos precios de los alimentos, e igualmente
preguntarle si es o no inhumana la condición a la que son sometidos.
El
otro frente es el que denuncian pacientes y sus familiares, así como el
personal de todos los centros de salud pública del país, y de manera especial
los médicos y enfermeras, que viven a diario el drama de ver morir a los grupos
etarios más vulnerables de la población, niños y ancianos, por la falta de
alimentos, medicamentos e insumos, así como por el precario estado de las
instalaciones hospitalarias, ausencia de ambulancias y de otros equipos que
obligan a reducir de una manera drástica el número de intervenciones
quirúrgicas que reclaman atención urgente. ¿Estará al tanto el “defensor” del
número de pacientes que fallecen diariamente en los hospitales? Y que nos responda la misma pregunta.
Las
morgues del país, son tenebrosos escenarios de esta situación de muertes que no
exageraríamos en considerar masivas, y que deben soportar especialmente los
familiares de las víctimas procedentes de los hospitales y de los distintos lugares
donde el hampa impera en ese frente propio que se extiende a las cárceles, a
los barrios populares y a todo el territorio nacional; situación cuyo origen no puede ser atribuido
a otro ente distinto que al propio régimen el cual no solo ha permitido la
vertiginosa propagación de la delincuencia sino que, en la mayoría de los
casos, ha estimulado con políticas como
sus alianzas con ella mediante la figura de los llamados “territorios de paz”.
Basta observar el arsenal que exhibe hoy el hampa en el país, con armas de cuya
procedencia no existe la menor duda, para entender la gravedad del asunto.
Otro
frente sobresaliente está representado en las actuaciones de órganos del Estado
manipulados por el partido de gobierno que, con el manejo a extremos delincuenciales
de la justicia, entabla juicios amañados contra adversarios políticos al
régimen, permiten las aprehensiones injustificadas, el maltrato a los detenidos
y a sus familiares, sin que la institución a la cual corresponde actuar, como
el caso de la Defensoría del Pueblo se dé por aludida. Por ejemplo, cuántas
denuncias se han formulados sobre la existencia de pabellones de tortura en
cárceles del Sebín, como “La tumba” de Plaza Venezuela, y cuántas sobre el mal
trato dispensado continuamente por las autoridades de Ramo Verde contra los
familiares de Leopoldo López.
Pero,
sobre estas últimas y muchas más que podríamos seguir enumerando, no ha
existido un pronunciamiento contundente del presunto defensor del pueblo. Su
inclinación hacia el partido de gobierno, del cual evidentemente no se ha
separado, condicionan su repetido discurso dirigido a justificar acciones y de
alguna manera hacerse eco de la versión de la guerra económica del régimen
presuntamente impulsada por la “derecha”, mientras que sobre la verdadera
guerra, esta que de manera incompleta hemos aludido, está, sin ninguna
exageración, extinguiendo a nuestro
pueblo.
Ante
todo este cuadro, el único frente que nos corresponde como ciudadanos
conscientes de lo que está ocurriendo, es el de mantenernos en la lucha por el
respeto democrático y constitucional de
nuestro derecho a revocar y elegir nuestros gobernantes. Por eso, no podemos
fallar, el primero de septiembre nos vemos en la gran Toma de Caracas para
expresar nuestro sentir.
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