Por Tulio Ramírez
Todas las encuestas
evidencian que el pueblo le quito al gobierno la escalera y lo dejó
sosteniéndose solo de una brocha institucional secuestrada por un grupo de
adláteres uniformados y civiles. La gente se cansó de tanta corrupción,
impunidad, escasez, inseguridad, improvisación, mentiras, promesas incumplidas,
negligencia, prepotencia, injusticia, torpeza, abuso de poder, nepotismo,
mediocridad, falta de probidad, irresponsabilidad y, sobre todo, de que lo
creyeran pendejo.
“Está bueno el cilantro,
pero no tanto”, comentó una joven señora en la cola que hicimos para ver si nos
vendían algo. Yolimar, como dijo llamarse, llegó a las 12:30 de la madrugada a
hacer la fila en una conocida cadena de venta de víveres ubicada en la
urbanización Santa Fe. Venía de El Tanque, uno de los tantos Barrios ubicados
en los cerros de Petare. Me aclaró que no era Bachaquera, cuestión que constaté
al verle una criaturita de menos de un año en brazos. Atravesó la ciudad
corriendo todos los riesgos, porque le dijeron que hoy “sacarían” leche y
pañales en ese establecimiento. “Toda mi familia era chavista. Hace 5 años nos
prometieron una vivienda. Pagamos unos reales y nos engañaron. Estamos peor
cada día”.
Rafael, un amigo de la
infancia, después de una larga odisea fue hospitalizado en el Hospital Clínico
Universitario. Le fue descubierta una terrible enfermedad. Lo visitaba a
diario. Pude constatar el estado de abandono de ese centro de salud dominado
por los Colectivos del Gobierno. Más allá de la voluntad incansable del
personal médico y paramédico, la falta de mantenimiento, insumos médicos y
materiales de limpieza lo convirtieron en un depósito de enfermos. En una de
mis visitas observo que la cama de José Luís estaba vacía. Me informan que fue
dado de alta. Llamo a su teléfono y me aclara, “no, no estoy curado, me
enviaron para la casa porque no tienen como darme comida ni tienen los
medicamentos para la quimioterapia”. José Luís es vigilante en una escuela
oficial.
Berta, caraqueña de mediana
edad, jubilada de la Alcaldía, tiene una carpeta llena de papeles y en uno de
sus bolsos, varios de esos familiares tubos negros donde se resguardan los
Títulos universitarios. Espera su turno para legalizar los documentos. Le
pregunto si va a realizar estudios en el exterior. “Yo no, pero estoy haciendo
un enorme esfuerzo por mandar a dos hijos a estudiar fuera”. Le pido me indique
que tan complejos son los trámites. “Me los conozco de memoria”, dijo mirando
fijamente a ninguna parte, “hace exactamente 6 meses hice esta misma diligencia
para mi hijo mayor y no alcanzó a irse porque me lo mataron en un asalto. A los
que me quedan les quiero salvar la vida”.
Estoy en la farmacia
buscando mi medicina para la diabetes. Como es de esperarse en estos tiempos de
revolución socialista, no las consigo. A mi lado una señora tiene un récipe muy
arrugado en la mano. Busca su medicamento para la tensión. Le comento que no sé
como hace la gente que trabaja para buscar medicinas y alimentos. “Por eso no
tengo problemas”, me responde, “después de 25 años y 5 meses de servicio en la
administración pública y estando de reposo médico, fui botada por haber firmado
para el revocatorio. Había entregado mis papeles solicitando la jubilación
apenas una semana antes, y lo peor es que a mi esposo lo cesantearon por cierre
de la empresa donde trabajaba. No sé qué va a ser de nosotros”. Ana, así se
llama, se despide secándose una lágrima provocada por la indignación y la
tristeza.
No hay que ser un etnógrafo
para entender porqué el pueblo le volteó el santo al gobierno. La dura realidad
ha sido la mejor arma para contrarrestar la propaganda y la ideología. La gente
ya no soporta. Son muy pocos los que todavía creen. No pasan de 20% y cada día
se reducen más. Al gobierno no le queda otro recurso que infundir miedo y
represión. Por eso el Presidente amenaza con sorpresas para el 1 de septiembre,
día de la marcha para exigir el revocatorio para el 2016. Confía en que esta
amenaza paralizará a los descontentos. Quizás esto surta efecto para algunos,
pero por casos como los de Yolimar, Rafael, Berta y Ana superaré todos esos
miedos e iré a la marcha del 01S.
22-08-16
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