Omar Barboza Gutiérrez 18 de agosto de 2016
La
obra democrática en materia de educación, salud pública, viviendas y vialidad
urbana, extraurbana y agrícola, junto a otras grandes obras como la Represa del
Guri, el Metro de Caracas y el Puente sobre el Lago de Maracaibo, son testigos
evidentes de la mejor época de libertades y de gestión pública que ha tenido el
país. Los derechos sociales fueron atendidos con programas como el Vaso de
Leche Escolar o el de las Becas Gran Mariscal de Ayacucho, todo lo cual
contribuyó para que miles de familias salieran de la pobreza y se consolidara
una importante clase media producto de la igualdad de oportunidades para el
ascenso social, donde el éxito de los proyectos personales solo tenían el
límite de la capacidad y el esfuerzo de cada quien, en un ambiente de
estabilidad económica y protección a la capacidad adquisitiva del salario,
acompañado de grandes decisiones como la nacionalización del petróleo.
Pero,
cumplido el programa del Pacto de Punto Fijo, los venezolanos no tuvimos la
visión y la decisión de sustituirlo por otro que nos condujera a etapas
superiores de un desarrollo económico y social en libertad. Empezaron las
improvisaciones y los proyectos personales nos condujeron a los errores y
desviaciones que fueron debilitando las conquistas y la fe del pueblo en el
mejor sistema de gobierno conocido, lo cual se convirtió en argumento para la
anti política y las aventuras. Y como quiera que nadie sabe lo que tiene hasta
que lo pierde, en vez de rectificar, apareció y tuvo receptividad la trampa
histórica del hombre a caballo, de un supuesto mesías, Chávez ilusionó al
pueblo con una propuesta llamada revolución, que luego le cedió a Maduro,
concebida de una manera contra natura en relación a los verdaderos valores de
la venezolanidad pero con un envoltorio engañoso en relación a sus verdaderas
intenciones.
Eso
nos trajo a donde estamos: se han destruido las instituciones para ponerlas al
servicio del grupo que está en el poder y que las utiliza no para servirle a la
nación sino como mecanismo para atornillarse en el gobierno, violando la
Constitución con el aval de supuestos Magistrados alquilados; destruyeron la
economía después de haber tenido la más extensa bonanza petrolera y
administrando una gran fortuna sin controles constitucionales porque quienes
deben controlar han sido parte de una sociedad de cómplices, y entre las cosas
más valiosas que destruyeron fueron los valores que siempre distinguieron a la
inmensa mayoría de nuestro pueblo, las primeras víctimas fueron la honestidad,
la ética y la verdad.
Todas
esas graves circunstancias que hoy conforman la crisis nacional, y que debemos
superar produciendo profundos cambios políticos, económicos y sociales, son los
que motivan a la convocatoria de la Mesa de Unidad Democrática para que el 1º
de Septiembre de este año se inicie con la masiva participación del pueblo
venezolano unas jornadas de protesta cívica pero firmes y decididas que deben
durar hasta que logremos el cambio que Venezuela necesita con urgencia, no para
volver al pasado, sino para reconstruir en todos los sentidos a la nación
venezolana, y conquistar un futuro que junto a garantizar el derecho de todos,
nos ponga al día con los grandes avances de la humanidad que han ocurrido
mientras esta supuesta revolución nos ha devuelto a los siglos XVIII y XIX.
Esta
convocatoria para el primer día de septiembre es para la Unidad Nacional por el
Cambio, por encima de aspiraciones personales o intereses partidistas por
legítimos que sean. No es un día para las banderas de los partidos, es un día
para la bandera nacional. No es un día para los slogans de campaña, es un día para
el “gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó, la ley respetando la virtud y
honor”.
Vamos
todos juntos a participar en esta jornada que se inicia el 1º de Septiembre y
que culminará cuando logremos el cambio.
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