Por Leonardo Morales
La vida de todo ser
humano transcurre entre satisfacciones e insatisfacciones. Pareciera ser una
ley de la vida que transcurre fluidamente, sin obstáculos en el camino, dando a
unos cosas deseadas, a otros las no muy deseadas y algunos reciben dosis de uno
y otro, estableciéndose una especie de equidad aparentemente natural.
Los hombres a lo largo de
sus existencia, corta o larga, buscan satisfacer sus necesidades, su
curiosidad, ampliar su conocimiento hasta fronteras insospechadas, si acaso
éstas existen. El hombre busca, hurga por doquier para satisfacer sus
inquietudes, sus goces y sus placeres.
Los teóricos del
utilitarismo, los ingleses Jeremy Bentham y Stuart Mill, mantienen como
fundamento de la Utilidad que “las acciones son correctas (right) en la
medida en que tienden a promover la felicidad, incorrectas (wrong) en cuanto
tienden a producir lo contrario a la felicidad.” Es esa disyuntiva en la que se
debaten los seres humanos a la hora de evaluar la gestión pública de un
gobierno. Más recientemente Rawls advirtió que los individuos aspiran a una
vida que tienen razones de valorar.
Anomía roja
Cada vez que los ciudadanos
se dan cita en unos comicios electorales persiguen dotarse de un gobierno que
ofrezca importantes grados de satisfacción. Toda sociedad aspira un cierto
orden: un sistema de justicia que actué con imparcialidad; un modelo económico
que permita crecimiento pero también el desarrollo económico, no solo abriendo
oportunidades sino ampliando las capacidades de los ciudadanos,
posibilitándoles competir por una mejor calidad de vida. En fin, las sociedades
buscan la mayor cantidad de bienestar posible.
Cuando las instituciones del
Estado van a contrapelo de las aspiraciones colectivas los ciudadanos buscan
los medios para corregir las distorsiones que afectan su felicidad: en la
medida en que el sistema de justicia, integrado por dirigentes del partido de
gobierno, actúa con parcialidad enfrentando a un poder legítimamente electo
como el Poder Legislativo; cuando el Poder Ejecutivo no es capaz de proveer los
medios esenciales para la subsistencia y seguridad de sus habitantes; si sus
Fuerzas Armadas dejan sus funciones para asumir aquellas que corresponden al
orden civil desfigurando drásticamente el origen civilista del gobierno y,
además, cuando éste recurre subterfugios para ocultar su incompetencia y
mantenerse en el poder; a los ciudadanos no les queda otra salida que la
sustitución de los gobernantes.
Falsos positivos
El referendo revocatorio es
una vía constitucional para devolverle al país la institucionalidad extraviada
en este régimen. Los obstáculos han sido innumerables y no se ocultan en la
esfera del poder, obscenamente subordinada al Ejecutivo. De la misma manera que
el gobierno pretende engañar al país colocando al militares a resolver los
problemas de abastecimiento de alimentos como si antes no hubieran estado a
cargo de esas funciones, fracasando estrepitosamente, ahora se acerca la hora
de señalar que los promotores del revocatorio actuaron fraudulentamente.
Han ordenado desde el gobierno
llevar al referendo para el 2017, seguramente así será. De lo que ahora se
ocupan es de cómo evitar la avalancha de manifestaciones de voluntad que
debería ocurrir a finales de octubre y, para ello, un falso positivo se ha
diseñado para descalificar a la MUD como promotor. Dos recursos han
interpuestos ante sus dirigentes judiciales y electorales que pueden impedir la
continuidad del proceso revocatorio. ¿Se atreverán?
27-08-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico