Por Vicente Díaz
Sacar a Maduro no puede ser
el objetivo del esfuerzo opositor. Es tan solo un medio.
Cuando se vaya, que se va,
queda intacto el verdadero problema. Qué pasa al día siguiente de que
tengamos un nuevo presidente. Estoy seguro de que nadie cree que será
coser y cantar. ¿Todos los poderes públicos controlados por el chavismo
le harán el camino fácil al nuevo gobierno? ¿Los colectivos armados entregarán
sus armas y se irán tranquilamente a casa? ¿El ingente apertrechamiento de
recursos financieros de la “revolución” no lo usarán para tratar de hacerle la
vida imposible a un nuevo gobierno? La gobernabilidad será compleja y, en
consecuencia, difícil la confianza de inversionistas, financiadores y
repatriadores de capital.
El chavismo saldrá del
gobierno desgastado, muy aporreado…pero vivo. ¿Aguanta Venezuela la continuidad
de la polarización pero con los roles invertidos? El gobierno rojo intentó
durante 18 años acabar con la oposición, no pudo. Pero en su intento acabó con
las fuerzas productivas del país e indujo al autoexilio a buena parte del
talento nacional. ¿Va a pasarse los próximos 18 años, el ahora gobierno
“opositor”, tratando de acabar con el chavismo? ¿O defendiéndose de las
arremetidas institucionales, de calle o de cualquier tipo de un chavismo
desesperado por retornar al poder?
Aquí nadie tiene fuerza para
acabar con el otro. No es posible ni deseable. Entonces debemos aprender a
convivir, y no reproducir ahora desde el gobierno, las prácticas y estilos del
autoritarismo defenestrado. Hay que civilizar la confrontación, sin eludirla,
en aras de un país que nos trasciende.
Los proyectos son
antagónicos, pero nadie tiene fuerza, insisto, para imponer el suyo a
rajatabla. Eso no lo ha entendido este gobierno irresponsable. Lo debe entender
quienes van a gobernar.
Por eso nuestra meta no
puede ser solo sacar a Maduro y su modelo marxista de gestión.
La meta debe ser rescatar a
Venezuela, encaminarla al progreso, calidad de vida y libertad. La salida
indispensable del presidente Maduro y su cúpula es solo un medio, no una meta.
Y es un medio porque ellos
están imposibilitados para emprender ese camino, aunque lo quisieran, porque no
entienden que solo el empuje del emprendimiento privado y personal genera la
potencia social para el despegue nacional. Su salida del poder es una condición
para la recuperación.
Una condición necesaria pero
no suficiente.
Lo otro que se necesita es
que ellos se vean en la foto de ese nuevo país. Que entiendan que aquí no
vienen persecuciones y retaliaciones, que aquí habrá democracia en serio,
que la alternancia en el poder sólo estará limitada por la capacidad de
conseguir votos en procesos electorales, pero ahora sin un Estado ventajista y
marrullero.
Pero si dijeramos que la
meta es sólo sacar a Maduro y su modelo, sin delinear claramente una Venezuela
incluyente y plural, estamos reproduciendo una visión tan sectaria como la de
ellos y estamos colocando el tren en vía de colisión.
Si la única meta es expulsar
a Maduro y acabar con su modelo ellos pelearan a muerte su permanencia en el
poder. Habría que confrontar hasta que uno de los dos caiga derrotado. La
victoria sería pírrica y el costo lo pagará el país.
Si la meta, en cambio, es
reconstruir a Venezuela, en esa foto puede y debe haber espacio para todos y
que eso nos ponga en la vía de un entendimiento donde pueda haber una
transición ordenada de poder y de modelos, con garantías y espacios para todos
los que apuesten a la democracia, progreso, justicia y libertad.
Si el adversario no sabe lo
que viene después del revocatorio (o su equivalente) y no hay una foto en
la que él exista, preferirá el choque de trenes a la transición civilizada. Un
choque de trenes es casi el peor escenario. Hay que evitarlo. Hay uno peor aun
y es quitarse del medio y permitir que el tren del desastre gubernamental
termine de acabar con Venezuela. Eso no pasará. Y eso también lo debe
saber el gobierno.
Es labor de la oposición
ponerse de acuerdo en esa foto del futuro incluyente y progresista, y
mostrársela claramente a los gobernantes. Y si hay sabiduría en el gobierno,
ambos podremos mover un poco las vías para que los trenes, cada uno en su riel,
puedan encaminarse hacia la foto y no hacia la colisión trágica que propician
sectores extremistas del gobierno.
Pero para dolor del
extremismo enchufado, la realidad es terca. Nadie negocia si puede imponerse,
por eso Maduro quiere diálogo. Y justo por eso es tremendamente importante el
éxito que todo indica que tendrá la marcha del 1ero de septiembre. Será
pacífica y multitudinaria, no será sólo por la fecha; sino porque la presión de
calle es el lubricante para la negociación (!que grosería!) efectiva, y no del
diálogo efectista para la televisión. Esa negociación lubricada por la presión
cívica de calle y la opinión internacional es la que de verdad puede abrir la
puerta del referéndum revocatorio 2016 (o su equivalente).
Y por esa misma razón
nosotros también necesitamos sentarnos cara a cara con el gobierno, con el
soberano a nuestro lado, para mostrarle al gobierno la foto del futuro ...pero
también la película del tren en movimiento.
24-08-16
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