Por Antonio Pérez Esclarín
La corrupción está
carcomiendo las bases de las democracias latinoamericanas y destruyendo las
esperanzas y sueños de millones de ciudadanos que esperaban que los
gobiernos progresistas implantaran nuevas formas de hacer política, y
superaran esa mezquina politiquería que se acostumbró a utilizar el poder no
para resolver los problemas de las mayorías y servir al bien común, sino
para servir sus intereses egoístas y favorecer a los suyos.
Cada día nos llegan noticias de hechos gravísimos de corrupción en Brasil, Argentina, Nicaragua… En cuanto a Venezuela está siendo señalada como el país más corrupto del mundo a pesar de que los que se alzaron en febrero del 92 y han gobernado los últimos 17 años, justificaron su golpe para acabar con la corrupción. Algunos hablan de que la corrupción se ha llevado más de trescientos mil millones de dólares, cantidad que pocos en Venezuela sabrían escribir en números y muchísimos menos podrían escribir en bolívares. ¿Imaginan ustedes lo que se podría haber hecho no sólo con esa cantidad que terminó pudriendo las almas y las vidas de los corruptos, sino con el billón de dólares que, según algunos economistas, han entrado al país en estos últimos años?
Justificar
Algunos voceros tratan de justificar la “supuesta revolución” con los logros en las políticas sociales, y alardean de que Venezuela es uno de los países con mayor número de estudiantes universitarios, pero sin ponerme a juzgar la calidad de la educación que reciben, ¿para qué les van a servir esos títulos (si realmente los obtienen pues cada día desertan más) si los profesionales universitarios no pueden vivir aquí de su trabajo y cada vez emigran más y más a otros países donde se valore su profesión y puedan vivir dignamente de ella? Se señalan también las dotaciones de almuerzos, libros y Canaimas a millones de estudiantes, algo que es bien positivo, pero, ¿se ha evaluado con objetividad si los esfuerzos de dotación han contribuido realmente a mejorar la educación? Por otra parte, la deserción escolar hoy es alarmante pues muchos estudiantes se dedican a hacer colas, a bachaquear o no tienen para el transporte y la comida. En cuanto al considerable aumento del número de pensionados –algo que también es positivo–, ¿qué se puede hacer con esa pensión que no les alcanza para las medicinas esenciales (si es que las consiguen) y con la que sólo pueden comprar comida unos pocos días? ¿Por qué se les sigue negando la cesta ticket y no se percibe voluntad de austeridad en los que nos gobiernan ni en sus entornos?
Idoneidad y ética
Necesitamos verdaderos políticos, de comprobada competencia, idoneidad y ética, y no politiqueros de oficio que hablan y hablan y niegan con su vida lo que proclaman. Políticos humildes y austeros, que demuestren coherencia entre palabras y vida y puedan mostrar ante el país una conducta comprometida en el servicio desinteresado de la gente, sobre todo de los más humildes. Políticos que, en el ejercicio de sus cargos públicos, muestran una vida sencilla y austera. Personas capaces de anteponer el bien de Venezuela a sus ansias de figurar o de poder. Personas a las que nunca se les podrá acusar de prácticas nepóticas o de favorecer a los suyos.
Es hora de superar esa politiquería que se viene ejerciendo como simple retórica, negocio o espectáculo; que utiliza el poder para lucrarse y aprovecharse de él. Que, por haber pisoteado la ética, ha fomentado la ambición, la corrupción y la traición al pueblo a quien juraron servir.
23-08-16
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