Por Antonio Pérez Esclarín
Los candidatos del gobierno
repiten que quieren ganar las gobernaciones para asegurar los
logros de la revolución. Pero, ¿cuáles son esos logros si el país está
arruinado, la inflación devora sueldos y salarios, el hambre y la miseria se
han multiplicado, la corrupción campea soberana, no se consiguen
medicinas ni en farmacias ni en hospitales, y la delincuencia anda desbordada.
¿En verdad creen que las mayorías vivimos ahora mejor y que el país se ha
enrumbado definitivamente por los caminos de la prosperidad, la convivencia y
la paz?
La incapacidad se disfraza
de grandilocuencia y se achaca a la guerra económica el fracaso de unas
políticas sociales y económicas que sólo han traído ruina, desesperación y
hambre. La retórica ha sustituido a la política: se gobierna a base de
discursos, promesas y amenazas. Por supuesto, los que están en la
órbita del Poder, se cuidan de tener ellos bien resueltos los
problemas de la cotidianidad. Ellos no experimentan la inseguridad, los
problemas de salud, la escasez de comida y medicinas, los vía crucis para
sacarse el pasaporte o la imposibilidad de obtener unos pocos dólares.
Ellos no van a curarse a los CDI, ni envían a estudiar a sus hijos a las
escuelas bolivarianas.
Son ya muy pocos los que
sirven con honradez la idea de una revolución justiciera. A la mayoría
sólo le preocupa, más allá de la retórica, el poder o sus beneficios. Tan
sólo busca el provecho y la ganancia. Le importa un comino la revolución e
incluso la propia Venezuela, y la suerte de la mayoría de los
venezolanos. A pesar de las encendidas proclamas de justicia social y de
anunciar que estamos construyendo el socialismo, en la Venezuela
revolucionaria la inequidad y las diferencias siguen intocadas o incluso
están siendo más abismales. El modo de vida de nuestros gobernantes frente a la
realidad de miseria e inseguridad en que vive la mayoría de las personas en los
barrios y en el campo, es una bofetada al rostro de la
revolución. Resulta escandaloso ver cómo viven muchos supuestos
revolucionarios, en qué carros viajan, qué mansiones ocupan,
cuántos policías los protegen… Es muy fácil sentirse muy revolucionario y
atacar al capitalismo mientras se disfruta con avidez de sus lujos
y abundancias.
Por otra parte, el repetido
llamado a un diálogo sin ceder un milímetro, el lenguaje violento que
encadena los medios a su antojo, la descalificación del adversario,
los insultos, la falta de condena de la violencia de los suyos y hasta la
pretensión de premiarla como patriotismo, la utilización descarada de los
recursos del estado para favorecer a sus candidatos, está haciendo cada
vez más inviable la democracia, como sistema fundamentado sobre el respeto, la
libertad y la igualdad de los ciudadanos.
El próximo 15 de
Octubre tenemos una oportunidad de expresar nuestra opinión. Si usted
está convencido de que las mayorías viven bien, mejor que antes, y vamos
por un camino que nos va a llevar a la paz y el progreso para todos, vote por
los candidatos del gobierno y así lo fortalecerá. Pero si cree que ha llegado
la hora de gritar que hay que cambiar el rumbo, no se quede lamentándose en la
casa y acuda a votar por los candidatos de la oposición.
03-10-17
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