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jueves, 5 de marzo de 2015

La enfermedad holandesa, por Margarita López Maya

Margarita López Maya 03 de marzo de 2015

Si queremos ser gobernados con justicia, calidad y eficiencia, debemos elegir con responsabilidad nuestras autoridades para cargos públicos.

Se avecinan unas elecciones parlamentarias. Es la oportunidad de reconstruir esa institución para superar la polarización, el insulto y la violencia, que han sido su tónica en “socialismo”, haciéndola un espacio para debatir y elaborar leyes y políticas públicas, tanto urgentes como de mediano y largo plazo, para salir de las crisis e ir hacia un futuro alternativo.

La enfermedad holandesa, por ejemplo, la ha padecido ya Venezuela, pero nuestros gobernantes no aprenden. Es un mal que ocurre en economías nacionales por los efectos de entradas masivas de divisas (dólares), producto del pago de una materia prima en el mercado internacional, como petróleo, cobre o gas natural.

Esa entrada acarrea una sobrevaluación de la moneda, lo cual conspira contra el aparato productivo, sobre todo el industrial. En sus primeros momentos, el auge de dinero estimula la producción interna al aumentar la demanda gracias al crecimiento del gasto fiscal. Pero muy pronto se produce un aumento de los precios de los bienes no transables, es decir, aquellos no exportables, como construcción y servicios, lo cual provoca una necesaria subida de salarios. Todo eso encarece lo que se produce dentro y se hace más barato importar.

Si disminuye la masiva entrada de divisas, la sociedad se queda abruptamente en la miseria porque depende de las importaciones para sostenerse y no las puede comprar. A Venezuela le pasó eso en los años ochenta después del boom petrolero de los setenta. Ahora padecemos una recaída más grave con el auge petrolero de Chávez y el desplome de los precios con Maduro. Otros países, como Noruega y Suecia –exportadores también de bienes primarios–, aprendieron y encontraron remedios a esa enfermedad y no tienen hoy su futuro en riesgo. ¿Por qué no aprender de ellos?

Escojamos nuestros diputados por sus capacidades para comprender las complejidades del mundo actual, su disposición para aprovecharse de otras experiencias o saberse aconsejar de profesionales. Atributos necesarios para actuar con sensatez y responsabilidad para así superar estas crisis y engancharnos al carro del siglo XXI.



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