CARLOS PADILLA ESTEBAN 20 de agosto de 2016
Un día
le pregunté a una niña cuáles eran sus tesoros. Ella dijo: una muñeca y una
caja de cromos. Me puse a pensar en mis tesoros. Pensé en ese tesoro por el que
merece la pena venderlo todo para comprar el terreno que lo contiene. El tesoro
que me identifica.
Pensé,
si mi casa ardiera y tuviera cinco minutos para irme, ¿Qué me llevaría? Hice
una lista. Es muy corta. Cosas del alma. Cosas que me atan a mi historia y a
Dios. Pero incluso si ardiera todo, mi tesoro seguiría intacto. Porque
va conmigo donde yo voy. Nadie me lo puede quitar.
El
dolor solo puede aumentarlo y hacerlo más valioso. ¿Cuál es ese tesoro
intangible? ¿Qué recuerdos son para mí tesoros? ¿Qué vivencias son los tesoros
de mi vida que pase lo que pase nunca se irán? ¿Qué personas forman parte de mi
tesoro?
¿Qué
descubrimientos he hecho que atesoro para siempre? ¿Podría nombrarlos? ¿Qué
tesoro busco todavía? ¿Cuál es mi mapa para encontrarlo?
Todos
tenemos un tesoro personal y Dios ha puesto en nuestra vida y en nuestra alma
el mapa para encontrarlo. En lo cotidiano y en lo que soy, sin
hacer grandes cosas. Dios se dedica a eso. A regalarnos tesoros.
En
medio de un dolor hay un tesoro para mí. En medio de mi trabajo. De una opción.
De una renuncia. Si sé mirar hondo ahí está mi tesoro.
Hay
personas que han encontrado su tesoro y otras que han vivido lo mismo y sólo se
han quedado en la superficie.
¿Cuál
es el tesoro de mi alma? ¿Cuál es el don que tengo que es un tesoro
para mí y para otros? ¿Qué dolores en mi vida han formado parte de mi
tesoro? Allí está mi corazón. Lo que soy. Por lo que merece la pena morir y
sobre todo vivir.
Hay
palabras que un día escuché y son mi tesoro. Un “te quiero” que
me sanó. Un perdón que me liberó. Una canción que escuché y me abrió a un mundo
muy profundo. Una idea que escuché y enraizó en mí. Unos principios que me
sostienen más allá de normas externas. O quizás mi tesoro lo encontré cuando me
entregué. Cuando salí de mí.
Me
gusta escribir mis tesoros. Materiales y espirituales. ¿Qué
lugares en la tierra son mi tesoro? Lugares de infancia. Lugares de verano.
Mi
tesoro no sólo es lo que guardo, también es lo que no tengo. Lo que
anhelo y a lo que renuncio. Mis sueños son mi tesoro. Mis deseos.
¿Qué
deseo? Caminar por un acantilado. O navegar por el mar. O encontrarme con el
rostro de mi Dios esquivo. O abrazar a Jesús por la espalda lleno de nostalgia.
O escribir. O cantar. ¿Cuál es mi sueño?
Los
deseos del alma me ponen en camino. Me mantienen joven. Dios siempre los hace
plenos. En el cielo será así. Siempre pienso eso. En el cielo seré todo lo que
hoy sueño. Es ese tesoro inagotable del que me habla Jesús.
Es
curioso porque habla de perderlo todo para tener un tesoro. Vender y dar
limosna. Lo que doy y lo que pierdo por amor. Lo que sueño y lo que no poseo,
aquello a lo que renuncio por ser fiel, por dar la vida y dejármela en los
caminos. Ese es el tesoro que me hace vivir el cielo en la tierra.
Cuando
lleguemos al cielo el que tenga las manos más vacías las tendrá más llenas. Siempre
pienso que Dios mide y cuenta al revés que yo. Dar es tener. Perder es ganar.
Vaciarse es estar lleno. Renunciar es poseer. Quiero vivir así.
Contando al revés, como Jesús.
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