Por Arnaldo Esté
Tengo rutas más o menos
fijas para ir y venir por Caracas. Hoy encontré una novedad en las colas de
siempre: había tanta gente que tuvieron que tomar media calle. Se están
formando una suerte de guarimbas inevitables. Colas que suben, otras que bajan,
otras que se atraviesan y lo único común son las caras. Caras de mujeres con
bebés medio tapados, señoras con sillas plegables, motorizados, ojos curiosos
que revisan las bolsas para ver qué llevan.
Señor gobierno: ¿Qué va a
hacer con esas colas? ¿Les va a aplicar el “Plan de la Patria”? Ese camino es
bien peligroso. Imagínese que a uno de esos GN, nervioso e inseguro, se le
vayan unos tiros. ¿Está eso en sus cálculos, señor gobierno? Esa gente en las
colas no son escuálidos violentos, aun cuando es seguro que ya tienen las
tripas en violencia.
Resulta difícil, lo
confieso, entenderse con alguien de otro idioma o, algo peor, que no tiene
idioma. Un idioma es un sistema de signos y significados. Requiere que los
interlocutores, de alguna manera, se entiendan. Y si no es posible con las
palabras, se recurre a las señas u otros movimientos. Pero si uno de ellos no
se expresa, de todas maneras sus silencios resultan significativos.
En estos escritos,
repetidamente, he llamado al diálogo, a la negociación, al entendimiento.
Incluso me he referido a los amagos o fintas que usan los boxeadores para
engañar al otro, y quiero pensar que esas amenazas son sólo amagos, que en el
fondo quieren negociar aunque desde posiciones de fuerza. Pero también, y por
eso lo de las colas, lo de la crisis general como tercer actor con personalidad
propia que puede desencadenar cosas que nadie, en realidad, desea.
Hay que obligar al gobierno
a entenderse, a buscar cualquier manera que no sea la violencia o sus amenazas.
Los políticos en el gobierno, que sí los hay, saben que no basta con sobrevivir
sino que les es necesario conservar fuerzas para reconstruirse.
Además de las marchas del 1º
de septiembre, vendrán otros eventos de gran tensión: 20% de las voluntades
que, por su número, resultará un plebiscito, el propio referendo, la elección
de gobernadores, el reemplazo de las rectoras caducadas y, sobre todo, el
continuo crecimiento de la crisis, el hambre y la mengua. Temas todos graves e
inminentes para negociar, y si se va a negociar no es por pendejo sino porque
se tiene la fuerza y convicción de que es lo mejor para todos.
arnaldoeste@gmail.com
27-08-16
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