viernes, 26 de agosto de 2016

Los ciegos por @miglatouche


Por Miguel Ángel Latouche


Desde temprano la gente hace cola en las afueras de los supermercados. Algunos han pasado allí la noche. Se nota el cansancio y el hastió que significa ese ejercicio absurdo de esperar durante horas enteras para adquirir algún producto de la cesta básica. El asunto es complejo. Las colas se producen por acumulación y expectativa. En general la gente no sabe cuál es el producto que se va a recibir. Los rumores se despliegan de manera acelerada y desordenada. Viene jabón dice alguien, Pañales, grita algún otro, leche en polvo, riposta una viejita. A veces se trata de información que ha sido ‘puesta en la calle’ por algún empleado. Otras veces se trata, simplemente, de un ejercicio fútil de construir esperanzas que muchas veces no se corresponde con la realidad.

La gente trata de llegar muy temprano. La verdad es que los últimos pierden la oportunidad de comprar los productos regulados. Algunos tienen que irse luego de unas ocho horas de espera (una jornada de trabajo) con una bolsa de jabón o un par de bolsas de harina de maíz. Parece poco para el esfuerzo y en realidad lo es. Se trata de una muestra clara de este proceso de sovietización que vivimos los venezolanos. A veces las colas se ponen peligrosas. Los bachaqueros son un problema. Asumen su oficio con naturalidad y de manera agresiva. Son variados los casos que a uno le cuentan en las conversaciones cotidianas. Se cuenta que se colean con cedulas falsas, que trafican con la identidad de otros, que se colean, que obligan a la gente a calarse sus desmanes bajo amenaza. Son una muestra de la barbarie que caracteriza estos tiempos complejos que vivimos.


Las colas traen consecuencias indeseables. La basura se va acumulando, como lo hace en el resto de la ciudad pero de manera más acelerada. La acumulación de personas deteriora la calidad de vida de los vecinos. Genera ruido. Hace que la calle sea intransitable. De alguna manera, las dinámicas de las colas y el bachaqueo se constituyen en una metáfora acerca de destrucción acelerada de la vida civilizada. No importan las razones por las cuales sucedan las cosas que nos pasan. El Gobierno se dedica a buscar culpables. Habla de desestabilización, de planes subversivos, de guerra económica. Se olvida que su responsabilidad es la de atender las necesidades de la totalidad de quienes habitamos este país y de garantizar condiciones mínimas que nos permitan construir nuestro bienestar.

La cola se alarga. Pasan las horas. El calor aprieta. Hay ancianos con la espalda curva por los años que se mantienen firmes sobre sus piernas temblorosas en el esfuerzo de obtener algo que comer. Hay niños en brazos de sus madres y otros, un poco mayores, que se sientan en la acerca mientras el tiempo transcurre. El Gobierno pretende solucionar el problema del desabastecimiento con las CLAP, a fuerza de discurso o rezando para que aumente el precio del petróleo. No se han implementado políticas públicas que garanticen soluciones viables, claras, observables para el problema de la alimentación.

Hace pocos días un Ministro decía que en Venezuela todo el mundo come tres veces al día. Uno tendría que pensar que el Sr. Ministro vive en una fantasía en la cual todo el mundo come en su casa. La verdad es que ha aumentado de manera desmesurada el número de personas que uno ve buscando comida entre la basura. Ha aumentado el número de niños que pide limosna en la calle. Ha aumentado la capacidad de la gente para poner comida sobre la mesa, para salir de vacaciones, para comprar útiles escolares, para pagar por los servicios, adquirir vivienda. En fin, para vivir una vida decente. En estas fantasías que se inventan quienes nos gobiernan, se les ha ocurrido que las hallacas de diciembre se resolverán ‘haciendo una vaca’. Es el nuevo proyecto bandera que nos han ofrecido la semana pasada y que implica la producción urbana de los productos asociados a la elaboración del plato navideño. Habrá que darle el beneficio de la duda, aun cuando yo no me siento particularmente optimista. No porque me parezca que este mal producir, sino porque no sé si el mecanismo planteado es capaz de producir de manera masiva el equivalente a que vaya a ser demandado.

Uno se pregunta cómo es que no logran ver las dinámicas de destrucción a las que estamos sometidos en los términos de nuestra vida cotidiana. Al parecer estamos gobernados por ciegos. Unos y otros están tan ocupados en las dinámicas del poder que no logran percibir el malestar que cruza de largo a largo a la sociedad venezolana. Lo peor de todo es que también son sordos.

24-08-16




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