Por Carolina Gómez-Ávila
Después de años de escasez de
alimentos y medicinas, después de quedar en evidencia el abandono del sistema
hospitalario, después de ver a nuestros niños morir -literalmente- de hambre y
a parturientas traer al mundo a nuestros compatriotas en el piso, después de 4
meses de represión criminal con saña, cualquier sofisma, cualquier argumento
basado en reproches a los conocidos fallos de los políticos opositores (ninguno
encontraremos perfecto), cualquier motivo ideológico revestido de dignidad se
pierde por deshumanización flagrante, se enchumba en la sangre de miles de
venezolanos asesinados o torturados, se sepulta junto con los presos de
conciencia, se llena de pústulas de enfermos desatendidos, se exhibe famélico
de justicia.
Esta
vez no hay manera de evadir la polarización. No ir a votar en contra de quienes
nos hicieron esto es ser tan criminal como ellos. Aunque estemos hambrientos,
enfermos y heridos o de duelo, el 15 de octubre nos permitirá decirles que no
nos han doblegado lo suficiente como para dejar de hacer todo lo que legalmente
esté a nuestro alcance para sacarlos del poder. Sabemos bien que planean hacer
trampa, pero aunque nos roben votos habremos escupido en sus rostros el número
real de nuestro repudio ciudadano.
Rechazo
el chantaje emocional de tratar a los abstencionistas con algodones porque
quizás puedan cambiar de opinión si no se sienten ofendidos. Falso. Alguno
habrá que reaccione si lo sacudimos ante la realidad, pero debemos tener
presente que la mayoría pertenece a un laboratorio de opinión que sólo quiere
trabajar cómodo sin tener que responder a quienes los encaremos porque
perderían tiempo en ello, en vez de seguir difundiendo sus falacias perniciosas.
Digámosles
que no hay dignidad ni decencia alguna en la abstención electoral en medio de
una circunstancia que cada día nos hace temer más un genocidio. Quien intenta
justificarla intelectualmente sólo exhibe la inmundicia de su espíritu. Insensible
ante el dolor de sus compatriotas colaborará con mantener en el poder a quienes
nos han hecho este daño que no se olvidará por siglos. Invíteles a pasar por el
artículo 167 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela para
que sopesen la cantidad de dinero que estarán dejando en manos de quienes nos
han esquilmado la vida para que se den cuenta de que serán mesoneros en el
banquete de los depredadores, sirviéndoles más recursos y fuerzas para
destruirnos y legitimando (¡sí, eso sí sería legitimar!) su permanencia en el
poder.
Para
desprestigio de las universidades, no hay un hilo rescatable en la madeja de
infundios que esparcen algunos profesores de ese nivel educativo. Ocultan el
artículo 160 de la CRBV y se dedican repetir a una población ignorante de su
Carta Magna -y arrogante en esa ignorancia- que participar en las elecciones
regionales legitimaría a la írrita ANC, cuando no hay nada que pueda legitimar
a esa instancia instalada a espaldas de la Constitución. Estos profesores cuya sagrada
misión sería darnos luces, ahora se esmeran en sumir a los menos informados en
la oscuridad, para mal de la nación. Sirven a los intereses de los poderes
fácticos -la antipolítica- que están asociados con la dictadura porque de ella
dependen para su sustento. Se han convertido en socialités y saltan de las
redes sociales a emisoras de radio y plazas solicitando intervención
extranjera, un delito contemplado en el artículo 132 del Código Penal. Nada más
sospechoso de connivencia con el poder que el hecho de que lo hagan impunemente
en un país en el que muchos han ido presos por tirar una piedra.
Es
necesario confrontar a estos cómplices de oportunidad para evitar que sigan
influyendo en quienes no saben canalizar su frustración por la vía legal, rescatando
el sentido de responsabilidad ciudadana que representa el voto.
Y
una vez allí, a la luz del horror que estamos viviendo y teniendo claro quiénes
son los responsables, será cosa de comenzar por el principio: ¿Usted realmente
quiere desalojarlos del poder?
07-10-17
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