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lunes, 22 de agosto de 2016

Una ideología de anteayer, por Rafael María de Balbín



Rafael María de Balbín 21 de agosto de 2016

La llamada ideología de género no ha nacido por generación espontánea, sino que presenta una génesis histórico-cultural muy clara. Tiene como primer precedente a los ideólogos de la “revolución sexual”, que son afines a la Escuela de Frankfurt, con su marxismo no leninista. Se trata de Wilhelm Reich y Herbert Marcuse. Se combina el marxismo con el pensamiento de Freud: trasladando la “lucha de clases” a la “lucha de sexos”, promoviendo la “liberación sexual” de las mujeres oprimidas.

Hay que mencionar también a los deconstructivistas sociales: Jacques Derrida y Michel Foucault. Para ellos la realidad no consta ni de objetos ni de sujetos, sino que sólo está constituida por el lenguaje. En esta línea habrá que deconstruir el modelo cultural, aproximándolo al pansexualismo de Foucault. Y la manipulación del lenguaje será un arma poderosa para la implantación de esta ideología.

Entre los existencialistas ateos figura Simone de Beauvoir, quien formula nítidamente la idea del género: “No se nace mujer, sino que te haces mujer”. En la perspectiva de un igualitarismo total con los varones.

Hay que distinguir claramente entre el Feminismo original, que busca la promoción de los derechos humanos y civiles de las mujeres, y el Feminismo de género. Este último propugna la equiparación total de mujeres y varones, sin tener en cuenta lo que enseña la naturaleza. El género, como creación cultural, permitirá que la clase oprimida femenina tome el control de la función reproductiva. Si la raíz de la opresión de la mujer está en su papel de madre y educadora de los hijos, hay que liberarla mediante la contracepción, el aborto y la educación estatal de los hijos.

En la promoción de la ideología de género hay que destacar el papel principal del lobby LGBT (lesbianas, gays, bisexuales, transformistas). La alianza de los activistas homosexuales con las feministas radicales impulsa el ataque al matrimonio y a la familia, hablando de nuevas formas de unión entre los sexos (concubinato, “matrimonio” gay, familia monoparental).

El pretendido basamento científico de esta ideología apareció con el Dr. John Money, de la Universidad John Hopkins, de Baltimore, con el que comenzó la utilización de la palabra género. A él se debe un fallido experimento macabro con dos morochos varones y el intento quirúrgico y educacional de transformar en mujer a uno de ellos.

Entre los impulsores de la ideología de género los hay teóricos y activistas. Tienen como nota común la falta de rigor intelectual. Hay un presupuesto dogmático: la no vigencia de la distinción entre varón y mujer que indica la naturaleza humana. Se sustituye por la uniformidad del género. Toda legítima diferencia se denuncia como una subordinación alienante de la mujer por parte del varón. En consecuencia habría que sustituir la autoridad “patriarcal” por el “empoderamiento” de la mujer.

Una ideología tan palmariamente irreal sólo puede imponerse ideológicamente, es decir mediante el engaño y la coerción.

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